3/4- Las mentiras de los comunistas chilenos (por Jan Doxrud)

3) Las mentiras de los comunistas chilenos (por Jan Doxrud)

Abordemos ahora el comunismo chileno. No realizaremos una historia del Partido Comunista ya que para ello existen varias obras como la de Sergio Grez, así como el libro editado por Varas, Riquelme y Casals, y los libros y documentos disponibles en Memoria chilena.   Haremos alusión a temas puntuales que demuestran que el PC chileno era simplemente parte de la Internacional Comunista y, por lo tanto, seguidora del marxismo-leninismo y del stalinismo”. El PC tiene su orígenes en el Partido Obrero Socialista fundado en 1912 por Luis Emilio Recabarren  pero que, posteriormente, cambiaría el nombre a Partido Comunista al unirse a la IC. Como explica Sergio Grez y Mauricio Rojas en su libro “El libro negro del comunismo chileno”, el PC se sometió a un profundo proceso de bolchevización al decidir ser parte de la Tercera Internacional Comunista. 

Dentro de las 21 condiciones que constituían requisitos para la entrada a la IC estaba el que los partidos debían cambiar sus nombres, es decir, pasar a denominarse “Partido Comunista de tal o cual país, Sección de la Tercera Internacional”. Junto a lo anterior el PC chileno debía asumir las ideas, objetivos y el vocabulario propio del comunismo internacional. También se adoptaría como verdaderos textos sagrados los escritos de Stalin como su Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. (disponible en marxist.org). Al respecto comenta Mauricio Rojas:

“Lo característico de este texto (…) es la transformación de las críticas y discrepancias políticas en producto de una supuesta bajeza personal y corrupción moral de los “enemigos del pueblo”. Aquí no hay espacio alguno para un debate ideológico con altura de miras y respeto por el adversario. Aquí solo hay amigos o enemigos, dechados de virtud revolucionaria o seres despreciables que deben ser perseguidos, escarnecidos y, en lo posible, aniquilados, especialmente si son comunistas disidentes (…)”.

En virtud de lo anterior, el PC adoptaría, por ejemplo, la dictadura del proletariado pasaba a ser un dogma central dentro del credo, puesto que constituía el medio a través del cual se podía eliminar a la burguesía internacional y poner fin al sistema capitalista. Junto a lo anterior se adoptaba la idea de que el motor de la historia era la lucha de clases, que el reformismo no era una opción viable y que las acciones ilegales estaban permitidas, puesto que en realidad operaban al margen de la “legalidad burguesa”. Como explica Rojas, el proceso de bolchevización del PC chileno significó  adoptar una férrea y rígida disciplina y organización basada en el leninismo y el stalinismo. 

Tal proceso culminaría hacia el año 1940. Destaca en este proceso la injerencia del Secretariado Sudamericano o Buró Sudamericano. Lo anterior significó que el Buró criticara a la figura de Luis Emilio Recabarren debido a su “ilusión democrática, su fe en el sufragio universal, su patriotismo burgués, su concepto del partido como un partido de reformismo social (…) su ignorancia y la carencia de comprensión de la revolución de los obreros como una etapa necesaria impuesta por el desarrollo (…)” El PC también creó la Comisión de Control y Cuadros que, como señala Rojas, operó como una verdadera Inquisición que supervisaba la disciplina y la ortodoxia de sus militantes, llegando a inmiscuirse en la vida privada y hasta amorosa de éstos.

Recabarren

El PC chileno se caracterizó por su aislacionismo político, vale decir, en no establecer alianzas con otros partidos. Esto cambiaría en 1934. Como ya señalé en mis artículos sobre la guerra Civil Española, en 1934 la Tercera Internacional implemento un cambio de táctica producto del triunfo y consolidación del poder de Hitler en Alemania en 1933. Este cambio, como explica Paul Preston,  implicaba el fin del aislacionismo ideológico del Partido Comunista Español y el abandonar el lenguaje con el que calificaban tildar a los socialdemócratas de Europa : “socialfascistas”. Al respecto señala Preston:

“(…) a fin de cimentar la alianza entre la Unión Soviética y los Estados burgueses occidentales, los comunistas debían proponerse la unidad de acción con los partidos socialistas, lo que significaba un giro trascendental en la táctica de la Internacional Comunista que pone fin a diez años de aislamiento y de rígido sectarismo”.

Esto mismo sucedería en Chile cuando se decide crear (al igual que en Francia y España) el Frente Popular que aglutinó al Partido Radical, Partido Comunista y Partido Socialista. Ta conglomerado lanzaría como candidato presidencia a Pedro Aguirre Cerda. Pero tal alianza entre socialistas y comunistas sería sometida a una fuerte tensión debido a los sucesos internacionales, específicamente al pacto nazi-soviético de 1939. Luis Corvalán, quien contaba con 22 años de edad, se refirió al tema de la guerra y a este pacto, en un escrito editado por la editorial Libertad en Iquique (1939). 

En este Corvalán culpa a Inglaterra y Francia de haber conspirado por medios diplomáticos, para que Hitler aniquilara a la URSS, puesto que era sabido que el nazismo era una ideología fervientemente anticomunista. Por ende, el paso lógico que da Corvalán es que Stalin dio el visto bueno al pacto como firma de protegerse, pero añade también que este significó una derrota tanto para la burguesía inglesa así como también para Hitler. 

El escrito de Corvalán es una mala interpretación de los sucesos acontecidos en Europa y, por ende, una mal erróneo vaticinio de lo que se avecinaba. Corvalán afirma que el pacto perjudicó a Hitler puesto que constituyó un golpe para las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón), puesto que el gabinete japonés renunció y Mussolini decretó la neutralidad. Junto a esto minimiza los acuerdos comerciales anteriores al pacto señalando simplemente que estos eran en desmedro del capitalismo y el fortalecimiento del socialismo. Junto a esto el político chileno nos habla de la gran fortuna que tuvieron los polacos de haber sido invadidos por las huestes soviéticas (a diferencia de aquellos invadidos por Alemania). Años después se descubrirían las masacres comunistas en Polonia, siendo las conocida la de Katyn. 

Pero los comunistas propensos a deformar la realidad para su propio beneficio culparon a los nazis de las masacres en Polonia. Corvalán tampoco parecía importarle que el pacto significó no solamente el no agredirse, sino que también cooperar económicamente e incluso intercambiar prisioneros. Sumado a esto, sería en 1941 cuando finalmente Hitler decide romper ese pacto e implementar la Operación Barbarroja que dio inició a la invasión de la URSS. 

Es bien sabido que quien nunca creyó –  hasta el final – en una posible invasión fue Stalin (a pesar de los reportes con los que contaba) y que una vez se concretó la invasión cayó en un estado de shock y depresión llevándolo a creer que todo estaba perdido. Obviamente este romance entre el comunismo internacional y el nazismo trajo repercusiones en Chile lo que llevó a un quiebre entre el Partido Socialista y el PC. 

Esta tensión no era nueva ya que los comunistas, desde la instauración de la breve República Socialista (1932), se mostraron contrarios a esta y a su caudillo ( y miembro fundador del PS) Marmaduke Grove. Incluso tildaron a esta república de fascista. Regresando al pacto nazi-soviético, el miembro fundador del PS, Óscar Schnake, fue crítico de esto y, los comunistas en represalia, comenzaron sus habituales ataques ad hominem al estilo de Lenin. Como explica Mauricio Rojas, los comunistas tildaban a los seguidores de Schnake de ayudantes de la oligarquía y del imperialismo y que constituían   la “nueva brigada de choque de la derecha reaccionaria”. Otro evento que cabe destacar fue el intento del gobierno húngaro de emprender reformas al sistema socialista. Los ciudadanos (estudiantes, obreros) clamaban por libertad, democracia y el retiro de las tropas del Pacto de Varsovia (la contraparte del OTAN). En aquella época el embajador ruso en Hungría era Yuri Andropov, quien no vio con buenos ojos el gobierno reformista de Imre Nagy. 

Ahora bien, las tropas del Pacto de Varsovia no la tuvieron fácil frente a las guerrillas urbanas, pero finalmente el enorme contingente militar logró reprimir brutalmente a los ciudadanos y Nagy fue ejecutado. ¿Cuál fue la reacción del comunismo chileno? Su fidelidad perruna los llevó a apoyar la invasión y represión de la población húngara. Como señala Mauricio Rojas, para el Secretario General del partido, Galo González, la Unión Soviética había salido en defensa del socialismo y de la paz. Otro episodio fue el acontecido en 1968 en Checoslovaquia, conocida como la “Primavera de Praga”. Los checos experimentarían algo similar a lo experimentado por los húngaros. La razón de la invasión de las tropas comunistas del Pacto de Varsovia, se debió a que el gobierno checo buscaba establecer un socialismo con rostro humano, bajo el liderazgo de Alexander Dubček . 

Estatua de Nagy en Budapest

A diferencia de Nagy, Dubček lograría salvar su vida y vivir hasta 1992, para ser testigo de la caída del totalitarismo comunista. Como explica Mauricio Rojas el diario El Siglo en Chile, tildó los afanes reformistas en Checoslovaquia de como una amenaza imperialista y contrarrevolucionaria, lo que llevó a la intervención de la tropas del Pacto de Varsovia. También cita Rojas las palabras de Luis Corvalán quien, fiel su lógica retorcida, daba a entender que la intervención soviética en Checoslovaquia era para defender el principio de la no intervención. En otras palabras, y como señala Rojas, para Corvalán el principio de no intervención había surgido para proteger a los pueblos del imperialismo y justamente estaban la URSS y sus tropas. 

Jóvenes checos

Así pues, tal como puede percatarse el lector, las piruetas argumentativas de Corvalán nos enseñan que para mantener el principio de no intervención, la URSS debía intervenir violentamente puesto que, por definición, cualquier sublevación dentro de una nación socialista, tenía que ser fruto de una conspiración imperialista. La conclusión de todas estas falacias, continúa explicando Rojas, es que para Corvalán existían intervenciones mezquinas del imperialismo y aquellas intervenciones fraternales representadas por la URSS. Si leemos el discurso de Corvalán en el Teatro Caupolicán (1968) en el libro  “La Internacional en la línea del P.C” (disponible en la web), éste señala que, a pesar de que el PC de Checoslovaquia era un gran partido, con el correr de los años comenzó a perder sus virtudes. Con esto se refiere a que el partido se burocratizó y se vio sumido en la prepotencia. 

Luego Corvalán continúa relatando una serie de sin sentidos, y viendo la sombra del imperialismo estadounidense en todos los eventos internacionales y la URSS como el gran defensor de los pueblos oprimidos. Gonzalo Rojas también arroja luces sobre la reacción del comunismo chileno ante la invasión soviética de Checoslovaquia. Relata que seis semanas antes de la invasión, negaban cualquier posibilidad de invasión y el Diario El Siglo rotulaba de propaganda atlántica el supuesto peligro que se cernía sobre Checoslovaquia. Añade Rojas que los comunistas chilenos veían con buenos ojos las reformas que deseaban implementar los checos. 

Por ejemplo, como muestra Rojas, El Siglo publicó un artículo del español Santiago Álvarez quien veía en el proceso de reforma una “renovación” y citaba las palabras de Dubček, en cuanto a que se quería alcanzar una democracia verdaderamente socialista fundamentada en los principios del marxismo-leninismo. Una vez producida la invasión, el PC se cuadró con la URSS y comenzó una férrea defensa y justificación de la invasión de Checoslovaquia. Los argumentos eran los clásicos: conspiración, presencia de elementos reaccionarios que amenazaban la unidad del socialismo. 

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