3/14- La turbulenta economía argentina: una mirada panorámica (por Jan Doxrud)

3) La turbulenta economía argentina: una mirada panorámica (por Jan Doxrud)

III) Comienza la historia

Pasemos ahora abordar el  período de finales de la década de 1940. Tenemos que en 1946 llega al poder  Juan Domingo Perón (1895-1974)  con el 56% de los votos.  Como explica Aldo Ferrer, el nuevo gobierno heredó una masa importante de reservas internacionales por un valor de alrededor de 1.600 millones de dólares y una economía descapitalizada, fruto de la restricción del equipamiento durante la década de 1930. Siguiendo a  Miguel A. Kiguel,  entre 1946 y 1949 el  Estado implementó una  fuerte expansión monetaria y fiscal, junto a un aumento del control de la economía. Aldo Ferrer se refiere al trienio 1946-1948 como la “fase clásica” del proceso de sustitución de importaciones  en el marco de una redistribución del ingreso en favor de los sectores más vulnerables. De acuerdo a lo anterior, el gobierno promovió la industrialización, así como el nacionalismo y proteccionismo económico. La  oferta monetaria  aumentó en un 250%, mientras que el gasto público se disparó del 16% al 29% del PIB. Junto a esto, los salarios y beneficios sociales fueron drásticamente aumentados. 

Añade Ferrer que el gobierno nacionalizó servicios públicos, implementó controles de precios y subsidios de artículos de consumo, así como también control de alquileres y arrendamientos rurales. Sumado a esto se estableció una política de salarios mínimos urbanos y rurales, así como también mejoras en el sistema de seguridad social. De acuerdo a Ferrer, entre 1946 y 1950 la participación de los asalariados en el ingreso nacional aumentó del 39% al 46% y el PIB aumentó en 16% entre 1946 y 1948. El gobierno mantuvo hasta los inicios de la década de 1950 la política monetaria, fiscal y salarial expansiva, pero los problemas ya habían comenzado a aparecer con anterioridad.

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La política económica del gobierno de Perón fue, por ende, una estatista, en donde el Estado comenzó a expandir su poder de influencia dentro de la actividad económica. Como explica el historiador Roberto Cortés Conde en su “Economía Política del Peronismo (1946-1955)”a partir del año 1946, el peronismo creó un nuevo marco institucional el cual redefinió el rol del Estado en la economía en favor de un mayor intervencionismo de éste. Añade que las medidas económicas implementadas dieron inicio a un largo conflicto distributivo, así como también una pérdida de legitimidad del sistema político.

Así las características propias de este nuevo modelo económico intervencionista fueron las siguientes: políticas de pleno empleo, mantenimiento de los salarios reales, proteccionismo económico, control de importaciones, intervención del tipo de cambio (para mantenerlo sobrevalorado) y subsidios a industrias. Un punto importante destacado por el historiador argentino fue la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central, lo cual abrió la posibilidad de que la institución creara dinero para cubrir los déficit fiscales y el financiamiento inflacionario.

Los resultados  negativos no se dejaron esperar y, para 1949, el PIB se había contraído 1,3% y la inflación superó el 30%. A esto hay que añadir las pobres cosechas y el empeoramiento de los términos de intercambio, esto es, el precio de lo que exporta el país en relación con lo que importa. El resultado de esta merma en las exportaciones trajo consigo algo que mencionamos anteriormente, esto es, la escasez de divisas lo cual repercutió en el financiamiento del gasto, las importaciones y la mantención del tipo de cambio. De acuerdo a Ferrer en 1952 los bienes y servicios disponibles eran un 6% inferiores a los de 1948.

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Por su parte, Roberto Cortés Conde explica que los problemas de oferta persistían puesto que, si bien la sustitución de bienes de consumo aumentó el ahorro en divisas, estas no fueron suficientes para compensar las necesidades de importar insumos para las industrias. Así, para generar mayor cantidad de divisas el país tenía que s er competitivo y, para ellos hacía necesario modificar el tipo de cambio para potenciar el sector agropecuario. En palabras de Cortés:

“A medida que la actividad industrial crecía subían las importaciones y, como las exportaciones -en su mayoría agropecuarias - no lo hacían al mismo ritmo, se produjeron repetidas crisis de balance de pagos. Ello provocaba recesiones con la caída de la producción industrial y el empleo. Para equilibrar el balance de pagos había que promover las exportaciones mejorando los precios del sector agropecuario y para ello se devaluaba, por lo tanto también aumentaban los precios de los alimentos y caía el salario real. Los sindicatos reclamaban mejoras que los empresarios aceptaban siempre que se hiciera lo mismo con sus precios. Así seguía la espiral inflacionaria”.

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Frente a esto, el gobierno implementó en 1952 un Plan Económico que buscó frenar la pérdida de divisas y moderar el aumento de los precios. Para ello se, señala Kiguel, se ejercieron controles sobre las importaciones, se ajustó el control de cambios y se redujeron los créditos industriales. Como resultado, el déficit cayó de un 5,2% en 1949 al 3,2% en 1952. Sumado a esto, la base monetaria se redujo de un 34% en 1948 a un 25% en 1950. Se promovió la producción agropecuaria y la entrada de capitales extranjeros. 

En suma, el gobierno implementó un programa de austeridad y de racionalización del uso de los recursos que buscaba, en resumen, solucionar 2 problemas: inflación y el déficit comercial. Para combatir la inflación, que era de un 50% anual, el gobierno creó una Comisión Nacional de Precios y Salarios para promover la estabilidad de precios. Para solucionar el tema del déficit comercial se promovieron las exportaciones y el gobierno mantuvo el monopolio del comercio exterior. Este programa tuvo un costo social, como la caída de los salarios reales, pero fue exitoso en lo que respecta a la disminución de la inflación que cayo cerca de 50% en 1951 a 0% en 1953.  Junto a lo anterior, los salarios reales volvieron a aumentar y a estimular la producción interna, y se logró revertir el déficit de la balanza de pagos. 

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Pero el modelo no resultó ser eficiente y, como explica Conde, las empresas estatales pocas veces produjeron ganancias. Por el contrario, sus pérdidas se originaron debido al excesivo número de empleados, la falta de profesionalismo en su administración y “al hecho de que el gobierno las obligó a fijar tarifas por debajo de sus costos para evitar su incidencia en el costo de vida”. Para el historiador argentino, si bien el gobierno de Perón no se apegó a esquemas ideológicos, igualmente este se vio influido por el nacionalismo y el corporativismo, junto con un sesgo anti liberal y anti libre mercado.

En la década de 1950 la crisis política azotó a Argentina y, en 1955, un golpe puso fin al gobierno de Perón  asumiendo el régimen de facto  Eduardo Lonardi  (septiembre - noviembre de 1955) y  Pedro Eugenio Aramburu  (1955-1958). Siguiendo a Ferrer este período se caracterizó por aplicar medidas tendientes a debilitar el poder sindical, redistribuir el ingreso en favor de los grupos afectados por el peronismo y vincular el país con los círculos financieros y económicos internacionales. Se intervino la  Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGT) y el  Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) y Argentina paso a ser miembro del Banco Mundial. En lo que respecta al  sector agropecuario,  el régimen de facto promovió tanto las exportaciones, así como también el ingreso de capitales foráneos para poder solucionar el problema de la escasez de divisas . Un punto que destaca Ferrer en que estos regímenes de facto se diferenciaron de los gobiernos anteriores en relación con las importaciones, puesto que después de 1955 se liberalizaron las importaciones y se eliminaron las restricciones cuantitativas. 

El control solo se llevó a cabo por medio del tipo de cambio y los depósitos previos de importación. Ahora bien Ferrer añade que el deterioro del saldo del balance comercial hizo que el gobierno diese marcha atrás en 1958, restableciendo así las restricciones cuantitativas. En lo que respecta a la política cambiaria, el tipo de cambio fue devaluado de un promedio de $8,8 a $22 por 1 dólar, lo cual repercutió negativamente en los precios internos y los salarios reales. 

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Tras estos 2 regímenes de facto,  Argentina volvió a la institucionalidad  bajo la presidencia del candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente, Arturo Frondizi (1958-1962).  De acuerdo a Kiguel, la estrategia de Frondizi y su Ministro de Economía, Rogelio Frigerio, se enmarcaba dentro del pensamiento económico desarrollista.  El objetivo era solucionar el problema de la restricción externa (divisas), sustituir las importaciones y crear una industria pesada con eslabonamientos hacia atrás. Como señala Kiguel, el slogan era “Petróleo + Carne = Acero + Industria Química. Al respecto comenta el economista argentino:

“Es decir , una industria pesada que se alimentara con energía, insumos y máquinas de producción local. El Estado tendría que estimular ciertas industrias estratégicas para ahorrar divisas y alentar al campo para que aumentara su disponibilidad. Era clave para su proyecto la sustitución de importaciones energéticas, como el petróleo y el ags, con producción nacional”.

Como afirma el mismo autor, el  problema con este enfoque desarrollista  era que requería de grandes cantidades de capital extranjero, pero sucedía que Frondizi se había presentado ante su electorado como un nacionalista popular. En virtud de lo anterior, el Presidente regresó a las políticas expansionistas financiada con emisión monetaria (lo cual generaba inflación y deuda), lo que  generó un déficit fiscal que llegó al 8% en 1958 y una inflación   que superaba el 100% en 1959. Tales políticas nacionalistas iban en contradicción con la política de atraer capitales extranjeros y aumentar el stock de divisas. Peor aún, el aumento de la inflación erosionaba el poder adquisitivo de la moneda lo que contribuía a incrementar el malestar entre la población. 

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Así, frente al evidente diagnóstico de que Argentina vivía por encima de sus medios y que gastaba más de lo que producía, el gobierno tuvo que introducir un  plan de estabilización. De acuerdo a este ajuste “ortodoxo”, explica Kiguel, el comercio se reestructuró para favorecer la importación de insumos industriales y desalentar la importación de bienes de lujo y consumo. Junto a esto, se buscó aumentar la eficiencia y rentabilidad de las empresas públicas para poder así reducir el déficit fiscal. El país también recibió apoyo del FMI y del Eximbank (Export-Import Bank of the United States, creado en 1934). Para frenar la inflación el Banco Central contrajo la masa monetaria por medio del aumento del encaje bancario. 

Para complementar esto, se redujo también la emisión no respaldada por divisas y se redujo el gasto fiscal, lo que implicó un recorte del empleo estatal. Como ya había sucedido anteriormente, esto llevó a un “frenazo” económico que se tradujo en una caída del 6% del PIB (1959) y el peso se devaluó 50% en relación con el dólar. Por otro lado, la inflación aumentó por encima del 100% y el salario real se desplomó en más de 25%. A pesar de lo anterior, Kiguel explica que el ajuste fue efectivo puesto que logró su objetivo: la recuperación. El tipo de cambio se apreció gradualmente (debido a la disponibilidad de divisas), la inversión extranjera aumentó y la inflación comenzó a disminuir. Junto a esto, los salarios reales aumentaron y entre 1960 y 1961 la economía creció por encima del 8% anual. Por último, el déficit fiscal se redujo de un 8% en 1958 a un 2,3% en 1960. 

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No obstante lo anterior, ahora el problema que azotaría al país sería nuevamente político, lo que terminaría con el derrocamiento de Frondizi  y el ascenso del presidente del Senado,  José María Guido,  quien gobernó entre finales de marzo de 1962 y octubre de 1963. Fue el mismo Guido quien convocó nuevas elecciones en las cuales salió electo por solo un 25% de los votos Arturo Illia (1963-1966). El gobierno de Illia reactivó las políticas económicas expansionistas con el objetivo estimular la demanda agregada y el empleo, en virtud de la llamada Curva de Phillips y la existencia de un “trade off” o intercambio entre inflación y desempleo.  

Junto a esto, explica Kiguel, se premió con créditos generosos a industrias que generaban empleos y ahorraban divisas utilizando pocos insumos importados. Por otra parte, se restringió el financiamiento para insumos importados, se aprobó una Ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil, que constituía un viejo reclamo de la CGT. La reactivación fue exitosa en el sentido de que los salarios comenzaron a crecer por encima de los precios ya aumentaron un 10% en términos reales para el año 1964. 

Sumado a esto, tenemos que el PIB aumentó a una tasa promedio de 5% durante la presidencia y la inflación se mantuvo entre un 20% y 40%. Por su parte, el déficit fiscal cayó gradualmente de un 6% en 1963 al 1,7% en 1967. Una innovación interesante se dio en el plano cambiario en donde el gobierno instauró el “crawling peg”, esto es, una política de flotación administrada consistente en pequeñas devaluaciones periódicas con el objetivo de acompañar la inflación y mantener así estable el tipo de cambio real. Sobre este sistema comenta Kiguel:

“De esta manera, garantizaba cierta estabilidad del poder de compra de las divisas y volvía predecible los ingresos de los exportadores. Con expectativas de devaluación e ingresos claros, el agro tenía el incentivo que necesitaba para volver a invertir y aumentar la producción”.

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Como resultado, señala Kiguel, durante el mandato de Illia el saldo comercial fue positivo y las exportaciones crecieron un 14% entre 1963 y 1965, mientras que las importaciones aumentaron un 12%. Por su parte, Aldo Ferrer explica que entre 1963 y 1966 el balance comercial arrojó un superávit acumulado de 1.500 millones de dólares. Añade que, considerando el saldo negativo de 1.000 millones de la cuenta de servicios, la balanza de pagos en cuenta corriente tuvo un superávit de 500 millones de dólares. Tal situación de mejoramiento del sector externo  ayudó al gobierno a enfrentar la carga de la deuda externa

Finalmente Illia, por razones que exceden al cometido de estos artículos, fue derrocado en 1966 y Argentina pasó a ser gobernada  por 3 regímenes de facto antes del triunfo de Héctor Cámpora en 1973: Juan Carlos Onganía (1966-1979), Roberto Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Lanusse (1971-1973)

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