3/5-Fanáticos y Creyentes (por Jan Doxrud)

 El fanático, por su parte, desprecia las «situaciones abiertas». Puede que el fanático ni siquiera conozca ese tipo de situaciones. Siempre tiene una necesidad imperiosa de saber cuál es «la última palabra»; cuál es la conclusión inevitable; cuándo llegaremos al «cierre del círculo». 

 Amoz Oz. Queridos fanáticos

3) Fanáticos y Creyentes (por Jan Doxrud)

Un punto que es necesario aclarar es que aquí no se está defendiendo la falacia de oponer razón y emoción. El problema del fanático no radica en ser emocional e irracional. Es más, el fanático actúa racionalmente, es decir, su actuar es coherente con su creencia. Pero aquí habría que diferenciar entre una racionalidad lógica y otra racionalidad material que atiende más al contenido de esa creencia, de lo contrario la racionalidad se divorciaría de la ética y tendríamos que validar otras racionalidades como la racista (nazismo) o la clasista (comunismo). 

La emoción es parte del ser humano puesto que constituyen   un conjunto de respuestas neuroquímicas y hormonales que nos predisponen a reaccionar de cierta manera ante un estímulo externo. Un ser puramente racional sin emociones no podría desenvolverse de manera correcta en su vida diaria. Por edne, como bien afirma la filósofa española,  Victoria Camps,  las emociones no son no buenas ni maslas, sino que adecuadas o no. Lo omportante es saber gobernar las emociones y, como bien señala la misma autora:

“(…) la pasión pura y desbocada, sin el criterio racional, es mal soporte para la acción colectiva que busca el bien común. Los sentimientos en la vida pública son tan necesarios como peligrosos. Por eso hay que apelar al discernimiento”.

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Así hay que alejarse de aquella postura extrema que idealiza y romantiza las emociones como si estas, en sí mismas, fuesen la expresión de lo más puro que hay en el ser humano, no contaminado por la “fría racionalidad” (otro término falaz). No me extenderé sobre esto ya que he dedicado un artículo al concepto de racionalidad, pero conviene dejar claro que hay una falsa dicotomía cuando hablamos de razón y emoción, y cometemos un error en absolutizar una por sobre otra. 

Así, como señala Camps, lo contrario de las emociones no es la razón, sino que la “apatía”, es el no sentirse afectado. El problema con el fanático es que no sabe gobernar sus emociones y, peor aún, condena a la razón, la lógica y las evidencias, tachándolas de frívolas y como un estorbo al flujo de emociones que constituye la fuente a partir de la cual el fanático guía su acción. En suma, frente al tema de la razón y las emociones, Camps propone 2 ideas a saber:

1) Las emociones son relevantes como motivación del comportaiento humano.

2) Es necesario que las emociones y sentimientos puedan amoldarse a las directrices de la razón

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Cabe mencionar que emociones y sentimientos no son sinónimos.  En el caso de los sentimientos, se da una valoración consciente de la emoción y de la experiencia subjetiva en general. Así, los sentimientos pueden expresarse, por ejemplo, por medio en pinturas, esculturas o poemas

El frenesí de emociones descontrolados y no sometidas a estándares de racionalidad mínimos fue el caso de la Alemania nazi. Como explica el sociólogo de la Universidad de Harvard, Charles Lindholm, Hitler era une experto en utilizar las “técnicas del frenesí” lo cual era una combinación de las habilidades oratorias de Hitler sumado al fenómeno propio de las dinámicas de masa y su efecto desindividualizador (que no abordaré en este escrito). 

El autor cita palabras de un participante quien relata cómo se sentía atraído por la fuerte voluntad de Hitler y la pasión de su sinceridad. Esto generó una exaltación tal que se podría asemejar a una “conversión religiosa” relata el testigo. Pero el hecho es que Hitler y sus colaboradores sabían explotar la dimensión emocional y sentimental de los alemanes y todos las concentraciones realizadas estaban diseñadas para ello. 

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El drama, el ritual y la espectacularidad eran parte del escenario, los cuales tenían la repercusión deseada en las masas de alemanes. Como acertadamente comentaba Serge Moscovici, las multitudes sienten una necesidad constante de coherencia mental y de certidumbre afectiva. Lo anterior no es en sí mismo negativo, pero las pasiones desbocadas e incontroladas pueden llevar a mal puerto como nos ha demostrado la historia.

El punto es que  la doctrina dota al creyente de seguridad así como de un sentido de seguridad y autoestima. Después de todo, ya todas las respuestas están respondidas y no hay incertidumbres que despejar. Como señala Hoffe, el verdadero creyente, al estar en posesión de la verdad absoluta, se encuentra dotado de una estructura de conocimiento para toda la eternidad. Ahora bien esta supuesta confianza y sentido de superioridad moral e intelectual del fanático es solo una ilusión. Por su parte, Fedrico Javaloy añade que el fanático no busca comprender la realidad sino que busca someterla a sus sistema cerrado de pensamiento. Esto se denomina totalismo o la tendencia a absorber cualquier realidad dentro del propio sistema cognitivo.

Así el racismo de  Hitler  hacía que él y sus seguidores percibieran  en todos lados una abstracta y etérea conspiración judía. Los comunistas filtraban cualquier suceso bajo el filtro de la lucha de clases y las  feministas creen ver en todos los problemas que afectan a la mujer como resultado de la acción de un imaginario patriarcado omnipresente desde tiempos inmemoriales. Así cada uno de esto grupos  creyó haber alcanzado el punto de vista privilegiado a partir del cual han descifrado los secretos de la historia y hacia donde se dirige esta (así, para los comunistas, siguiendo el Manifiesto, toda la historia humana no era más que la historia de la lucha de clases). 

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Los  racistas creerán que los problemas que subyacen a todos los demás problemas son de tipo racial, los ecologistas lo reducirán a una lucha entre los seres humanos y la naturaleza y las feministas fanáticas creerán,siguiendo a Fridrich Engels, que lo que subyace a la lucha de clases es la lucha entre sexos. En palabras de Javaloy, el pensamiento totalista resulta altamente gratificante por constituir una especie de panacea para el fanático, puesto que ya no existen más dudas ni preguntas a las cuales hay que responder, puesto que la “Verdad” ya ha sido revelada. Como bien señala Camps en su libro “Elogio de la duda”, los fanáticos no dudan, lo que los hace inmunes a las razones y no contemplan la autocrítica ni les interesa la crítica externa. De esta manera, señala la misma autora, el fanático no admite el diálogo puesto que parte d una serie de premisas cerradas a cualquier concesión.

A partir de esta revelación el fanático se siente con la autoridad de actuar bajo su propio código ético que en este caso es, tal como lo señaló Max Weber, la ética de la convicción

Como explicaba el sociólogo, esta clase de ética  se rige únicamente por principios morales y donde siempre y por encima de todo, se debían respetar tales principios, como por ejemplo “decir la verdad”, independientemente de las circunstancias.  Por otro parte,  Weber se refiere a la ética de la responsabilidad la cual considera que el criterio último para decidir y orientar la acción, ha de fundamentarse en la consecuencia de la acción. En otras palabras, la verdad sigue siendo el principio moral de referencia, pero no se puede aplicar de forma automática. Por ende aquí no debe existir necesariamente una dicotomía absoluta de entre ambas éticas, puesto que estas ae encuentran entremezcladas. De lo que se trata es la mesura y la justa medida, tal como sucede con el tema de la racionalidad y las emociones

Max Weber

Max Weber

Pero toda esta verdad esta encubierta bajo un lenguaje propio del fanático y que gusta escuchar también a los demás fanáticos. Javaloy explica que el lenguaje se caracteriza por ser simplista, reduccionista, por exagerar los problemas y distorsionar la realidad. Sumado a esto tenemos que el contenido lexicográfico es poco diversificado y muy repetitivo. Ejemplo de esto son los escritos de Lenin, con su estilo dogmático (de quien escribe desde la verdad absoluta), agresivo y en donde en lugar de debatir y demostrar sus argumentos, se concentra en destruir la imagen de su adversario por medio de descalificaciones. Vinculado a esto, está la ya mencionada mentalidad maniquea que reduce el mundo a un combate entre las fuerzas del Bien, representada por el fanático, y las fuerzas del “Mal”.

Tenemos el “Gran Satán” de Jomeini, la conspiración judeo-bolchevique de los nazis, la conspiración del capitalismo internacional o del patriarcado etéreo y omnipresente, el cual solo es percibido por algunas feministas privilegiadas. Pero el pensamiento dicotomizador es uno propio de este tipo de estructuras mentales, como lo es la del fanático. Y tiene que ser así, ya que presenta un panorama simple, claro y coherente, fácil de entender. Junto a este pensamiento dictomizador tenemos también su complemento, esto es, el  uso  indiscriminado de estereotipos  en donde  al individuo se lo encierra en alguna categoría: la clase social, un grupo étnico, género, nacionalidad, etc. Ejemplo de esto es el actual “fanatismo identitario” encarnado en la “identituy politics”

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Así, es usual escuchar hablar del “macho opresor”, de “los afroamericanos”o del “pueblo mapuche” como si todos los individuos pertenecientes a estas categorías fuesen una masa homogénea. Por ende, el próximo paso es el individuo que cree hablar o ser portavoz de una de estas categorías, como es el caso del  concepto de “pueblo” que no es más que una construcción intelectual en donde cada individuo lo diseña a su imagen y semejanza. Pero siempre donde hay un puebo existe como contraparte un “no pueblo” o, peor aún, un anti-pueblo”. ¿Por qué razón? Porque tales personas no encajan en el concepto pre-dideñado de pueblo. Así Hitler tenía su propia concepción de pueblo (volk), al igual que Mussolini y Stalin.

Como acertadamente apunta Hoffer el fanático se encuentra siempre incompleto e inseguro, puesto que no puede generar confianza en sí mismo a partir de sus recursos individuales, es decir, a partir de su yo rechazada. Por lo tanto esta confianza sólo la encuentra “aferrándose apasionadamente a cualquier cosa a la que abraza”. Tal apego apasionado, comenta Hoffer, constituye “la esencia de su ciega devoción y religiosidad, y lo ve como la fuente de toda virtud y fortaleza”.

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Como señalé anteriormente, a propósito de Lenin, en estos movimientos de masas caracterizadas por estar compuestos por fanáticos, existe una suerte de jerarquía en donde se distinguen algunos teóricos e intelectuales quienes dirigen a las masas. Además, como añade Hoffer, son estas “personas de palabra” – pero también de acción como lo fue Lenin o Trotsky – las encargadas de denunciar y de socavar las instituciones existentes, así como también de “familiarizar a las masas con la idea de cambio, y de conseguir receptividad hacia una nueva fe”. Tales hombres de palabras pueden ser intelectuales, sacerdotes, estudiantes, artistas o profesores.

Fin parte 3

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