5/5-Libro: La historia olvidada del liberalismo de Helena Rosenblatt (por Jan Doxrud)

5) Libro: La historia olvidada del liberalismo de Helena Rosenblatt (por Jan Doxrud)

Estas ideas chocaron con el papado de Pío IX, quien publicó la encíclica Quanta cura, junto al “Syllabus errorum complectens praecipuos nostrae aetatis errores”  (Listado recopilatorio de los principales errores de nuestro tiempo). En este último podemos leer un a serie de críticas hacia el panteísmo, racionalismo absoluto, socialismo, comunismo, sociedades secretas, sociedades bíblicas y sociedades clérico-liberales. Como señala la autora, esta postura de la Iglesia solo vino a reforzar la idea de los liberales de que el principal enemigo era el catolicismo. Debemos tener en consideración que en 1854 se había proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción, pero más polémico fue el dogma de la infabilidad papal. Al respecto comenta Rosenblatt:

“Los críticos franceses vieron en este hecho otra afrenta al pensamiento racional y una promoción de la superstición. Al igual que los liberales de otros lugares, lo interpretaron como un ataque contra la soberanía de su nación. El papa parecía estar pidiendo a los católicos que le prometieran lealtad a él y a su Iglesia, en lugar de a su propio país.”

Retornemos a Francia. El imperio de Napoleón III sucumbió tras la derrota frente a la Prusia de Bismarck en Sedán. Pero este suceso generó otra revolución en París, donde trabajadores y mujeres formaron la Comuna, la cual adoptó la bandera roja como símbolo. Ante esta acontecimiento, el gobierno de Thiers aplastó brutalmente a los insurrectos bajo el mando del general McMahon. Tras estos episodios en establecería en Francia la Tercera República (1870-1940). En 1881 y 1882 se promulgaron las Leyes de Ferry sobre educación, en donde se estableció la enseñanza pública laica y en 1905 se logró la separación entre Iglesia y Estado. 

Caricatura que se burla de la inhabilidad papal

Frente a estos avances, el papa León XIII pasó a la ofensiva a través de tres encíclicas. Nobilissima Gallorum gens (1884)  condenaba las leyes educativas antes mencionadas, mientras que la Humanus genus  (1884) en donde lanzaba sus dardos en contra de los masones. Por último la Libertas praestantissimum (1888) aseveraba que aquellos liberales que apoyaban la separación Iglesia y Estado seguían los pasos de Lucifer. También podemos leer en este documento que en realidad la Iglesia católica la verdadera defensora de la libertad: 

“Ahora bien: así como ha sido la Iglesia católica la más alta propagadora y la defensora más constante de la simplicidad, espiritualidad e inmortalidad del alma humana, así también es la Iglesia la defensora más firme de la libertad. La Iglesia ha enseñado siempre estas dos realidades y las defiende como dogmas de fe. Y no sólo esto. Frente a los ataques de los herejes y de los fautores de novedades, ha sido la Iglesia la que tomó a su cargo la defensa de la libertad y la que libró de la ruina a esta tan excelsa cualidad del hombre”.

También se realiza un ataque explícito a los liberales. La razón de esta crítica descansa en el hecho de que los liberales (o liberalismo de primer grado) afirman que  no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que haya que obedecer, de manera que “cada ciudadano es ley de sí mismo”. Esto daría origen a una moral independiente que concede al hombre una licencia ilimitada. La encíclica menciona también un “liberalismo de segundo grado”. Estos liberales reconocen que la libertad, “cuando es ejercida sin reparar en exceso alguno y con desprecio de la verdad y de la justicia, es una libertad pervertida que degenera en abierta licencia”. 

Caricatura que se burla de la inhabilidad papal

Por ende, reconocen la importancia de que la libertad sea dirigida y gobernada por la recta razón, y ·consiguientemente debe quedar sometida al derecho natural y a la ley eterna de Dios”. Existen, por último, los liberales de tercer grado que aceptan el hecho de que las leyes divinas deben gobernar la vida y la conducta de los particulares, más no la vida y la conducta del Estado. A esto añade el documento: “De esta noble afirmación brota la perniciosa consecuencia de que es necesaria la separación entre la Iglesia y el Estado”.

La derrota francesa en manos alemanas también causó una crisis existencial en Francia. ¿Cómo fue posible la humillante derrota ante los prusianos? Los dardos comenzaron a apuntar en diferentes direcciones. Se apuntó al mediocre sistema educativo francés, así como también a la negativa influencia de la Iglesia católica como causa de la humillación nacional. Junto a lo anterior también se analizó la situación alemana que contaba con soldados más fuertes y sanos. En palabras de Rosenblatt:

El ejército francés perdió durante la guerra el equivalente a toda una división a causa de la viruela, y registro un número de enfermos hasta cinco veces superior. El ejército prusiano estaba vacunado, por lo que sufrió muchas menos bajas. Se trataba de una prueba evidente de los beneficios de la intervención pública”. 

De hecho fue en Alemania – donde tuvo sus orígenes el liberalismo protestante – donde surgió un grupo de intelectuales que llevaría a cabo una crítica al laissez-faire, me refiero a la Escuela Histórica alemana (tema que abordé en otro artículo a propósito de la disputa que tuvieron con el austriaco Carl Menger). Algunos de los representantes emblemáticos de este movimiento fueron Bruno Hildebrand (1812-1878), Wilhelm Roscher (1817-1894) y Karl Knies (1821-1898). Al respecto señala Rosenblatt:

A mediados de siglo lanzaron un ataque a gran escala contra las doctrinas laissez-faire. Señalaban que eran demasiadas abstractas y teóricas para ser de utilidad; también que eran inmorales, ya que permitían la explotación de los trabajadores y no hacían nada para remediar la pobreza endémica”.

Karl Knies

 Los miembros de este círculo de intelectuales fueron conocidos como “economistas éticos” o “socialistas de cátedra”. Como vimos, criticaban al laissez-faire desde un punto de vista empírico así como también moral. Desde este último punto de vista criticaban que esta doctrina presentaba una imagen ficticia del ser humano, es decir, como un individuo solitario y egoísta , ignorando así su naturaleza social. La Asociación para una Política Social (1872) tendría una gran influencia en otros países en lo que respecta al rol activo del Estado dentro de la sociedad. 

Bruno Hildebrand

En Francia Rosenblatt destaca la figura del historiador y economista Charles Gide (1847-1932), par quien la derrota ante Prusia había sido, sobre todo, una derrota del laissez-faire. A aquella vertiente del liberalismo que defendía el individualismo, el egoísmo y la competencia los denominó como “ortodoxos” o“clásicos”. En los Estados Unidos destacó la figura del economista Richrad T. Ely (1854-1943), un progresista que, inspirado en la escuela alemana (recibió su doctorado en la Universidad de Heidelberg), demandó una mayor intervención estatal para remediar los males del capitalismo. 

En 1885 Ely junto a otro grupo de economistas fundo en la Asociación Estadounidense de Economía, de la cual fue su primer secretario. Rosenblatt destaca también que la “Cyclopaedia of Political Science, Political Economy and, of the Political History of the United States” anunciaba que estaba “teniendo lugar (…) una rebelión contra la doctrina del laissez-faire, que los alemanes habían demostrado que era totalmente falsa”. Añadía que el Estado estaba forzado moralmente a intervenir en favor de los desamparados y oprimidos.

Avanzando en el tiempo en esta historia del liberalismo, la autora destaca tres figuras centrales. El primero es el economista austriaco Ludwig von Mises (1881-1973), uno de los fundadores de la Escuela Austriaca de Economía. De Mises solo destaca su libro “Liberalismo” (1927) en donde el economista señala que el verdadero liberalismo no había que concebirlo como una doctrina que apuntaba a fines humanitarios. Para el austriaco, el liberalismo solo buscaba la mejora material de la sociedad, de manera que no buscaba instaurar un paraíso en la tierra como sí pretendía el comunismo soviético.

En segundo lugar Rosenblatt menciona al filósofo y pedagogo, John Dewey (1859-1953), para quien existían dos corrientes dentro del liberalismo, siendo la primera una de índole humanitaria y abierta a la idea de la intervención estatal. La segunda, en cambio, estaba representada por el laissez-faire y que tal liberalismo no guardaba relación con el estadounidense. Con esto, Dewey quería dar a entender que el liberalismo estadounidense no predicaba el “evangelio del individualismo”, puesto que propugnaba la “liberalidad y generosidad, especialmente de mente y carácter”. Relacionado con lo anterior, Rosenblatt asevera que el auténtico responsable de que este significado de liberalismo fuera dominante en Estados Unidos fue el presidente Franklin D. Roosevelt. Al respecto señala la autora:

“Como tantos liberales antes que él, Roosevelt reivindicaba la superioridad moral del liberalismo. Decía que los liberales creían en la generosidad y en la conciencia social. Estaban dispuesto a sacrificarse por el bien común. Durante los años que permaneció en el cargo, el presidente Roosevelt habló a menudo de la importancia de la cooperación humana. La fe de un liberal, dijo, era la creencia en la eficacia de las personas que se ayudan mutuamente”.

John Dewey

Hacia el final del último capítulo Rosenblatt menciona la figura de un discípulo de Mises: Friedrich Hayek (1899-1992). Destaca principalmente la importancia y difusión de sus ideas a través de su éxito de ventas “Camino de servidumbre” (1944). Hayek desarrolla en múltiples obras sus ideas sobre el liberalismo, pero una constante en su pensamiento fue su rechazo del colectivismo, del racionalismo constructivista, así como también del liberalismo promovido por la Revolución Francesa. Se suele caricaturizar lo expuesto por Hayek, por ejemplo, señalando que cualquier injerencia estatal lleva inevitablemente al totalitarismo, pero tal no era el mensaje del autor. Pero ciertamente los totalitarismos y regímenes autoritarios que emergieron durante el período de entreguerras constituyó una advertencia de las perversiones de un Estado omnipotente y omnipresente. 

Pero otros autores sacaron otras conclusiones como fue el caso del cientista político Waldemar Gurian, para quien los totalitarismos eran la consecuencia “última y más radical” del liberalismo (1902-1954). Por su parte, el teólogo Reinhold Niebuhr (1892-1971) realizaba un análisis – desde un óptica cristiana – del fenómeno totalitario. Como explica Rosenblatt, el teólogo estadounidense advertía a la sociedad de su época sobre los peligros de su cultura liberal y la arrogancia de querer desempeña el papel de Dios en la historia. Niebuhr también advertía sobre los peligros del colectivismo:

“En vista de lo que había ocurrido en Alemania, recomendaba a los liberales estadounidense que moderaran sus planes de reforma social y vieran con aprensión todas las respuestas colectivistas a los problemas sociales. Advertía que prácticamente todos los experimentos de ingeniería social contenían cierto peligro de exacerbar el poder económico y político”.

Reinhold Niebuhr

La autora aborda someramente a otros autores importantes dentro de la historia del liberalismo en la segunda mitad del siglo XX. Tenemos a Isaiah Berlin (1909-1997) y su análisis de la libertad negativa y positiva, y  la obra del influyente filósofo político: John Rawls (1921-2002) y su “Teoría de la justicia” (1971). 

Sin duda el libro de Helena Rosenblatt es uno que debe ser leído puesto que explica la evolución histórica del concepto de liberalismo. Ahora bien, y como ya advertí, quizás la parte más pobre del libro es la moderna, es decir, el Estado actual del término. Hubiese sido interesante que la autora abordase el origen y evolución de ese difuso concepto de neoliberalismo. Ahora bien, no debemos olvidar el título de la obra y que constituye la parte medular del libro: la historia “olvidada” del liberalismo.

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