5/8- Profetas del pesimismo. Los Ecologistas (por Jan Doxrud)

5) Profetas del pesimismo. Los Ecologistas (por Jan Doxrud)

Volviendo a Horckheimer, su “Crítica de la razón instrumental” no tenía un tono muy esperanzador. En el prefacio de la primera edición alemana el autor mostraba su preocupación sobre el avance progresivo de los medios técnicos que traía consigo un proceso de deshumanización de la sociedad De acuerdo al autor, el mundo carecía de un sentido claro o principio superior de racionalidad. 

En lugar de esto, era el individuo el que se entronizaba y, como señalaba Alain Touraine, la razón subjetiva sustituía las ideas por ideologías que eran puestas al servicio de las utilidades. Junto a esto, las ideologías sustituían el universalismo de la Ilustración abriendo así las puertas a los particularismos, como fue el caso de los nacionalismos. 

Tanto el nazismo como el fascismo eran una conclusión lógica de la decadencia de la sociedad burguesa y de aquella razón instrumental que buscaba el poder sobre la naturaleza y sobre los seres humanos. Así, y como nos recuerda Herman, para Horckheimer y Adorno el nazismo era el producto final de la Ilustración en su versión pervertida a saber: una obsesionada “con la ciencia, la tecnología y el número, el cual transforma la razón en una cosa, un instrumento”. 

Esta va a ser una postura adoptada por una serie de pensadores que inspirarían a los ecologistas profundos en la segunda mitad del siglo XX. Así, podemos mencionar dentro de esta tradición a José Ortega y Gasset (1883-1955), Martin Heidegger (1889-1976) Jacques Ellul (1912-1994), Jan Patocka (1907-1977), Hans Jonas (1903-1993) y también Jacques Derrida quien popularizó el concepto de “deconstrucción”. 

En suma, Herman resume como sigue esta racionalidad instrumental:

“El mito prerracional y la magia habían preservado la unidad del hombre con la naturaleza, la cual fue destruida por el proyecto apolíneo de la filosofía griega. La razón se liberaba, pero el hombre utilizaba esa libertad para tratar de dominar todo lo que ahora parecía separado de él y la razón humana, lo Otro. La ciencia, el derecho, el gobierno y el lenguaje se convertían en instrumentos por los cuales el hombre occidental reducía lo diverso a lo igual, la espontaneidad a la uniformidad, y la diferencia (definida como lo Otro) a objetos multiformes para control, como mariposas en un frasco”.”

“Auschwitz” vendría a ser una expresión de la sociedad industrial y de esta razón instrumental. Herbert Marcuse llegó a expresar – como nos recuerda Herman –  que el mundo de los campos de concentración no constituían una sociedad excepcionalmente   monstruosa debido a que era la “quintaesencia de la sociedad infernal en la cual nos zambullimos a diario”. Marcuse – quien tuvo un potente influencia en los movimientos estudiantiles de la década de 1960 – también lanzó sus dardos contra el capitalismo, el consumismo, la opulencia y el materialismo de las sociedades occidentales. 

Es dentro de esta clase de sociedades en donde emerge el “hombre unidimensional”, caracterizado por su superficialidad y liviandad. Como remedio a esta estado de cosas, Marcuse ponía su esperanza de una revolución llevada a cabo, no por el proletariado, sino que de los verdaderamente parias y excluidos de la sociedad de consumo. En suma, era en la periferia del mundo occidental en donde debía surgir la lucha en contra del sistema imperante.

Marcuse

Pasemos ahora a examinar a los pesimistas actuales que han tomado la forma de “ecopesimistas” o “catastrofistas ambientales”. Que quede claro que lo que se critica aquí es la vertiente extremista de este ecologismo, al cual subyace una antropología, axiología y ontología particular y que trataremos a continuación. Por ende evitemos de antemano caricaturizar el debate  y plantear el tema como un combate de extremos entre negacionistas versus no negacionistas. Por lo demás, y como lo destaca Alex Epstein para el caso del calentamiento global, hay que ser rigurosos y no equiparar – como lo hacen algunos activistas – el efecto invernadero, el cambio climático catastrófico y el calentamiento global a gran escala. 

Así por ejemplo, puedo rechazar los pronósticos catastrofistas en lo que respecta al cambio climático y aceptar la obviedad de la existencia del efecto invernadero (¿quién podría negar la existencia de este último fenómeno?). Como escribió el mismo Epstein en su libro “La cuestión moral de los combustibles fósiles”:

“Una de las grandes causas de la confusión que rodea el debate público es la existencia de dos bandos enfrentados (también entre los científicos): los creyentes en el cambio climático y los negacionistas del mismo (…) Se ridiculiza a los negacionistas por rechazar la existencia del efecto invernadero (…) pero esto no es más que un subterfugio. Todos los negacionista del cambio climático que conozco admiten la existencia del efecto invernadero, y muchos, cuando no la mayoría, creen que el hombre tiene un impacto significativo sobre el clima. Lo que niegan es que haya pruebas que demuestren la existencia de un cambio climático catastrófico por culpa del calentamiento que provoca el CO2”.

En palabras de Arthur Herman, la idea de decadencia hace su aparición reciente en el ambientalismo moderno que, como ideología, adopta tanto la forma de pesimismo histórico así como también cultural. Con esto último el autor quiere dar a entender que este movimiento, por un lado, perpetúa el temor a la tecnología y la degeneración propia del siglo XIX. Por otro lado, “nace de la premisa de que la contaminación, la explotación de recursos y el daño ambiental son problemas específicamente occidentales y marcan la etapa final del Occidente moderno”. Como veremos, este ecologismo extremos se caracteriza por una serie elementos como por ejemplo el antioccidentalismo, anticapitalistamo y antihumanismo. 

El mismo teórico de la “hipótesis Gaia”, James Lovelock, se mostro crítico hacia lo que denomina como “religión verde” y que explota el sentimiento de culpabilidad en las personas por el estado en que se encuentra el planeta y la posible catástrofe que potencialmente puede avecinarse. Por su parte, Michael Shellenberger señala en su libro “No hay apocalipsis. Por qué el alarmismo medioambiental nos perjudica a todos”, que esta religión verde es una nueva variante del judeocristianismo. Con esto quiere dar a entender que si en los monoteísmos el ser humano debía ajustarse a Dios y sus designios, ahora se trata de que la humanidad se ajuste a la “Naturaleza”. A esto añade:

“El ecologismo de hoy es la religión secular dominante de la élite educada de clase media-alta en la mayoría de las naciones desarrolladas y en desarrollo. Proporciona una nueva historia sobre nuestro propósito colectivo e individual. Designa buenos y malos, héroes y villanos. Y lo hace mediante un lenguaje científico que le otorga legitimidad”.

Más adelante añade Shellenberger:

“El problema con la nueva religión ambiental es que se ha vuelto cada vez más apocalíptica, destructiva y derrotista. Lleva a sus seguidores a demonizar a sus oponentes, a menudo de forma hipócrita (…) Y propaga la ansiedad y depresión sin satisfacer las necesidades psicológicas, existenciales y espirituales más profundas que buscan sus devotos ostensiblemente seculares”.

Regresemos al hilo conductor que es la ecología profunda. En primer lugar cabe referirse brevemente al concepto mismo de ecología (oikos = hogar), para posteriormente centrarnos en los denominados ecologistas profundos o radicales. El término fue acuñado por el ya mencionado Ernst Haeckel en 1866. Tal disciplina consistía en una ciencia de las relaciones entre los organismos y su medio ambiente. Por ende la ecología es una disciplina sistémica y compleja, y no debe confundirse con el mero activismo medioambiental (los “ecologistas”). Tampoco hay que confundir la ecología como disciplina científica con la ideología denominada como ecología profunda. 

Para abordar este tema comenzaremos considerando las ideas del filósofo francés Luc Ferry sobre el tema, el cual lo expuso en un seminario en la fundación Saint-Simon en 1991. En primer lugar el autor aclara que no es posible hablar de un ecologismo unificado puesto que, en primer lugar, las tácticas y estrategias difieren y, en segundo lugar, existe una verdadera discrepancia filosófica entre varias concepciones de la ecología. No obstante lo anterior, Ferry afirma que el ecologismo se ha estructurado en dos tendencias, siendo la primera una realista y reformista, y la segunda, revolucionaria y fundamentalista. 

Por su parte, el sociólogo Bill Devall (1938-2009) añadía que esta segunda vertiente (que también denominaba como “nueva filosofía natural” o “ecofilosofía) dentro del movimiento ecologista era revolucionaria, puesto que buscaba un nuevo paradigma en diversos ámbitos, como por ejemplo, el metafísico, epistemológico y ético. Agregaba que, mientras los “ecologistas reformistas” constituyen movimientos de corto aliento que buscan objetivos específicos para que podamos “vivir mejor”, los ecologistas profundos buscan cuestionar el pensamiento dominante propio del mundo Occidental. Junto a este rechazo de lo “occidental” se idealiza un “oriente” místico, orgánico y respetuoso de las diversas formas de vida, así como también de formas de religiosidad de pueblos nativos de diferentes continentes.

Estas tendencias guardan cierta distancia entre sí en lo referente al paradigma humanista sobre la relación entre ser humano y medio ambiente. Ahora bien, una concepción humanista no considera necesariamente que la naturaleza carezca de un valor intrínseco alguno y que todo lo que merece ser digno de consideración moral sean solamente los seres humanos, excluyendo así a animales no humanos. En lo que sí se diferencia de la ecología profunda es que esta última pretende eliminar al ser humano como centro y punto de inicio de la expansión del círculo moral hacia otros seres. En su postura más extrema, todos los seres vivos tienen el mismo valor moral.

Lecturas complementarias:

(1) Occidente: autoflagelo y el monopolio de la culpa (por Jan Doxrud) 

(2) Occidente: Autoflagelo y el monopolio de la culpa (por Jan Doxrud) 

I) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

(II) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

(III) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

(IV) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

Los grandes relatos y la idea de las edades en la historia (por Jan Doxrud)

Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (1) (por Jan Doxrud)

Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (2) (por Jan Doxrud)

Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (3) (por Jan Doxrud)

Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (4) Goethe, Fausto y Mefistófeles: Destruir para crear (por Jan Doxrud)

Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (5) Marx y Baudelaire (por Jan Doxrud)

Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (6) Max Horkheimer y la razón instrumental (por Jan Doxrud)

Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (7) Herbert Marcuse: Más allá de Marx, civilización y represión (por Jan Doxrud)

Introducción a la Posmodernidad (1) (por Jan Doxrud)

Introducción a la Posmodernidad (2): Jean-Francois Lyotard y el fin de los grandes relatos (por Jan Doxrud)

Breve reflexión en torno al concepto de “racionalidad” (por Jan Doxrud)

Reseña, Encíclica "Laudatio si’: El Papa Francisco y la Ecología (por Jan Doxrud)