3/3-Pensamiento crítico ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)

3-Pensamiento crítico ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)

Paul y Elder también destacan otro aspecto importante y que guarda relación con las características o virtudes de un pensador crítica: entereza intelectual (vs la cobardía), empatía intelectual (vs la estrechez), la autonomía intelectual (vs conformismo), integridad intelectual (vs hipocresía), perseverancia intelectual (vs pereza), confianza en la razón y evidencias e imparcialidad intelectual, y por último la humildad intelectual (vs arrogancia).

Dos autores que han abordado este último aspecto son los mencionados al comienzo – Howard Gardner y Adam Grant –  específicamente el fenómeno de cambiar de opinión, lo cual implica también las otras virtudes intelectuales propias de un pensador crítico.

Comencemos con el psicólogo Howard Gardner, quien es John H. and Elisabeth A. Hobbs Research Professor of Cognition and Education en la Graduate School of Education de la Universidad de Harvard. Me referiré específicamente a su libro titulado “Mentes flexibles. El arte y la ciencia de saber cambiar nuestra opinión y la de los demás” (2004). De acuerdo al autor, el fenómeno del cambio mental es una de las experiencias menos estudiadas e incluso menos comprendidas. Esto no es un tema menor puesto que muchas personas se desenvuelven en escenarios en donde tienen que cambiar la mentalidad de otros como pueden ser los psicoterapeutas, docentes, políticos, intelectuales, etc.

En su libro Gardner aclara que no aborda cualquier cambio mental sino que aquellos que podemos considerar como significativos. Con esto, el autor se refiere a aquellas situaciones en donde “una persona o un grupo abandonan su manera habitual de concebir una cuestión significativa y, en lo sucesivo, la conciben de otra manera”. Una segunda aclaración del autor es que aborda aquellos cambios mentales que se dan de manera consciente, producto de fuerzas claramente identificables y no fruto de la manipulación sutil. Una última clarificación es que no aborda aquellos cambios que son resultado de la coacción, del engaño y la manipulación.

Sobre el fenómeno del cambio mental, Gardner destaca la importancia de la introspección, la metacognición y la inteligencia intrapersonal. En relación con este último concepto, el autor explica que supone un buen conocimiento de uno mismo, es decir , nuestra capacidad de identificar y evaluar nuestras virtudes y defectos, cuáles son nuestros objetivos y cómo alcanzarlos , por qué reaccionamos de cierta manera ante ciertos acontecimientos, etc. A esto añade el autor: “En resumen, supone tener una imagen mental precisa de uno mismo como ser humano (solo o en compañía de otros) y la capacidad de contemplar esta imagen mental para modificarla si es necesaria”.

De acuerdo con Gardner, los promotores del cambio mental eficaces son capaces de desarrollar un modelo mental preciso de su propia mente, pero hay que tener en consideración que, si bien existen elementos comunes que nos ayudan a aprender, existen otros más idiosincráticos, es decir, propios de una persona en particular. Por ende, a la hora de querer cambiar la opinión de otras personas, debemos tener en consideración las características de nuestro interlocutor. En virtud de lo anterior, Gardner explica que aquel que busca cambiar la mentalidad de otra persona debe situar a esa persona dentro de un espectro. Por ejemplo, algunas personas se situarán en la parte más racional y lógico del espectro, mientras que otros en la parte más emocional, por lo que la evidencia y la lógica pueden no resultar suficiente.  Así, se da la paradoja de que la evidencia no demuestra que la gente cambia de opinión cuando se le enfrenta a una idea contraria que está sólidamente fundamentada…con evidencias. En suma, racionalidad, validez formal y material no son, en algunos casos, suficientes.

Para cambiar la mentalidad de los demás debemos tener en consideración las características de esa persona en particular. También debemos ser conscientes también de si acaso somos más receptivos a discursos lógico-racionales o si, por el contrario, somos más emocionales, susceptibles a las historias y relatos, y más reacios a dejarnos persuadir por estadísticas y números. Es por ello que Gardner señala que, quien desea cambiar la mentalidad de otros, debe abandonar el egocentrismo o dicho de otro modo, se debe adoptar una empatía intelectual. En suma, lo que Gardner hace en su libro es identificar la variedad de agentes y medios del cambio mental, los instrumentos que estos tienen a su disposición y siete factores que determinan si tendrán o no éxito.

En lo que respecta a los 7 factores o “palancas” del cambio mental tenemos que el primero es el uso de la razón, es decir, el enfocar de manera racional los problemas, sopesar evidencias y llegar a una conclusión general. En segundo lugar tenemos la investigación y la recopilación de datos. La tercera es la “resonancia”, que viene a ser el componente afectivo y que guarda relación con cómo resuena una idea o perspectiva en una persona. El cuarto son las redescripciones. representacionales y que se refieren a las diversas formas en que puedo representar una idea, ya sea por medio de gráficos de diverso tipo, por medio de una metáfora, una pintura, colores o números.

En quinto lugar tenemos los recursos y recompensas, y en sexto lugar los sucesos del mundo real. Esta sexta palanca se refiere a aquellos sucesos que afectan a muchas personas y que tienen como consecuencia un profundo cambio mental (por ejemplo, la pandemia o la guerra en Ucrania). La última palanca se refiere a las resistencias que obstaculizan el cambio mental, como puede suceder a aquellas personas que atraviesan una crisis existencial vinculada, por ejemplo, con sus creencias en materia religiosa. Suele suceder que existen ideologías políticas o creencias religiosas fuertemente arraigadas que constituyen un fundamento de nuestra identidad y que le da un sentido a nuestra vida y a nuestra visión de mundo. Así, resulta muy complejo abandonarlas debido al “coste” psicológico y emocional, así como también al hecho de tener que reconocer que estaba equivocado y que dediqué años a creer en un ideal errado

En suma, para Gardner el cambio mental supone la transformación de representaciones mentales, las cuales tienen contenidos que pueden ser ideas, aptitudes, conceptos o teorías sobre cómo opera el mundo. Tal contenido se puede expresar o exteriorizar por diversos medios y, a su vez, se pueden interiorizar por medio de un lenguaje mental u otra inteligencia como la intrapersonal.

Pasemos ahora a examinar las ideas de Adam Grant– psicólogo organizacional y académico en la Wharton School de la Universidad de Pennsilvania – quien publicó un muy interesante libro titulado “Piénsalo otra vez. El poder de saber lo que no sabes” (2022). En el prólogo el autor nos explica que, por lo general, las personas piensan que mientras más inteligente sea alguien, más fácil le será resolver problemas y encontrará soluciones con mayor facilidad. Pero sucede que existe otra capacidad cognitiva que puede llegar a ser más importante y que es el tema medular de su libro (y una característica de los pensadores críticos): reconsiderar las cosas y olvidar todo lo aprendido.

Sumado a esto, Grant afirma que la capacidad intelectual no garantiza la destreza mental. Esto es algo que ya mencionamos anteriormente y es que incluso aquellas personas que consideramos como “inteligentes” o “brillantes” – por ejemplo un físico o un matemático – pueden ser presas de prejuicios, estereotipos y creencias infundadas.  El mismo Isaac Newton dedicó la mayor parte de sus escritos a temas relacionados con la alquimia, ocultismo y profecías. Es por ello que el escritor y escéptico Michael Shermer (autor del libro titulado Why people beleive in. weird things?) señaló que  las personas más inteligentes son mejores para racionalizar las malas ideas (y no es de extrañar, ya que tiene mayores recursos intelectuales para hacerlo).

Por ende, no es de extrañar que personas con estudios universitarios, influyentes académicos e intelectuales llegaran a apoyar y a ser cómplices (en distinto grado) de regímenes totalitarios como Josef Mengele en los campos de concentración, un Martin Heidegger o un Carl Schmitt desde la academia. Incluso puede que en esta clase de sujetos sea más difícil que reconsideren sus ideas y admitan que estén equivocados, y que sean propensos a racionalizar aún más sus creencia erróneas.

Más recientemente tenemos el caso de la entrevista del periodista Jorge Ramos a Jared Taylor, un racista sin tapujos y supremacista blanco. Ahora bien, si vemos la trayectoria de vida e intelectual de Taylor, tenemos a un hombre que nació en Japón y que habla aquel idioma, y que cursó estudios en prestigiosas instituciones en Estados Unidos (Yale) y Francia (Science Po). No obstante lo anterior, Taylor defiende ideas abiertamente racistas y tiene una concepción jerárquica de la humanidad, jerarquía basada en los rasgos que serían “propios” de cada raza, por ejemplos, en términos intelectuales o morales.

Otra idea en el libro de Grant es la que denomina como “avaricia mental”, esto es, el preferir “aferrarnos a nuestros viejos puntos de vista antes que sumir la dificultad de esforzarnos por encontrar otros nuevos”. Sumado a esto, el autor señala lo que mencionamos anteriormente y es que los seres humanos buscan dar orden a lo caótico y están constantemente tratando de dar sentido a los fenómenos sociales . Somos seres que buscamos constantemente patrones para dar sentido e intentamos no dejar cabos sueltos en lo que respecta a la red de nexos causales.

En relación con esto, Grant explica que cuestionarnos a nosotros mismos hace del mundo un lugar más impredecible obligándonos a reconocer que la realidad es cambiante. De acuerdo con lo anteriormente señalado, hace falta introspección, metacognición y humildad intelectual para poder llevar a cabo ese arduo proceso que es el cambiar de opinión. Para ello es importante pensar como científico, esto es,  adoptar unas gafas que nos permitan analizar y evaluar de mejor manera nuestras creencias.

Como explica el autor, lo anterior implica no encerrarse en otros tres roles que solemos adoptar en nuestra vida diaria. El primero es el “modo predicador” que es cuando nuestras creencias más sagradas y que son parte nuestra identidad son cuestionadas, lo que  tiene como consecuencia el que nos limitemos a defender a toda costa nuestra postura (puesto que está en juego una creencia profundamente arraigada y vinculada a nuestro ser). El segundo es el “modo fiscal” que es cuando sometemos a un análisis y evaluación el razonamiento de los demás para demostrar que son débiles o que están equivocados. Por último tenemos el “modo político” que es cuando queremos ganarnos al público por medio de diversas estrategias de persuasión. Ahora bien, cabe aclarar que estas tres modalidades en sí mismas no son negativas. Como señala Grant, existen situaciones en las cuales predicar, fiscalizar y politiquear pueden tener sentido

Volviendo a la “modalidad científica”, tenemos que esta nos invita a estar abiertos para reconsiderar nuestras creencias – incluso esas más arraigadas – a la luz de las evidencias y estar dispuesto a abandonarlas si es necesario. El enfoque científico no es exclusivo de quienes estudiaron química o física, e incluso puede suceder que científicos de profesión no apliquen el pensamiento crítico en contexto que sobrepasan su área de expertise. En suma, el enfoque científico nos sitúa en lo que Grant denomina como el “ciclo de la reconsideración” a saber: humildad-duda-curiosidad-descubrimiento-humildad, etc. Este se opone al llamado “ciclo de la autosuficiencia” marcado por el orgullo, exceso de convicción, sesgos de confirmación y deseabilidad. En palabras de Grant:

“Si estamos predicando, no podemos ver las lagunas de nuestros conocimientos: creemos que ya hemos encontrado la verdad. El orgullo alimenta la convicción, no la duda, los que nos acaba convirtiendo en fiscales: mientras nos obsesionamos por cambiar las opiniones de los demás, las nuestras permanecen petrificadas”.

Por ende, se trata de no caer en uno de los dos extremos, siendo uno la convicción absoluta que no nos invita a cuestionarnos nada, que es la mentalidad propia de los fanáticos como ya lo he explicado en otro artículo. El otro es la inseguridad y el no tener convicción alguna en lo que creemos y confianza en cómo razonamos. Para ello se hace necesario suprimir lo que Grant denomina como “ego totalitario”, el cual ejerce un control implacable sobre lo que pensamos y creemos, e impide la entrada de información que pueda llegar a cuestionar aquellas creencias más profundas que tenemos, puesto que pondrían en peligro nuestra propia identidad.

Aquí entramos en un tema delicado puesto que no hablamos de cualquier creencia, sino que de aquellas que nos definen como persona y que, por ende, tenemos un gran apego. Grant cita el caso del célebre psicólogo Daniel Kahneman quien, en conversación con el autor, le señaló que equivocarse era para él la única forma de saber que estaba aprendiendo algo y que el apego a sus ideas es algo provisional, de manera que no siente un amor incondicional por ellas. Desarrollar tal actitud no es fácil – especialmente cuando entramos en el terreno de la política y la religión – puesto que demanda de nosotros el que las creencias no sean parte de nuestra identidad.

Finalicemos con la siguiente afirmación de Sócrates dirigida a su interlocutor Gorgias:

“Soy de aquellos a los que les gusta que se les refute cuando no dicen la verdad; de los que les gusta también refutar a los demás cuando los demás se separan de lo verdadero, y que tienen, por consiguiente, igual complacencia en verse refutados que en refutar. Tengo, en efecto, por un bien mucho mayor el ser refutado, porque verdaderamente es más ventajoso verse uno libre del mayor de los males que librar a otro de él; porque no conozco en el hombre un mal mayor que el de tener ideas falsas sobre la materia que tratamos”.

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