4/4-Libro: Cynical Theories (por Jan Doxrud)

Otro autor citado es Dan Goodley, para quien el  diagnosticar, tratar y curar discapacidades serían “prácticas cínicas, dependientes de suposiciones “capacitistas” corruptas y sostenidas por un “sistema neoliberal”. Así ya vemos que el tema de la discapacidad comienza a mezclarse con posturas propias de la izquierda cuando se incluye innecesariamente el, por lo demás, difuso concepto de “neoliberalismo” (al final dejaré mis artículos destinados a este concepto).

No bastando esto Goodley afirma  que “la autonomía, la independencia y la racionalidad son virtudes deseadas por el capacitismo neoliberal”. Bienvenidos nuevamente el polilogismo que ya no se basa en la clase social o en la etnia, sino que en las discapacidades en donde el esquizofrénico no padece ninguna enfermedad, sino que opera bajo una lógica y racionalidad distinta a la de los demás y que es igualmente válida y aceptable.

El lector quizás ya habrá inferido otra idea preocupante y es que quien padece alguna discapacidad no debería recibir ninguna ayuda para poder insertarse a la sociedad. Aquí los autores traen a la palestra a Fiona Campbell y su escrito “The Production of Disability and Abledness”. Aquí los autores citan un pasaje en donde Campbell señala que  la característica principal de un punto de vista “capacitista” (“ableism”) es la creencia de que el deterioro o la discapacidad – de cualquier tipo – es “inherentemente negativo” y, si se puede, entonces se mejorará, curará o incluso eliminará.

Lo anterior sería una suerte de deseo inconsciente de que los discapacitados no existieran, de manera que esta mirada condescendiente o incluso de genuino interés de mejorar las condiciones de los discapacitados no serían más que prejuicios que deben ser eliminados. Lo contradictorio es que Pluckrose y Kindsay citan a otro autor, Joseph Shapiro, quien en su libro “No Pity: People with Disabilities Forming a New Civil Rights Movement” critica incluso a quienes ven a las personas discapacitadas como si no lo fueran. Incluso establece una desconcertante analogía en donde señala que el caso anterior se asemejaría a alguien que hubiera intentado halagar a un hombre negro diciéndole: "Eres la persona menos negra que he conocido". Por ende, si quieres ayudar a un discapacitados serás criticado y si lo ves como un ser humano más cuya identidad no se reduce a su discapacidad serás también criticado.

Aquí no se trata de aceptar que tienes algún tipo de discapacidad y convivir con esta, sino que de reafirmarla a tal punto, como señala Shapiro, de como lo hacen los homosexuales con el “gay pride”.

Para  Pluckrose y Lindsay resulta ser problemático el hecho de que los activistas deseen asumir, por un lado, una discapacidad como una identidad con fines de celebración o empoderamiento político pero, por otro lado, no desean que los médicos los etiqueten.

No bastando esto, incluso critica a aquellos discapacitados que han internalizado el paradigma del “capacitismo” (ableism). Esto no debe sorprendernos ya que es propia de la visión binaria y maniquea que mencioné anteriormente. No solamente se definen los polos opuestos (simplistas que pasa por alto que las sociedades son complejas), sino que también el polo que es víctima es obligado a pensar, sentir y actuar de una determinada manera (como lo dicta cierta élite académica).

Así, dentro del marxismo el proletario no podía mostrar admiración por el sistema de libre mercado o siquiera aspirar a mejorar su estándar de vida puesto que sería rotulado de “desclasado” (enemigo de clase o enemigo del pueblo), es decir, un traidor a su clase “proletaria” (que no es más que una abstracción grotesca). En el caso del feminismo, algunos de estos grupúsculos criticarán y calificarán de “mujer patriarcal” a aquella que no comulgue con sus postilados. Lo mismo sucede con Campbell, los discapacitados deben pensar, sentir y actuar como ella lo determine, por lo que deben salir de la “matrix” impuesta por el denominado “ableism”.

Como afirman los autores, este enfoque “obsesionado con la identidad presiona a las personas con discapacidad a identificarse con sus discapacidades, celebrarlas y politizarlas”. Tenemos que, quienes enarbolan las banderas contra los estereotipos, terminan por proceder de la misma manera (tal como sucede en, por ejemplo, el feminismo) puesto que intentan encajar a quien tiene algún tipo de discapacidad dentro de un molde rígido o en una suerte de “lecho Procusto”. Pero sucede que pueden haber personas que quisieran no tener la discapacidad que tienen, u otros que no desean que su identidad se reduzca a su discapacidad y  otros que quieran recibir ayuda de cualquier tipo para poder insertarse de mejor manera en la sociedad.

En suma los autores señalan lo siguiente sobre los “disability studies”

(…) los estudios y el activismo sobre la discapacidad no hablan en nombre de las personas que dicen defender e inhiben la capacidad de las personas con discapacidad para obtener los diagnósticos y tratamientos que desean. Además, centrarse en la propia identidad como persona discapacitada puede devaluar otros aspectos de un individuo, lo que podría conducir a una mayor satisfacción y calidad de vida. Dado el problema actual con el aumento de la cultura victimista, que asigna un estatus superior a las identidades marginadas, puede haber una mayor tentación de volverse más discapacitados en lugar de menos y centrarse abrumadoramente en la propia discapacidad. Esto es particularmente preocupante si las personas pueden identificarse como discapacitadas sin un diagnóstico profesional o atención médica. En este sentido, los estudios sobre discapacidad son un fracaso bien intencionado”.

Continuemos con los “fat studies” que con el tiempo se ha establecido como una rama independiente dentro de los estudios de identidad. En este caso, los adherentes a este movimiento defienden la idea de que las percepciones negativas de la obesidad se asemejarían al sexismo, racismo o a la “homofobia”, siendo en este caso particular la “gordofobia”. Si ingresamos a la página de la National Association to Advance Fat Acceptance (NAAFA) podemos leer que la agrupación se presenta como una de carácter interseccional y de justicia social, que busca crear oportunidades para personas de cuerpos grandes  y construir una comunidad para las personas gordas, puesto que todos los cuerpos merecen cuidado, amor y respeto. Respecto a lo anterior, estamos de acuerdo con que todos los cuerpos merecen respeto y que una persona no debe ser discriminada producto de su apariencia física.

El problema con este movimiento es otro y es el ignorar, por ejemplo, que la obesidad está lejos de ser una problemática de índoles estética puesto que es uno de salud. Si al lector le dijese que las personas delgadas no deberían ser juzgadas por su apariencia y que no deberían tampoco ser discriminadas, quizás estaría de acuerdo conmigo. Pero si vemos a una persona con un claro problema que bordea la anorexia, entramos en otro tema diferente puesto que entra en juego la salud de esa persona.

Por ende, en este último caso, no estaríamos siendo “flacofóbico” o “delgadofóbico”, al igual que en el caso de una persona con sobrepeso u obesa no estaríamos siendo “gordofóbicos” puesto que lo que nos preocupa es su salud. Como es sabido, la obesidad y el sobrepeso aumentan la posibilidad de que se den otras afecciones como: enfermedad coronaria, hipertensión, derrame cerebral, osteoartritis o diabetes tipo 2 (y tales enfermedades no son construcciones sociales que podamos deconstruir para que dejen de existir).

Sucede que en este caso sucede algo similar a lo que acontece en el caso de la discapacidad abordado anteriormente. Por ejemplo, si en el caso anterior se hablaba de la opresión producto del enfoque proveniente del “ableism” (capacitismo) ahora el enemigo y propagador de la gordofobia sería el “healthism” y el “nutricionismo”. Junto con lo anterior, tenemos que los “fat studies” se muestran escépticos y contrarios a los discursos médicos sobre el sobrepeso y la obesidad, puesto que se estaría “medicalizando la diversidad humana”. Los autores citan las palabras de Kathleen LeBesco para quien la obesidad se asemeja a la homosexualidad por lo que, como ahora la homosexualidad ha sido reconocida como un fenómeno natural, lo mismo debe suceder con la obesidad.

Esto es claramente una comparación absurda (una orientación sexual versus un estado caracterizado pro una acumulación excesiva de grasa)  y, como señalan los autores, la homosexualidad en sí misma, no es incrementa factores de riesgo que atentan contra la salud de una persona. Sumado a lo anterior, para LeBesco, aquellas personas que piensan que su sobrepeso es efectivamente un problema. estarían siendo víctimas de un condicionamiento que las lleva a aceptar la opresión que se ejerce en su contra.

En suma, Pluckrose y Lindsay afirman  que esta forma de activismo  es potencialmente peligrosa tanto para las personas que sufren de obesidad (que pueden llegar a rechazar cualquier tratamiento), sino que también para la comunidad médica puesto que médicos, cientficos e investigadores “podrían sentirse intimidados a la hora de proporcionar información objetiva a las personas obesas, lo que limitaría la capacidad de las personas obesas para tomar decisiones informadas sobre su salud”.

Para ir cerrando abordemos el capítulo 10 en donde los autores proponen una alternativa a la ideología de la “Justicia social” (Social Justice Ideology). Esta alternativa es el liberalismo el cual contrastan con lo que denominan “Theory” que se refiere a aquel conjunto de ideas que subyace a la nueva ola posmoderna.  Para los autores, el liberalismo se encuentra en las antípodas del nuevo posmodernismo por una serie de razones. En primer lugar, para el liberalismo podemos aprender algo de la realidad más o menos de manera objetiva, mientras que el posmodernismo rechaza tajantemente tal posibilidad.

En segundo lugar, señalan que el liberalismo es partidario de las categorizaciones precisas (mo las considera intrínsecamente como opresoras), así como también de la  claridad de comprensión y exposición. En cambio, el posmodernismo  desdibuja o difumina los límites y “borra las categorías, mientras se deleita con la ambigüedad fabricada”. En tercer lugar, para el liberalismo existen valores humanos individuales y universales, mientras que el posmodernismo rechaza ambas, y se decanta a favor de la identidad grupal y la política de identidad. En cuarto lugar, si bien el liberalismo de izquierda tienden a favorecer a los desvalidos, el liberalismo en general centra la dignidad humana y no se central en el victimismo como es el caso de posmodernismo moderno.

En quinto lugar, el liberalismo fomenta el desacuerdo y el debate como medio para llegar a la verdad, mientras que en el ambiente “Social Justice” prevalece la intolerancia y el dogmatismo, especialmente hacia aquellos discursos que huelen a occidentalismo, hombre blanco o patriarcado. Unido con este quinto punto está el hecho de que el liberalismo cree en el progreso y no ve a sí misma como una doctrina perfecta, lo que se traduce en que permite el disenso en su interior. Por último para el liberalismo la racionalidad, la lógica y la ciencia no son patriarcales, heteronormativas u occidentales, puesto que son patrimonio de la humanidad. Es por ello que la relatividad general es cierta independiente criterios étnicos, religiosas, de sexo, ya que la ciencia, si bien es un lenguaje especializado, es universal.

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2/6- Sexo…Género…¿de qué estamos hablando?

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