3/5-Libro: La historia olvidada del liberalismo de Helena Rosenblatt (por Jan Doxrud)

3) Libro: La historia olvidada del liberalismo de Helena Rosenblatt (por Jan Doxrud)

Como es sabido, en Francia comenzó a sobresalir la figura del corso Napoleón Bonaparte como Primer Cónsul en 1799 y Emperador a partir de 1804. Figuras como Staël y Constant apoyaron en un comienzo al cónsul pero luego se fueron decepcionando por una serie de medidas que tomó. Por ejemplo, Napoleón modificó la Constitución para poder así concentrar el poder en su figura. También llevó a cabo un proceso de centralización de la administración que dependía directamente de él. En tercer lugar declaró la religión católica como la oficial y entabló negociaciones con el Papa. Así, Napoleón se alejaba de los ideales propios de la liberalidad. A esto añade Rosenblatt:

“Napoleón también traicionó las políticas liberales con su manera de manipular y seducir a las masas. Para los liberales, su fabricada popularidad era una prueba más de la inmadurez, la irracionalidad y la simpleza de las masas. Era una confirmación de la degradación moral de Francia, que el emperador exacerbaba a la vez que usaba en su provecho. Constante escribió que Napoleón  «destruía la moral»: sobornaba a la gente con honores, privilegios y recompensas materiales mientras los distraía con victorias militares. En los regímenes despóticos como el de Napoleón, los hombres «se sumen en el egoísmo». Se vuelcan hacia sí mismos, y se centran en sus intereses y placeres personales. El resultado es la apatía moral y política: las ideas generosas «se agotan»”.

Constant y Staël se mostraban también contrarios al dogmatismo propio del catolicismo y se decantaron por una forma de protestantismo liberal, que iba en la línea del ya mencionada Johann Salomo Semler. ¿Por qué este rechazo al catolicismo? En primer lugar por su rigidez dogmática que se oponía al examen crítico y al racionalismo.  En segundo lugar y vinculado con el punto anterior, se concebía al catolicismo como una religión retrógrada, supersticiosa y anti intelectual Por último se veía con preocupación la estrecha alianza entre la Iglesia y el poder político. Tal era la opinión del intelectual Charles de Villers (1765-1815). Al respecto señala Rosenblatt:

Solo el protestantismo estimulaba el pensamiento crítico y el amor por la libertad necesarios para ser un buen ciudadano. Villers sostenía que el protestantismo liberal fomentaba valores que propiciaban, y respaldaban, los principios morales y políticos liberales”.

La experiencia del Terror revolucionario bajo Robespierre, así como también el imperio de Napoleón, influirían en el pensamiento político de Constant. Como advierte Rosenblatt, un temor central en Constant era la de una dictadura que se fundamentara en la soberanía popular, temor que se concretaría años después con el imperio del sobrino de Napoleón: Napoleón III. Para Constant el poder ilimitado constituía siempre un peligro, sin importar si tal poder era ejercido por una persona, una asamblea, un rey o ejercido en nombre del pueblo. Para proteger al individuo del poder, Constant mencionaba una serie de libertades que debían ser respetadas: la religiosa, pensamiento y prensa.

Constant

Al respecto comenta Rosenblatt:

Monarquías y repúblicas podían ser igualmente opresivas. La importancia no era a quien se otorgaba la autoridad política, sino cuánta autoridad se concedía. El poder político es peligroso y corruptor: «Confiésenl [el poder ilimitado] a un hombre a varios, a todos, siempre será un mal» Afirmaba que «todos los males de la Revolución Francesa» derivaban del desconocimiento por parte de los revolucionarios de esta verdad fundamental. Estas ideas son las que han elevado a Constant a un lugar destacado en el canon de los pensadores liberales. Se le podría considerar incluso el primer teórico del liberalismo”.

Ahora cabe abordar cuando surgieron las facciones y partidos liberales. Rosenblatt señala que  fue en Suecia donde surgió un grupo que se hizo llama “partido liberal” (también “bando liberal” o “los liberales). Estos habían sido parte de un grupo de altos funcionarios que conspiró (1809) para derrocar al rey debido al descontento con su liderazgo y derrotas frente a potencias extranjeras. Este grupo habrían estado influidos por ideas republicanas, libertad de prensa, de comercio y conciencia. En España el bando liberal surgió poco después de la invasión napoleónica que depuso al rey Fernando VII. Fue en 1810 cuando un grupo de diputados de las Cortes de Cádiz adoptó el rótulo de liberal y que se declararon como enemigos de los “serviles”. Un dato interesante proporcionado por la autora es que uno de los primeros ejemplos impresos del concepto de liberalismo apareció en un diario español de 1813 que preguntaba ¿Qué significa liberalismo? La respuesta sorprende puesto que explicaba que era un sistema “fundado en la ignorancia, absurdo, antisocial, antimonárquico y anticatólico”. 

Tras la derrota de Napoleón en Waterloo, las potencias vencedoras se reunieron en el Congreso de Viena en donde se propusieron a restaurar el orden y erradicar el legado de la revolución. Esto incluso se haría por la fuerza, para lo cual se creó la Santa Alianza. Así el conservadurismo político y religioso volvería a imponerse en Europa, y el liberalismo sería homologado con el terror revolucionario y la locura de las masas. En el caso de Gran Bretaña, los conservadores criticaban las ideas liberales catalogándolas e extranjeras y peligrosas. En 1819 se promulgó el Decreto de Karlsbad el cual exigía a los 38 estados miembros de la Confederación Germánica a combatir ideas consideradas como subversivas, lo que se tradujo en una vigilancia de las universidades y medios de prensa, así como también la ilegalización de asociaciones estudiantiles y destitución de profesores.

En 1820, Rosenblatt destaca la figura de Wilhelm Traugott Krug (1770-1842) – quién sucedió a Kant en la cátedra de lógica y metafísica en la Universidad de Königsberg – puesto que habría sido el primero en escribir una historia del liberalismo titulada “Descripción histórica del liberalismo”. De acuerdo a Krug el liberalismo tenía una base cristiana e incluso llegó a afirmar que fue Dios mismo quien creó el liberalismo y lo habría implantado en los seres humanos. En palabras de Rosenblatt: “Añadía que el derecho de libertad le había sido dado al hombre para alentar su progresiva autosuperación y la reforma gradual de instituciones como la Iglesia cristiana”. 

Más adelante añade la misma autora: 

“La historia del liberalismo de Krug era, evidentemente, era una réplica a las pretensiones de la llamada Santa Alianza. Era el liberalismo, y no la reacción, lo que era santo. Pero Krug advertía también a los liberales que no se dejaran seducir por el radicalismo y provocaran la revolución. Afirmaba que  «unos pocos idiotas» adoptaban el  «ultraliberalismo» e incurrían en «exageraciones». No había necesidad de ello. El futuro pertenecía al tipo de liberalismo gradual y «juicioso»”.

Pasemos a abordar el tema del liberalismo y la democracia, en donde aborda las revoluciones de 1830 y 1848. En 1830 la monarquía borbónica de Carlos X llegó a su fin y ascendió al trono su primo liberal: Luis Felipe de Orleans. Esta revolución constituyó un acontecimiento positivo para los liberales y sectores de izquierda. El economista y sociólogo alemán Lorenz von Stein (1815-1890) abordó esta cuestión en su “Socialismo y Comunismo en la Francia Contemporánea” (publicado en 1842). Rosenblatt explica que para el pensador alemán la revolución de 1830 constituía un gran hito dentro de la historia de la humanidad, puesto que había destruido para siempre la idea del derecho divino de los reyes. Pero también advertía que el egoísmo y falta de visión de futuro de los liberales en el poder les hacía pasar por alto el gradual surgimiento de una clase obrera “consiente de sí misma, politizada e indignada”.

Luis Felipe

Estas ideas se volvieron carne, ya que este gobierno liberal francés – encarnado en la Monarquía de Julio – y que tantas simpatías y expectativas generó en el continente, comenzó a generar decepción.   Los puntos que generaron tensión abarcaron las políticas que debían adoptarse en materia constitucional, sufragio y el relacionado con la denominada “Cuestión Social”. En materia de sufragio no hubo cambios significativos y el rey solo se aseguró de encontrar un justo medio que evitase los excesos de la democracia y del poder real.  Es más, el historiador y político liberal – símbolo de la monarquía de julio – François Guizot (1787-1874), consideraba que el sufragio universal era incompatible con la libertad. Rosenblatt resume la idea común que predominaba en ese entonces sobre el tema de la democracia desde el punto de vista del liberalismo:

(…) Guizot tampoco era partidario de dejar el poder en manos de una aristocracia hereditaria. Mas bien estaba a favor de un juste milieu, un sistema en el que la clase media propietaria gobernara por medio de instituciones representativas. Creía, como muchos otros liberales de la época, que solo se debía conceder el derecho a voto a los hombres con el nivel educativo, el buen juicio y el tiempo libre necesarios para poder confiarles algo tan importante como el sufragio. Podía aceptar la democracia como un tipo de sociedad, pero no como una forma de gobierno”.

Guizot

En relación con lo señalado por von Stein, sobre las paupérrimas condiciones sociales de la clase obrera, sucedía que la indiferencia por parte de la clase gobernante ante este tema, podría tener como consecuencia una futura revolución violenta. A esto hay que añadir un aspecto relevante y es que en esta época  surgieron y se fueron consolidando movimientos socialistas, comunistas y anarquistas que capitalizaron parte de este descontento. Por ejemplo, el socialista Étienne Cabet (1788-1856) critico a la monarquía francesa por haber establecido una constitución “iliberal”, en el sentido de que el poder descansaba en una pequeña élite adinerada.  

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