3/11- La crisis financiera 2007-2008 en Estados Unidos (por Jan Doxrud)

3) La crisis financiera 2007-2008 en Estados Unidos (por Jan Doxrud)

El villano n°4, 6 y 7 de Blinder guardan relación con malas prácticas y prácticas defectuosas que recaen en los bancos al otorgar indiscriminadamente hipotecas subprime, las agencias calificadoras de riesgo y la política de retribuciones existentes en las instituciones financieras. En cuanto a las hipotecas subprime, tenemos que entender en primer lugar el FICO score.  FICO hace referencia  Fair Isaac Corporation. Como se puede leer en la Oficina Financiera para la Protección de lo Consumidor, este puntaje (de crédito) FICO   es un número utilizado para predecir las probabilidades de que una persona pague un préstamo a tiempo y son utilizados por las compañías para tomar decisiones referentes  a la oferta a de créditos hipotecarios.

Así, una hipoteca subprime es una de alto riesgo que se ofrece a prestatarios con puntajes crediticios bajos y otra clase de impedimentos que obstaculizan el poder acceder a una hipoteca convencional. Como explica Blinder, si bien las hipotecas subrpime no son en sí mismas perniciosas, sí lo es el “buscar con ansia a cualquiera que pueda estampar una firma en un contrato de hipoteca, pues en tal caso se puede sufrir un colapso por sobredosis; y efectivamente, eso fue lo que pasó”.

https://www.wallstreetmojo.com/subprime-mortgage/

En 1994 el volumen de hipotecas subprime era de USD 35 mil millones, mientras que en 2005 ascendió a USD 625 mil millones. Blinder va más allá señalando no solamente que estas hipotecas eran riesgosas sino que fueron diseñadas para se cayera en el impago. Un ejemplo eran las “2/28 ARM” (Ajustable-rate mortgage) que eran hipotecas a 30 años de interés variable   Para ser más preciso, esta hipoteca ofrece una tasa de interés fija de dos años seguida de una tasa flotante de 28 años.

Pasemos al villano n°6 de Blinder: las sobrevaloradas agencias de calificación, específicamente S&P, Moody’s y Fitch. Blinder se refiere a problemas de fondo que afectaban a estas agencias calificadoras de riesgo. Por ejemplo, resultaba que quien pagaba a estas agencias para calificar el riesgo de un instrumento financiero era el emisor de tal título. Así, esto sería similar a que  los alumnos pagaran al profesor para evaluar sus trabajos, junto a todos los incentivos perversos que esto puede generar. Junto con esto, Blinder destaca las práctica de “negociación” de las calificaciones entre la agencia y el emisor. Sucedía que lo habitual era que el emisor terminase preguntando qué tenía que hacer para obtener para conseguir la codiciada calificación AAA.

https://www.dw.com/en/rating-agencies-under-fire-rightly-so/a-15720561

De esta manera, bastaba que hiciera los ajustes necesarios en base a la respuesta de la agencia calificadora para obtener una buena calificación. Al respecto comenta el economista estadounidense: “(…) no hay nada inherentemente engañoso en este proceso de correcciones y ajustes, pues así es como se mejoran los productos; pero en este caso concreto condujo a la creación de una enorme cantidad de títulos y derivados con una calificación AAA más que dudosa”. Sumado a lo anterior, tenemos que la competencia entre agencias se transformó en una forma de compra de calificaciones. Como apunta Blinder:

“Si, por ejemplo, S&P asignase a un determinado título la calificación de A, pero si Moody’s le concediese una AA, ¿qué agencia piensa usted que conseguirá los honorarios por su labor? Una competencia de este tipo no solo provoca inflación de calificaciones, sino que incita (en este ejemplo hipotético) a S&P a ponerse al mismo nivel que Moody’s. Esta no es la clase de competencia saludable que Adam Smith tenía en mente”.

Nouriel Roubini y Mihm señalan en su libro que fiarse de las agencias calificadoras de riesgo era como fiarse de un zorro vigilando un gallinero, puesto que tenían todos los incentivos para dar una alta calificación a los valores que examinaban. A esto añaden los autores:

“Al hacerlo, se aseguraban una buena comisión de las propias entidades que evaluaban y la promesa de futuros negocios; en cambio, ofrecer una evaluación realista podía comportar perder la comisión, además de cualquier comisión futura”.

Por último tenemos el último villano: los demenciales sistemas de retribución. El problema no radicaba tanto en el volumen de estas, sino  que los incentivos perversos que generaban. El resultado fue la toma de riesgos excesivos con dinero ajeno y los brokers recibían comisiones siempre y cuando lograran conseguir que personas lograran firmar contratos hipotecarios. En palabras de Blinder:

“De hecho, los brókeres de muchas entidades ganaban comisiones más elevadas logrando la firma de hipotecas sospechosas, precisamente porque eran ésas las que pagaban los tipos de interés más altos y las primas más sustanciosas. Cuando algunas de estas dudosas hipotecas acababan por entrar en situación de impago, los habitual era que los brókeres que las alentaron no perdiesen nada, por lo que también ellos tenían fuertes incentivos para ir a por todas partes: se trataba de cantidad, no de calidad”.

Roubini y Mihm señalan en su libro que el sistema de bonificaciones –  tal como lo afirmó Raghuram Rajan – estaban centrados en beneficios a corto plazo realizados a lo largo del año lo cual “incitaba al riesgo y a un apalancamiento excesivo a grandísima escala”. Los autores citan el caso de AIG que, a corto plazo, la inversión de dinero en CDS (seguros contra impago) le reportó cuantiosos beneficios y bonificaciones, pero en el largo plazo llevó a la institución al borde de la quiebra.

Finalmente llegó la debacle y los precios de las. viviendas comenzaron a caer, claro que, en todas partes, algo que, como señala Binder, era un acontecimiento “imposible que no había tenido lugar desde la Gran Depresión”. Uno de los problemas fue que los MBS no estaban tan bien diversificados y, de acuerdo a Blinder, “un porcentaje angustiosamente elevado de las hipotecas dudosas procedían de un solo estado, California, y que buena parte de las restantes estaban en Florida, Arizona y Nevada (…)”. Sumado a lo anterior, estos activos no estaban tan bien distribuidos y, como resultado, fueron las grandes instituciones financieras anteriormente mencionadas como BS, MS, LB, GS y ML (también Citigroup, Bank of America y Wachovia entre otras).

La señal de alerta tuvo una fecha específica: 9 de agosto de 2007. El protagonista fue BNP Paribas, una compañía francesa de banca, servicios financieros y. seguros. Nació por medio de la fusión en 1999 de Banque Nationale de Paris (BNP) y Banque de Paris et des Pays-Bas (Paribas). El 9 de septiembre, Paribas Investment Partners suspendió temporalmente del valor liquidativo de tres fondos por los efectos de la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, que ha llevado a la ausencia de precios de referencia y a una falta de liquidez. En el diario “El País” de aquella fecha podemos leer que BNP Paribas constató que:

"(…) la desaparición de cualquier transacción en ciertos segmentos del mercado de la titulización – emisión de bonos de deuda –  en Estados Unidos" ha supuesto "una ausencia de precios de referencia y una falta de liquidez casi total de los activos que forman parte de las carteras de los fondos, sea cual sea su calidad o rating".

Sumado a esto, la entidad explicaba que  ya no era posible establecer una valoración justa de los activos subyacentes y, por ende, se hacía imposible calcular un valor liquidativo para tales tres fondos. De esta manera, tanto la valoración los fondos, así como también las suscripciones y los reembolsos comenzarían una vez que los mercados en cuestión tuviesen volúmenes de transacciones que permitieran determinar. precios de referencia. En palabras de Blinder, lo que BNP Paribas había comunicado en palabras más directas y con menos tecnicismo: “Estimado cliente: le informamos que dejado de tener acceso a un dinero que usted creía suyo, y no tenemos ni idea de cuánto dinero era”.

Una consecuencia de este evento fue el aumento de los tipos de interés del mercado interbancario en Europa. Por su parte en la Federal Open Market Committee (FOMC) del 7 de agosto, la FED estaba más preocupada de la inflación y la tasa de interés de los fondos federales se mantuvo en 5,25%, el mismo porcentaje que había estado desde junio de 2006. Así, Blinder señala que los tipos de interés continuarían inamovibles hasta la reunión ordinaria de la FOMC del 18 de septiembre, fecha en que redujo el tipo de interés en 50 puntos básicos. A comienzos de enero. del 2008 la Fed realizó un recorte de 75 puntos básicos.

Ahora bien, a esas alturas no se sabía bien cuál era la verdadera naturaleza de lo que estaba aconteciendo. Como explica Blinder, existían dos visiones enfrentadas sobre la naturaleza de la crisis. La primera decía que el mundo financiero estaba sufriendo una crisis de liquidez, de manera que lo que faltaba era más dinero y las únicas instituciones que podían ofertarlo eran los Bancos Centrales, específicamente la FED y el Banco Central Europeo. La otra visión de la crisis establecía que lo que la crisis de liquidez era solo la punta del iceberg, y que lo que estaba aconteciendo era un bloqueo en el buen funcionamiento de los mecanismos habituales de concesión de créditos. Al respecto comenta Blinder:

“Los verdaderos problemas acechaban debajo, en forma de gigantescas pérdidas de riqueza, de reducción masiva de apalancamiento, de posibles insolvencias por parte de grandes instituciones, y, tal y como se ha mencionado, de severos daños al sistema bancario ordinario, al sistema bancario en la sombra y a otros mecanismos de concesión de créditos”.

Seis semanas después de que la Fed redujera los tipos el 18 de septiembre, lo hizo nuevamente reduciéndolos 25 puntos básicos lo que se volvió a repetir el 11 de diciembre. Hacia finales de ese año, la FED creó dos servicios de provisión de liquidez. El primero consistía en una serie de intercambios de divisas con bancos centrales extranjeros que tuviesen escasez de dólares. Estos acuerdos, siguiendo a Blinder, llegaron a alcanzar los USD 583 mil millones en el año 2008. El segundo servicio era el Term Auction Facility (TAF) mediante el cual la FED tenía como objetivo aumentar la liquidez en los mercados crediticios de EE. UU.

Lo anterior lo lograba mediante la subasta de montos fijos de préstamos a corto plazo respaldados por garantías a instituciones de depósito que se consideraban que estaban en buenas condiciones financieras. En suma, los fondos eran asignados por la FED por medio de una subasta en donde las instituciones de depósito que participaban, presentaban ofertas especificando una cantidad de fondos hasta un límite preestablecido. En estas ofertas también se especificaba una tasa de interés que las instituciones de depósito estarían dispuestas a pagar por los fondos.

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