2/9-Hablemos de educación (por Jan Doxrud)

La decadencia que viene sufriendo la enseñanza desde hace treinta años es consecuencia de una opción deliberada, según la cual la escuela no debe tener por función transmitir conocimientos

 Jean-François Revel. El conocimiento inútil

En todas las épocas, pero sobre todo desde que ha penetrado en todas las capas sociales la instrucción obligatoria, el pedagogo ha cumplido esa función de intérprete que proporciona a cada generación la traducción condensada del estado de los conocimientos y de los valores en un momento dado. Pero todo traductor, como se sabe, puede mostrarse infiel al texto original, y los pedagogos no se han privado nunca de modificarlo en función de sus prejuicios y de la misión educadora que se conferían a sí mismos.

 Jean-François Revel. El conocimiento inútil

2) Hablemos de educación (por Jan Doxrud)

Tenemos a otros autores que directamente han tratado a estas escuelas pedagógicas de “sectas” como es el caso de la española  Mercedes Ruiz Paz o  la sueca Inger Enkist e incluso de “totalitarias” (que aspiran a una formación “integral” que incluye afectos y sentimientos, desbordando así los márgenes de la instrucción) como es el caso del filósofo español  José Sánchez Tortosa.  Este último autor en su libro “ El culto pedagógico. Crítica del populismo educativo”, señala que la “Nueva Pedagogía” es una moda y, como toda moda, es al menos tan vieja como aquello que pretende superar. Añade que esta “Nueva Pedagogía” se ha erigido en una especie de religiosidad oficial en los tiempos del psicologismo y subjetivismo narcisista. Añade el mismo autor:

Como toda fe, una liturgia consagrada recubre su vacío y satura los centros de enseñanza. El culto pedagógico ahoga las posibilidades de adquirir conocimientos y desarrollar los rudimentos de la lógica, confinados a los márgenes de la heroicidad escolar o los colegios de elite”.

Continúa explicando Sánchez que la pedagogía se ha transformado en una máscara institucionalizada de un abuso gnoseológico y que, como discurso o  retórica, “se construye sobre el vacío de contenido (material) y el tejido de una jerga (formal) hecha de pseudoideas y términos que no designan nada por carecer de definición precisa”.

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Ricardo Moreno Castillo  también se refiere a este carácter sectario de ciertos pedagogos en su libro titulado “La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza”. Moreno, apelando a su propia experiencia, destaca la tendencia de estos pedagogos a apelar a la falacia ad hominem en contra quienes discrepan con sus ideas. En palabras del autor:

(…) pero sí señalaré que el argumento ad hominen contra quien disiente por parte de los partidarios de la pedagogía ya denuncia a ésta como falsa ciencia. Este género de argumentos, por llamarles así generosamente, el de cuestionar a quien disiente, es muy propio de todos los absolutismos”. 

Junto a lo anterior está la carencia de pruebas que respalden la efectividad de sus ideas. A pesar de reconocer que las reformas en materia educativa no han dado el resultado esperado, estos pedagogos esgrimirán una serie de razones para eludir cualquier responsabilidad, por ejemplo, el que los profesores no han sabido adaptarse. Frente a esta clase de argumentación comenta el autor:

“(…) si el éxito de un experimento depende de la mentalidad de quienes lo llevan a cabo, ,ese experimento es invulnerable a la crítica científica. Precisamente esas llamadas al cambio de mentalidad denuncian a la pedagogía como una falsa ciencia. Yo puedo escuchar a quien argumenta contra mis ideas, y si sus razones me convencen, cambio mis ideas”. 

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En la misma linea la hispanista y académica de la Universidad de Lund,  Inger Enkvist, en su libro “La buena y mala educación”, explica que esta nueva pedagogía”, tal como fue implantada en Suecia, es una que pone en el centro la igualdad y la inclusión. En virtud de esto, la nueva pedagogía ha liberado alas aulas de la transmisión del conocimiento, enfocándose principalmente  en aprender una serie de métodos, con la consecuencia nefasta de cortar el vínculo entre enseñanza y aprendizaje (favoreciendo el segundo). Enkvist nos proporciona en el mismo libro algunas características de esta nueva disciplina, tal como fue implantada en Suecia:

1) El trabajo  se enfoca más en el método de estudio que en el contenido, de manera que, supuestamente, “aprender métodos resulta un atajo para los alumnos”.  Así, la autora explica que, en lugar de llenar con detalles innecesarios el cerebro de los estudiantes, estos se hacen con instrumentos para resolver dudas en el futuro. Lo más grave es que lo anterior tiene fuertes repercusiones en la formación del profesorado, puesto que estos se enfocarán más en “cómo enseñar” que en aprender y dominar su disciplina (los contenidos). De acuerdo a la autora, durante décadas ha disminuido el interés de los mejores estudiantes por la carrera docente debido, entre otros factores, a que la formación sueca pone mucho énfasis en la teoría pedagógica y menos en las materias que el futuro docente va a enseñar.

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2)  Aprender se redefine como que el alumno debe estar activo y libre“construyendo sus propios conocimientos”. Así, se cuestiona y se termina por separar el vínculo entre enseñanza y aprendizaje, privilegiando el segundo por sobre el primero. Junto a esto no se da prioridad a la enseñanza de ciertos conocimientos puesto que “el centro de la nueva pedagogía pasa a ser la expresión de la propia personalidad del alumno tal como se muestra a través de diferentes proyectos”.

3) La nueva pedagogía  no se centra en los conocimientos, por lo que los profesores pasan a ser “simples organizadores de la jornada escolar”. La consecuencia de lo anterior, señala Enkvist es que la nueva pedagogía promueve una “antiescuela”. A esto añade la autora:

“En la pedagogía tradicional, el profesor presenta y explica un contenido al alumno, pero el constructivismo convierte al profesor en mero facilitador. El alumno se convierte en el centro del proceso pedagógico y, en vez de aprender una materia,  «aprende a aprender». El profesor debe encontrar maneras atractivas y lúdicas de aprendizaje, despertando la motivación del alumno”.

En una  entrevista dada por Enkvist a el diario “El País” (2018),  la autora es clara en su crítica a la pedagogía actual  y rechaza “mantras” tales como el célebre “aprender a aprender”, puesto que constituye un sinsentido.  Explica la académica sueca que la escuela es un sitio para aprender a pensar sobre la base de los datos, de manera que  insistir en aprender a aprender sin hablar antes de aprendizaje es una falsedad.

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No se puede pensar sin pensar en algo y, sin datos, no hay con qué empezar a pensar. A esto añade:

La satisfacción de la escuela debe estar vinculada al contenido: entrar en una clase y que te cuenten algo que no sabías. Pero hay que saber que para entender algo nuevo hay que hacer un esfuerzo. Además, es fundamental que el maestro nos enseñe a leer y también cómo comportarnos. Es imposible aprender bien sin que haya orden en el aula. Esa es la base principal: comportamiento, lectura y aprecio por el conocimiento”.

En su otro libroRepensar la educación”,Enkvist destaca el carácter de “secta” del “pedagogismo”. Esta idea es original, como señalé, de Mercedes Ruiz Paz y la razón de esto es que tales agrupaciones de pedagogos presentan una serie de rasgos particulares. Por ejemplo, condenan las creencias anteriores, tapizan el mundo educativo con neologismos en donde algunos términos adquieren nuevos significados y, por último, reúnen a sus fieles en sesiones interminables. Enkist también trae a la palestra el fenómeno del “tribalismo”. Este constituye un fenómeno muy común en las universidades, especialmente en el ámbito de la ciencias sociales. 

Aquí, cada tribu se mueve en un mundo hermético, con un lenguaje críptico e ideas (igualmente crípticas) que solo ellos comprenden (y se sienten orgullosos de ello). Hay que resguardarse de que la pedagogía caiga en estas dinámicas y que el “pedagogo[1]” se tranforme en un “demagogo[2]”, que conduzca a los estudiantes por el camino equivocado. Mercedes Ruiz Paz en su libro “Los límites de la educación” explica que los problemas, en materia pedagógica,  comenzaron con la  pedagogía de la década de 1970 y 1980 en donde comenzó un proceso de desinterés por los contenidos culturales y al formación intelectual.

En cambio comezó un interés desmesurado y exclusivo por cuestiones puramente formales de la enseñanza. Al respecto comenta la autora:

“La didáctica y la metodología provocaron entre los teóricos un entusiasmo desmedido más propio del que cree haber hallado la piedra filosofal de la educación que del que explora y pone en práctica los medios mejores y más eficaces para poner a disposición de las nuevas generaciones los saberes propios de nuestra cultura”.

Añade Ruiz Paz que los pedagogos se conducen como si fuesen los adjudicatarios del monopolio de la reflexión sobre la enseñanza. Pero añade que tal monopolio no existe más que en su imaginación y que los aportes profundos en esta disciplina han venido de  la filosofía y la ciencia. El punto de la autora es que los  pedagogos confunden mapa y territorio, es decir, cree que el mapa que elaboran representa el territorio que pretenden describir. Es por ello que Ruiz Paz señala que los pedagogos han sucumbido a la “moda del diseño”. A esto añade:

“El problema empieza cuando el diseñador se pierde y se aparta del fin y del objetivo del objeto diseñado (…) la pedagogía ha perdido de vista cuál es el objeto de la enseñanza, de las instituciones educativas, y los límites de su actuación”

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El problema con cierto “enfoque pedagógico ( o como algunos profesores lo han interpretado) radica en plantear una falsa pugna entre 2 metodologías. Por un lado, tenemos la clase expositiva ,  centrada en los contenidos declarativos, en la transmisión de conocimientos, de carácter verbal, pero que fomenta también el diálogo con los estudiantes Algunos la denominan erróneamente como clase “tradicional”. Por un lado es cierto que tal modalidad tiene una larga tradición, pero es impreciso señalar que cuando hablamos de clase expositiva nos referimos a una clase unidireccional en donde el profesor habla y los alumnos escuchan de manera pasiva (digamos que esta metodología expositiva se ha pulido y optimizado a lo largo de los años). 

Por otro lado,  tenemos otra serie de  metodologías activas  que ponen el énfasis en que sean los alumnos los “protagonistas” de su aprendizaje, que se muestren activos, participativos y demuestre o evidencien sus conocimientos (énfasis en el “hacer” en que el alumno “se vea” que esta haciendo algo. Se pide productividad y obtención de resultados verificables. Incluso se ha adoptado un vocabulario particular: insumos y producto). 

Podemos leer  que los expertos[3]  nos dicen que tal metodología activa implica que el profesor planifica y diseña las experiencias y actividades que son necesarias para la adquisición de los aprendizajes. Sumando a esto está el seguimiento, monitoreo y retroalimentación del proceso. 

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Ideas clave presentes en la explicación que dan estos expertos son las siguientes: 

-El estudiante es responsable de su propio aprendizaje.

-El estudiante comparte experiencias con sus compañeros.

-El estudiante se compromete en los procesos de reflexión sobre lo que hace, cómo lo hace y los resultados que logra” (metacognición) 

-El estudiante desarrolla autonomía, el pensamiento crítico, actitudes colaborativas, destrezas profesionales y capacidad de autoevaluación 

Digamos, de entrada, que esta es una  falsa pugna y, por ende, estamos ante un falso dilema. La metodología es el estudio de un método que podemos definirlo, siguiendo a Mario Bunge, como un procedimiento regular y bien específico para hacer algo. Dicho de otro modo un método es una secuencia de operaciones dirigidas a un objetivo (la misma etimología de la palabra lo revela). Por ende, hay que saber cuándo aplicar dichos métodos y no utilizarlos de manera forzada.

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2/3-Pensamiento crítico ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)

3/3-Pensamiento crítico ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)

[1] Como nos recuerda Sánchez, el pedagogo era quien tenía la misión de cuidar y dar la primera instrucción al niño, de mnaera que este “conductor” de infantes eran, en la antigua Grecia y Roma, esclavos.

[2] Conductor de masas.

[3] Benito, A. y Cruz, A. (2005). Introducción. En A. Benito y A. Cruz (Coords.), Nuevas claves para la docencia universitaria en el Espacio Europeo de Educación Superior (pp.11-20). Madrid: Narc