9/10-Japón: una mirada panorámica. El período Shōwa (por Jan Doxrud)

9/10-Japón: una mirada panorámica. El período Shōwa (por Jan Doxrud)

Ahora continuaremos – siempre dentro del período Shōwa – con el período en que Estados Unidos ocupó y reconstruyó Japón y que Hall lo describe como “uno de los más notables capítulos de la historia mundial”. Para el historiador estadounidense, ninguna ocupación se ocupó con tal intensidad a la hora de reformar política y socialmente un país. Añade que más notable fue la reacción de Japón ante la ocupación aliada. Debemos tener en cuenta que esta nación no registraba  en su historia moderna una derrota militar ni tampoco sufrió una ocupación extranjera.

Según Hall, esta etapa de la historia de Japón era casi tan importante como la Restauración Meiji en lo que respecta a la modernización de japón. Pero las reformas implementada desde 1945 habrían constituido “la ruptura definitiva con la tradición y la aceptación de instituciones y valores ajenos a las ideas feudales o confucianas”. Pero sin duda, el fin del shogunato Tokugawa y las reformas de la era Meiji fueron fundamentales para que las reformas llevadas a cabo por Estados Unidos pudiesen arraigar en el país nipón. En suma, Hall concluye lo siguiente:

“La ocupación fue más que un catalizador, pero no fue la única fuerza actuante en el Japón de postguerra. Digamos, entonces, que fue la fuerza combinada de los sufrimientos de la guerra, de la derrota, de la decepción y de la ocupación lo que impulsó al Japón a emprender su segundo importante avance hacia la modernización (…)”.

Rendición japonesa a bordo del USS Missouri

Tras la guerra, Japón quedó devastado y desorientado producto de los ataques con bombas incendiarias que arrasaron con ciudades, industrias y vidas, las dos bombas atómicas, la escasez de alimentos y la paralización del transporte. Los japoneses se encontraban en una nueva realidad que les era ajena lo que debió haber causado shock y confusión. En palabras de Hall, el pueblo estaba emotiva e intelectualmente desconcertado “tras haber sido educado en un ambiente de exagerada propaganda bélica y de valores hipernacionalistas, que se habían derrumbado ante la rendición incondicional de Japón”.

Por su parte Rodao destaca dos palabras que representaban el sentir general en esa época: Kyodatsu o “postración”, agotamiento y desesperación. La segunda era la liberación, es decir, una suerte de alivio psicológico de estar vivos y recuperar el tiempo perdido. Pero la realidad es que el país era un caos. Rodao señala que entre un tercio y un cuarto de la riqueza del país había sido destruida, el Estado había desaparecido, alrededor de 3 millones de personas muertas (en particular hombres) y siete millones de repatriados. Sumado a esto, el país fue víctima de la inflación que llegó a un 539% el primer año, 256% el segundo y un 127% el tercero. Ante la escasez se formó un mercado negro para evadir los controles de precios y la comida habitual pasó a ser brotes de bambú, patata y cebada (la hambruna causó el aumento de infanticidios)

La ocupación “aliada” de Japón no solamente estuvo a cargo de los Estados Unidos, sino que también estuvo personificada en la figura del General Douglas MacArthur (1880-1964) quien estaba al mando del Supreme Commander for the Allied Powers o “SCAP”(a su vez bajo el control de los Estados Unidos). La SCAP tenía tres objetivos centrales desmilitarizar, democratizar y rehabilitar al país. Ahora bien, esta política sufriría algunos cambios de prioridades a medida que la “Guerra Fría” dejaba atrás el orden geopolítico creado durante la Segunda guerra Mundial.

Douglas MacArthur y el emperador Hirohito

Como explica el ya mencionado Mikiso Hane, en sus memorias, el militar estadounidense había explicó los fines políticos que tenía. Estos incluían, entre otras medidas, la destrucción del poder militar, castigar a los criminales de guerra, liberar a los presos políticos, crear un gobierno representativo, separar la política de la religión, la descentralización del poder y garantizar la libertad de prensa.

Japón fue despojado de los territorios adquiridos por medios bélicos lo que incluía Manchuria, Corea, Taiwán, Sajalín y las Kuriles. Esto y el fin de la guerra significó la repatriación de más 6 millones de japoneses. La desmilitarización significó la destrucción de las fuerzas armadas, desmovilización del ejército (3,7 millones de soldados), repatriar 3,7 millones de soldados, la eliminación de los ministerios relacionados con este ámbito así como la policía secreta y militar, la destrucción de las industrias de guerra,  depuración de altos cargos y la abolición del sintoísmo de Estado.

Otra reforma implementada fue un reforma agraria (1946) la cual buscaba establecer un nuevo régimen de propiedad que beneficiara a los pequeños agricultores y crear así una clase media rural. En palabras de Hall:

“Atacando los problemas de los arrendatarios y de los terratenientes absentistas en sus mismas raíces, la reforma obligó a estos últimos a vender sus arrozales, siempre que su extensión excediese de una hectárea. Los propietarios que cultivasen sus propias tierras podían conservar  hasta tres hectáreas. En poco tiempo más de dos millones de hectáreas cambiaron de manos y la tierra cultivada por sus propietarios subió de 53 al 87 por ciento del total”.

También se aprobó una ley de sindicatos en 1945 lo cual se tradujo en un aumento de la afiliación a estas instituciones y el fortalecimiento de los trabajadores. Rodao señala que los sindicatos, desde su legalización a finales de 1945, había conseguido 5 millones de afiliados y, para 1949, representaban el 56% de la fuerza de trabajo.

Por su parte, Pérez y San Emeterio, también se regularon y protegieron derechos laborales como días de descanso, restricción del trabajo infantil y compensación por accidentes, entre otros.

La desconcentración industrial – que implicaba poner fin a los zaibatsu – fue más compleja y no logró los efectos deseados. De acuerdo con los autores la presencia de estos conglomerados obstaculizaba el tránsito hacia una mayor democratización – además de haber colaborado con los militares – por lo que hacía falta disgregarlos. Así, se aprobaron leyes antimonopolio y anticártel, lo que significó la disolución de Mitsubishi, Sumitomo, Mitsui y Yasuda. Pero, sucedió que cuando el objetivo pasó de la democratización a la recuperación la mayor parte de los zaibatsu reaparecieron.

Ahora bien, como explican los autores, estos zaibatsu estaban libres del control de una familia y más abiertos al exterior a través del accionariado. Se organizaron alrededor de un banco propio y con el tiempo surgieron empresas tales como Honda o Sony. Otro enemigo interno era la inflación. Aquí destaca la figura del baquero Joseph Dodge (1890-1964) quien se desempeñó como asesor financiero en Japón (y también Alemania) con el apoyo de los Estados Unidos. Como explica Rodao, lo que se aplicó fue un programa típicamente liberal que buscaba domeñar la inflación con medidas de austeridad. En palabras de Rodao:

“La llamada línea Dodge fijó la tasa de cambio en 360 yenes por dólar, limitó drásticamente los controles sobre la economía y convirtió empresas públicas como los ferrocarriles en una corporación pública estatal, ajena a la dirección del Ministerio de Transporte”.

Sin duda una de las principales reformas fue la nueva Constitución. Tras un intento fallido por parte del primer ministro Shidehara Kijūrō –  quien hizo modificaciones superficiales a la Constitución Meiji y pretendió mantener el poder del emperador –  fue MacArthur quien encomendó a la sección de gobierno del Mando Supremo que redactara una, basándose en modelos occidentales como el estadounidense y británico. En palabras del Hall, la nueva Constitución de 1947 alteró la estructura política del Estado japonés ya que esta vez sí se creó un régimen político fundamentado en la soberanía popular.

De hecho la norma fundamental comenzaba con la frase “Nosotros, el pueblo japonés”. En lo que respecta al emperador Hirohito, este no solo salvó su vida en los Juicios de Tokio, sino que también conservó su cargo, pero con cambios radicales. En los mencionados juicios (1945-1948) se condenaron a muerte en la horca a siete mandos militares incluido al poderoso Primer Ministro y artífice de la invasión de Manchuria: Hideki Tōjō.

Hideki Tōjō

Regresando a la figura del emperador sería un símbolo tanto del Estado como de la unidad de los japoneses, pero su posición estaba subordinada a la voluntad popular, que era en donde residía el poder soberano. De acuerdo con Pérez y San Emeterio la pervivencia de la figura del emperador se explica en gran parte a que MacArthur “prefirió usarla de puntal del proceso democratizador antes que enfrentarse a dificultades imponderables en caso de abolirla”. Por su parte, Mikiso Hane escribió:

“Se planteó también la cuestión de juzgar al Emperador como criminal de guerra, pero los oficiales norteamericanos decidieron desestimarlo porque esta medida impediría a las fuerzas de ocupación desempeñar su función. El general MacArthur aseguró que, en ese caso, serían necesarios un millón de hombres para mantener el orden militar en Japón”. 

Continúa explicando Hall que se estableció un gabinete responsable ante el electorado, el derecho a voto de hombres y mujeres de 20 años o más y las dos cámaras de la Dieta serian electas por voto popular, al igual que altos cargos de la administración públicas, como los gobernadores de las prefecturas. Se garantizaron los Derechos Humanos y, en virtud del Artículo 9, Japón renunciaba a la guerra como derecho soberano, salvo en caso de defensa.

Ahora bien, y como destacan Pérez y San Emeterio, con la llegada de la Guerra Fría las prioridades comenzaron a cambiar. Tenemos que la Unión soviética comenzó a extender sus tentáculos en Europa oriental, el norte de Corea habían caído bajo la órbita comunista bajo Kim Il-sung y en 1940 triunfaría la revolución comunista en China. De acuerdo con esto, los autores señalan que Japón se convirtió para Estados Unidos en el “baluarte del mundo capitalista en Asia oriental”.

Ya en 1948 se restringió el derecho a huelga en Japón de los empleados públicos y en 1950 se realizó una “purga roja” que tuvo como objetivo remover de la administración pública y el sector privado de miembros del Partido Comunista. En materia militar se flexibilizaron las medidas anteriormente impuestas, lo que significó que Japón pudo crear una Reserva de Policía Nacional integrada por 75.000 hombres, que sustituirían a los soldados estadounidenses que se trasladaron a combatir en Corea. La Guerra de Corea (1950-1953) beneficiaría a la economía japonesa ya que sería el principal proveedor del ejército estadounidense lo que llevó a un aumento de sus exportaciones.

Rodao señala que esta guerra salvó a la “Línea Dodge” puesto que Japón, al convertirse en la base logística, pudo proveer de bienes y servicios a los ejércitos de la ONU “lo que le supuso unos ingresos de en torno a 5,5 billones de dólares: 2,3 billones de dólares en «aprovisionamientos especiales» y 1,75 billones en compras relacionadas con los militares”. De acuerdo con lo anterior, Rodao señala que las reservas de divisas aumentaron 4,5 veces en dos años, entre 1949 y 1951, lo que significó que este tipo entradas significara el 62% del total de ingresos en dólares en 1952.

Pero, más allá de la recuperación, el objetivo del Primer Ministro Yoshida Shigeru era poner fin a la presencia de los Estados Unidos en el archipiélago el cual llegaría con la firma del Tratado de Paz de San Francisco en 1951. Este fue complementado con el Tratado de Seguridad por medio del cual el ejército de los Estados Unidos podría hacer libre uso del territorio japonés para ejercicios militares. Recordemos que para ese entonces, tanto Corea del Norte como China estaban bajo regímenes comunistas y constituían una potencial amenaza para Japón. Pero este país también podría participar en la sofocación de disturbios dentro del país si el gobierno japonés lo solicitaba.

En 1954 se creó la fuerza de autodefensa que, como explican Pérez y San Emeterio, “aumentaba las capacidades de la antigua Reserva de Policía Nacional y se convertían en un ejército de 180000 hombres con tropas de tierra, mar y aire, aunque quedaban lejos de los 300000 solicitados por el presidente Dwight D. Eisenhower (1890-1969)”. Los autores destacan que se dio una paradoja ya que los japoneses se oponían a la remilitarización mientras que los Estados Unidos la incentivaron. Así, el Artículo 9 por el que Japón fue forzado a renunciar a la guerra se volvió algo problemático para los estadounidense con la llegada de la Guerra Fría, tal como comenta Hane:

“Esta cláusula puso más tarde a Estados Unidos en una posición incómoda, cuando las tensiones creadas por la Guerra Fría inclinaron a los norteamericanos a defender que Japón tuviera acceso a un rearme limitado, por lo que se aclaró que la «cláusula de no a la guerra» no excluía el mantenimiento de «fuerzas de autodefensa”.

Continuemos ahora con el desarrollo de Japón a partir del año 1955. En 1956 Japón pasó a formar parte de la ONU y comenzó a establecer lazos comerciales con otros países como Australia (1957) y otros países del sudeste asiático y Asia septentrional. Pérez y San Emeterio destacan este año (1955) específico puesto que se produjeron, en materia, política, procesos de unificación como fue la refundación del Partido Socialista a partir de la fusión de los socialistas moderados con los más izquierdistas, y la formación del Partido Liberal Democrático, que unió a los conservadores del partido Liberal y del partido Democrático.

Sería este último partido el que, hasta la década de 1990, obtendría repetidas mayorías en ambas cámaras de la Dieta. Pero el PS tendría los escaños suficientes para obstaculizar cualquier reforma constitucional.  Por su parte, Rodao afirma que la década de 1950 sentó las bases del crecimiento económico de posguerra:

“Fueron unos años de reconstrucción generalizada con un nivel de vida en aumento en los que el consenso fue amplio a favor de priorizar el desarrollo económico e impulsar la industria pesada. Japón ya podía decidir libremente, pero sin apenas divisas ni materias primas, y sin saber si su propia tecnología podría tener éxito, las dudas que se planteaban eran de la conveniencia de importar primero o fomentar lo propio".

Por su parte, Daniel Yergin y Joseph Stanislaw se refieren – en su libro “Pioneros y líderes de la globalización” – al “triángulo de hierro”, formado por burócratas, empresarios y políticos,  que jugó un rol clave en el crecimiento económico. Explican los autores que los burócratas a menudo desempeñaban un papel dominante por medio de regulaciones y sutiles “asesoramientos administrativos”. Añaden que esta cooperación entre empresarios y burócratas era considerado como un orden de las cosas: “Las empresas debían ser fuertes dentro de su país a fin de poder competir en el exterior, y el gobierno japonés no vio contradicción alguna entre promover la competencia fuera del país y un fuerte control del mercado interno”.

Un símbolo de esta poderosa burocracia fue el Ministry of International Trade and Industry, conocido como “MITI”, encargado de coordinar la estrategia industrial interna  y externa. Yergin y Stanislaw explican que el MITI ayudaba a las empresas a adecuarse a los mercados mundiales, canalizaba información y conocimientos, fijaba precios y cupos de importación, establecía licencias y normas de calidad,  y organizó fusiones y megafusiones. En palabras de los autores: “De esta manera, el comercio internacional y la industria doméstica estaban estrechamente interconectados y el MITI actuó como el único coordinador entre ambos.  Ésa fue una de las grandes innovaciones de Japón.”

Japón pasó de la fase de “reconstrucción” a la de “crecimiento” en donde el producto nacional bruto de Japón creció a una tasa anual media del 10% hasta la crisis petrolera a comienzos de la década de 1970. Las causas de lo anterior, de acuerdo con Pérez y San Emeterio, fueron, en primer lugar la ya mencionada guerra de Corea (1950-1953). En segundo lugar la ayuda de los Estados Unidos fue de suma relevancia en lo que respecta a abrirle un mercado a Japón y a transferirle tecnología.  

De acuerdo con Hane, algunos atribuyen el mérito a la clase directiva que, asesorada por el académico universitario, y estadístico de William Edwards Deming, quien constituyó una especie de versión actualizada del viejo taylorismo. Con esto quiero dar a entender que el académico se centró en mejorar la gestión, organización y eficiencia de los procesos.

Una tercera causa es institucional y fue que el gobierno bajo el PLD dio a Japón un largo período de estabilidad lo que facilitó la comunicación entre el denominado “triángulo de hierro”: el PLD, las empresas y los burócratas.  Una cuarta razón fue la elevada tasa de ahorro de los japoneses lo que significó una gran cantidad de capital disponible para que fuese reinvertido en las empresas. Una quinta razón fue el capital humano, es decir, la calidad de la fuerza de trabajo producto del sistema educativo. Sumado a esto tenemos que las huelgas y protestas ya sea por parte de sindicatos o universitarios, no llegaron a un punto en que paralizaran al país.

También es importante mencionar lo que Pérez y San Emeterio denominan como la “internacionalización de la cultura japonesa”. En la segunda mitad del siglo XX cobraría renombre Kurosawa Akira (1910-1998) quien ganó el León de Oro del Festival de Venecia (1951) por su película “Rashomon”.

Posteriormente otras películas serán positivamente aclamadas como “Los siete samuráis”, “Trono de sangre” o “Vivir”. También destacarían otros cineastas como Ozu Yasujirō (1903-1963) y Mizoguchi Kenji (1898-1956). Daniel Kothenschulte escribe en un capítulo del libro “Cine de animación japonés”[1] que en 1956 la empresa productora Toei creó su departamento de dibujos animados lo cual significo la adquisición de pequeños estudios de animación pertenecientes a Nippon Doga, naciendo así Toei Doga el cual en 1958 lanzó su largometraje animado “Panda and the Magic Serpent”.

En la misma década de 1950 se popularizó la meditación así como también las artes marciales y, no menos relevante, la figura de ese gran monstruo: Godzilla. Esta última película fue estrenada en 1954 bajo la dirección de Honda Ishirō, y que se inspiró tanto en los ataques nucleares con Hiroshima y Nagasaki, así como en el barco de pesca japonés que fue víctima de la radiación emitida por las pruebas estadounidenses realizadas en las Islas Marshall.

Como señaló, dentro de este modelo económico de la década de 1950, el Estado tenía un rol intervencionista dentro de la actividad económica en donde algunas empresas gozaban de los privilegios derivados de sus contactos con los burócratas de la administración pública. Esto no era algo propio de Japón ya que en otros países – como algunos de América Latina – habían profundizado el llamado modelo de industrialización por sustitución de importaciones el cual implicaba, como sucedió en Japón, que ciertas empresas tuviesen acceso privilegiado al capital, divisas y gozaban de ventajas fiscales.

Como comentan los autores, Japón no tuvo que preocuparse por temas polémicos relacionados con el rearme ya que descansaban en la protección de los Estados Unidos. Así, el Estado impulsó la industria pesada y petroquímica – en la década de 1950 – y la automotriz y electrodoméstica en la década de 1960 y 1970. Como explica Rodao, fueron empresas como Sanyo y Sharp, las que dieron el salto a la producción masiva en la electrónica de consumo de manera que los japoneses accedieron a lavadoras, aspiradoras e incluso televisores. También destacan productores eléctricos como Toshiba, Hitachi, Mitsubishi, Fuji y Sony.

En lo que respecta a la industria petroquímica – aquella que transforma el gas natural y petróleo en materias primas – esta tuvo un impacto sustancial en la sustitución de la madera o el metal por el plástico. También los “furoshiki pasarían a la historia tal como comenta Rodao: “Las telas cuadradas ubicuas que servía para envolver todo tipo de productos gracias a multitud de artes de envoltorios y de nudos pasaron a un baúl de los recuerdos del que están siendo recuperados por empresas de diseño”. Este rubro necesito de un alto nivel de inversión. De acuerdo con Rodao si durante la guerra la tasa de inversión era la cuantiosa (12%), esta aumentó durante la posguerra superando el 20%. Añade el mismo autor que la inversión de capital pasaron de 1,1 billones de yenes en el año 1955 a 4,8 en 1961.

Por ende la actividad bancaria era enorme y se generó un overloading, es decir, un exceso de préstamos en relación con los depósitos, por lo que se idearon formas para poder hacer circular el dinero. Así, se ampliaron estas redes por medio de la expansión de las cajas postales que expandieron los servicios bancarios, captando fondos por medio de depósitos o por medio de los seguros de vida. Junto con esto se perfeccionó la relación entre bancos y empresas y, el aumento de los salarios, tuvo como consecuencia que los saldos excedentes se guardaran en bancos. Como consecuencia de esto, afirma Rodao, “es factible también asegurar que los ciudadanos contribuyeron a la inversión empresarial de forma indirecta, trasvasando fondos desde sus salarios a la financiación a de empresas”.

Rodao también destaca la acción del Estado y el rol que jugó la burocracia en el crecimiento económico. El autor destaca algunos ejes siendo el primero el rigor en el uso de las divisas extranjeras, seleccionando importaciones por medio de la restricción del crédito. En segundo lugar promovió la modernización tecnológica por medio del estímulo de la investigación y el estudio del ensamblaje de maquinaria extranjera. En esto no hay nada novedoso con lo que hacían otros países que adoptaron el denominado modelo de industrialización por sustitución de importaciones, caracterizado por una importante intervención estatal, la adopción de medidas proteccionistas como barreras arancelarias y no arancelarias.

También el Estado ayudó y financió a empresas estratégicas, e implementó  modelos apropiados de crecimiento para estas. En palabras de Rodao: “Cada ministerio presionaba a las empresas de sus ámbitos para que siguieran un comportamiento acorde con los intereses generales que presuntamente ellos representaban, aunque no tenían base legal para hacerlo”. Este actuar, añade el mismo autor, en el límite de la legalidad incluyó también al Banco Central de Japón el cual estableció cuánto dinero debían prestar los bancos. Sobre el sistema de 1955, Yergin y Stanislaw comentan: “El sistema de 1955 convirtió a Japón  en un competidor formidable e importante; le permitió alcanzar un nivel de vida que al principio hubiese sido inconcebible”.

Para el año 1964 Japón pasó a ser la tercera economía mundial y pasó a ser parte de la OCDE, entró en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Ese mismo año Japón estrenó su “tren bala” y se celebraron los Juegos Olímpicos. Todo esto ayudó a que Japón lograra generar un cambio de la imagen que proyectaba al mundo. Como comenta Rodao:

“Los periodistas internacionales y la opinión pública cambiaron definitivamente el foco de sus miradas. Si hasta entonces Japón les había interesado por el Acuerdo de Seguridad y por la guerra de Corea, durante los Juegos las noticias se centraron en destacar la hospitalidad. Los aparatos electrónicos, en especial los pequeños televisores, fueron la notica adicional de cualquier periodista tras  visitar la zona de Akiharaba. La percepción de Japón cambió hacia la de una nación pacífica con una industria en desarrollo rápido y una economía pujante, sobre todo en tecnología, y que respetaba su cultura”.

Tokio (Ginza) década de 1960

Rodao continúa explicando que durante al década de 1960 el Estado continuó interviniendo activamente en la economía siendo uno d ellos objetivos centrales reducir la dependencia de la agricultura y la pequeña industria. Esto implicaba la implementación de cambios radicales en la industria, en las empresas y los modos de producción. Ahora bien, en algunos casos fueron las mismas empresas las que lograron soslayar estos retos como fue el caso de las plantas Toyota en Motomachi y Nissan en Oppama. En palabras de Rodao: “Produjeron los primeros coches competitivos en el contexto internacional, y su éxito se extendió a todo tipo de vehículos, desde la bicicletas a los camiones, y en especial las motocicletas, el primer sector que llegaron a dominar”.

La intervención gubernamental fue diversa e incluyo a sectores punteros como otros más retrasados. Célebres fue la formación de los keiretsu, un conglomerado de empresas estrechamente relacionadas entre sí y que, a diferencia de los zaibatsu, no estaban controladas por una familia y tenían una estructura más descentralizada. Los keiretsu no solo se limitaban a la producción de bienes puesto que también incluían – entre otros elementos – la logística y servicios financieros. Una industria que fue firmemente apoyada por el Estado fue el acero.

Como explica Rodao, el gobierno buscó mejorar la competitividad incentivando la desaparición  de las acerías pequeñas y reorganizando el sector de manera cartelizada. El mismo autor añade que el gobierno extendió esta política a otros sectores como el de productos químicos, maquinaria o energía eléctrica. Junto con esto agrega: “En los años sesenta, el gobierno favoreció complejos industriales en la costa del Pacífico para el procesado y la exportación asegurando el transporte masivo de materiales en trenes y barcos especiales”.

La informática fue un sector que comenzó a despegar. Como resultado del trabajo entre el sector estatal y privado, empresas como NEC y Oki crearon la primera máquina computacional denominada FACOM-230-250 y, como señala Rodao, en la Universidad de Tokio, los principales productores instalaron un gran ordenador, el HITAC 5020. Al respecto comenta el autor:

“Los resultados no se hicieron esperar, y el porcentaje de productores  de computadores japoneses pasó de un 7% a finales de la década 1950 a un 29,7% en 1963 y a un 42,8% en 1964 y, de hecho, Japón fue el único país donde IBM no consiguió un control mayoritario del mercado nacional de ordenadores”.

En lo que respecta a la agricultura, el Partido Democrático Liberal aún se preocupaba de subsidiarlo puesto que aun traía una rentabilidad electoral. Por medio de la Ley Básica de Agricultura (1961) se buscó mantener los estándares de vida de los agricultores y, como afirma Rodao, otorgar ayudas destinadas a la mecanización, a la diversificación de la producción y a acoplar esa producción con la demanda. En suma, y como señalé anteriormente, el año 1955 fue clave pero, fue la década de 1960 en donde se distribuyeron los beneficios del buen desempeño económico de Japón

Pasando al ámbito de la cultura popular, la década de 1960 sería testigo del nacimiento de “Astro Boy” (1963-1966), una creación de Osamu Tezuka (1928-1989). Como comenta Kothenschulte, este robot eternamente joven constituía una mezcla de Peter Pan, Superman y Pinocho. El negocio y soft power del manga y el animé tendría que esperar para internacionalizarse, pero se estaban sentando las bases de uno de los sellos de la cultura popular japonesa junto con personajes de videojuegos y todo tipo de “merchandising”. Según Kothenschulte, el inicio del animé se establece generalmente con la emisión del ya mencionado “Astro Boy” que fue patrocinado por una empresa de chocolates Meiji Seika que también promocionó sus personajes pro medio de sus productos.

Otros animé que se convertirían en clásicos en la década de 1970 fueron (y que en América Latina gozaron de gran popularidad en los 80’):  Mazinger Z (1972-1974), Heidi (1974), Marco (1976), La abeja Maya (1975-1976), Candy Candy (1975-1981), El Gladiador (1976-1977) Grand Prix (1977-1978) o Capitán Futuro (1978-1979). Entrando en la década de 1980 la lista sería interminable aunque podemos mencionar una serie estadounidense “Robotech” pero que se fundamentó en tres animé japoneses (incluso la influencia se ve en los mismo dibujos). No podemos dejar fuera Dragon Ball (1984) y la figura de su creador, Toriyama  Akira n(1955-2024), continúa transmitiéndose en televisión siendo su último estreno la serie Dragon Ball Daima.

Como ya señalé en otro de mis artículos sobre guitarras eléctricas, Japón también comenzó a destacar en este ámbito. Tenemos el caso de Tokai Gakki Co.(Gakki = tienda y Gengakki = tienda de instrumentos de cuerda), la cual fue fundada en el año 1947 en Hamamatsu. Esta tienda que se dedicaba a la fabricación de instrumentos tales como acordeones, armónicas, guitarras acústicas y eléctricas perom con el tiempo, también se destacaría por sus copias de la Gibson Les Paul. Ejemplos de esto fueron la “Les Paul Rebirth”y “Love Rock Model” (década de 1970 y 1980). También fabricaron copias de Fender como la “Breezy Sound”(copia de la Telecaster) y la Springy Sound(copia de la Stratocaster). Inclusol, con el tiempo estas guitarras llegaron a tener a tener una calidad igual al de sus originales como fue el caso de la  Tokai TST 50, una copia de la Stratocaster surgida en 1982 (lo cual trajo problemas legales).

Otro caso es el de la empresa  Matsumoku Gakki, la cual funcionó entre 1951 y 1987 en la ciudad de Matsumoto. Otra marca emblemática fue  Teisco (“Tokyo Electric Instruments and Sound Company”) que surgió en 1946 que, en 1967 fue vendida a Kawai. A lo largo de la década de 1960 Teisco exportó modelos que se basaban en Les Paul, Telecaseter y Stratocaster y que vendían bajo otras marcas. Otra conocida empresa fue  Yamaha, la cual fue fundada en 1887 como “Nippon Gakki Company” por el empresario Torakusu Yamaha (1851-1916). En un comienzo se dedicó a la fabricación de armonios y teclados, para posteriormente, en la década de 1940, incluir la fabricación de guitarras clásicas.

Podemos añadir la famosa marca de guitarras Ibanez la cual tiene su comienzo con Matsujiro Hoshino quien en 1908  fundo Hoshino Gakki. En un comienzo importaba guitarras clásicas desde valencia en donde viviía el luthier Salvador Ibañez, de donde vendría el actual nombre (sin la “ñ”) de las guitarras eléctricas que se venden. Otra marca de guitarras y bajos que surgiría en la década de 1970 con Hisatake Shibuya – y que actualmente es una emblemática de Japón –  es “Electric Sound Products”, más conocida como ESP.

Ahora bien, no todo fue crecimiento y bienestar. Pérez y San Emeterio destacan también aspectos negativos vinculados a esta etapa de crecimiento y bonanza económica. Tenemos, por ejemplo, la contaminación del aire y el agua derivada de la industria pesada y petroquímica en la década de 1950 y 1960. Hubo casos de ruidos, malos olores, casos de asma entre la población – en la ciudad de Yokkaichi – e intoxicación con mercurio, lo que tuvo como consecuencia la enfermedad de Minamata. Como explican los autores, esta última consistía en un síndrome neurológico – grave y permanente – que causaba parálisis y dolor hasta la muerte.

Como resultado comenzarían a generar tensiones puesto que la sociedad civil se levantó en contra de estos y otros casos como la expropiación de tierras para construir autopistas, la construcción de plantas nucleares o el déficit de servicios públicos. Un ejemplo citado por los autores fue la oposición de los campesinos a la construcción del aeropuerto de Tokio en Narita (a 50 km de la capital). Con el tiempo los campesinos fueron apoyados por estudiantes de izquierda y lograron postergar por años el proyecto. En palabras de los autores este acontecimiento, en donde se enfrentaron campesino y estudiantes contra las fuerzas de orden, “simbolizó la resistencia del modo de vida tradicional frente a la modernización excesiva, siendo el centro de atención de la opinión pública durante la década de los setenta”.

También cabe destacar la discriminación que sufrieron ciertos sectores de la sociedad. En primer lugar están los coreanos que habían sido forzados a residir en Japón. Si bien, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial (y con la liberación de corea) la mayoría de los coreanos retornaron a la península, otros cientos de miles se quedaron. Pero sucedió que estos residentes “zainichi” o “residentes en Japón” fueron considerados como extranjeros y verdaderos apátridas. Pérez y San Emeterio afirman que hasta la década de 1980 los zainichi fueron discriminados de manera sistemática en lo que respecta al acceso a la vivienda, sanidad, educación, etc.

Tenemos, en segundo lugar, a los “burakumin”, descendientes de los “eta” quienes eran considerados – de acuerdo con el histórico sistema de castas que imperó en la nación –  como impuros. Como explican Pérez y San Emeterio, a pesar de que los burakumin eran étnicamente iguales al esto de los japoneses, fueron discriminados por vivir en las aldeas “buraku” o “comunidad”. A lo largo de los años el Estado implementó medidas para erradicar su situación por medio del acceso a la educación y a la sanidad. Un tercer grupo son los ya mencionados “ainu” originarios de la isla de Hokkaido (Ezo), la cual fue integrada a la nación en la era Meiji.

De acuerdo con los autores, a pesar de los intentos del gobierno de proteger e incluso promover su cultural, muchos ainu abandonaron sus prácticas culturales y evitaban ser identificados como ainu (incluso muchos ya no se sentían como tales). En el año 2019 se aprobó una ley que por primera vez reconocía a este pueblo como los indígenas de Hokkaido y se propuso corregir disparidades en materia socioeconómica. No obstante lo anterior, los ainu demandaron más, y entre estas demandas estaban el tener derechos soberanos sobre la educación, caza, pesca y tierra.

Otro ejemplo que podemos mencionar el caso de los okiwaneses quienes residían en las islas Ryūkyū y que habían sido víctimas de la ocupación japoneses, quienes intentaron borrar su identidad cultural. De acuerdo con Pérez y San Emeterio varias lenguas nativas de la región están en peligro de extinción. La isla de Okinawa (la más grande del archipiélago) fue devuelta a Japón en 1972, pero continuó siendo un lugar para las tropas estadounidenses. Esto generó movilizaciones de la población en contra de esta situación, así como también  por incidentes de violencia protagonizados por soldados estadounidenses en contra de mujeres residentes en la región.

Han habido movilizaciones en contra de proyectos que atentan contra el ecosistema, como fue el caso del traslado de la base de Futenma a una zona menos poblada. Por último, otro grupo que fue víctima de discriminación fueron los enfermos mentales y leprosos, quienes fueron víctimas de las leyes eugenésicas que permitieron que fueran esterilizados. En palabras de los autores:

“(…) el Estado podía esterilizar a enfermos mentales o personas con discapacidad intelectual para prevenir nacimientos de individuos considerados inferiores. Aun sin consentimiento alguno, unas 25000 personas, incluyendo a muchas que solo tenían trastornos de comportamiento , fueron esterilizadas”.

El período de crecimiento y bonanza japonés sobreviviría rápidamente a la crisis petrolera de 1973 que afectó profundamente a las democracias occidentales. De acuerdo con Pérez y San Emeterio la recuperación de Japón fue veloz y la tasa media de crecimiento fue del 3,6% hasta principios de los noventa. Ahora bien, y siguiendo a Rodao, Japón igualmente experimentó un período inflacionario y el tipo de cambio se vio afectado cuando Richard Nixon puso fin al “patrón dólar-oro” dando así inicio a la flotación libre de divisas.

Japón era vulnerable a estos shocks externos debido a su dependencia de las importaciones de barriles de petróleo que, de acuerdo con Rodao, de 1.700 en 1965 subió a 5.200 barriles diarios. Añade el mismo autor que la inflación se transformó en recesión pero, a diferencia de otros países, los japoneses ahorraron. Esto último tuvo como consecuencia el hundimiento del consumo, un aumento de los depósitos bancarios y evitar que la inflación se desbocara. En suma la inflación se mantuvo a raya, pero empresas que se beneficiaron del petróleo barato – como la petroquímica – sufrieron fuertemente debido al aumento del precio de este mismo. El sector más golpeado fue el agrícola que, por lo demás, ya no constituía un sector relevante y ni siquiera estaba consiguiendo Japón la autosuficiencia alimenticia. Así, en palabras del autor, el campo era un saco sin fondo y las críticas hacia este sector levantaba cada vez más críticas. Al respecto comenta Rodao:

“Más allá del arroz, el pescado y los vegetales, la proporción de comestibles producidos en Japón declinaba de forma inexorable: los lácteos (de un 89% en 1960 al 76% en 1988), la carne (93 a 73%), la fruta (100 a 67%), el trigo (39 a 17%) o las legumbres (44 a 8%), con el dato llamativo de un 2% producido en alimento para el ganado”.

Avanzando en el tiempo, tenemos que Japón en la década de 1970-1980 comenzó a destacarse por su industria automotriz y la robotización de la producción. Los consumidores estadounidenses comenzaron a demandar este y otros productos como los electrónicos. Esto causó temor dentro de los Estados Unidos, especialmente entre la industria como Chrysler, Ford o GM. Parecía que las marcas como Honda, Toyota, Toshiba o Sony iban a inundar el mercado. Como destaca Rodao, Japón era la estrella mundial lo cual quedaba evidenciado en los títulos de algunos libros que se publicaron: “El Japón, tercer grande” (Robert Guillain); El reto japonés” (Håkan Hedberg); “Japón como número 1. Lecciones para Estados Unidos” (Ezra Vogel). Para el año 1986 Japón era el principal acreedor mundial y Estados Unidos se transformaría en el principal deudor. Al respecto comenta Rodao:

“En poco tiempo, Japón compró en torno a la mitad de las fábricas de automóviles, pasó a controlar el 30% de ese mercado e hizo algunas otras adquisiciones especialmente llamativas, como la compra de Columbia Pictures pro Sony, la de Inter-Continental por Seibu o la del edificio RCA por Sumitomo”.

Por su parte, Yergin y Stanislaw señalan que Japón se lanzó  a una vorágine de adquisiciones: viñedos en Francia, algunos de ellos cuadros más famosos del mundo, en Rockefeller Center y el Edificio Exxon en Nueva York,.

En Estados Unidos existía un problema ya que, si bien el presidente Ronald Reagan es asociada con la disminución de impuestos, sucedió que el gasto público aumentó, principalmente el militar, lo que generó un déficit en ese país. A esto se sumaba el desafío que representaba Japón en materia comercial. Para poner orden en materia comercial se llevó a cabo una reuniones en el Hotel Plaza (1985) en donde se materializaron los acuerdos que llevan el mismo nombre. Se acordó la devaluación tanto del dólar frente al yen y el marco alemán en torno al 15-20%.  Pero tal medida resultó ineficaz ya que las empresas estadounidenses aun no podían hacer frente a la competencia. De hecho, el déficit comercial de este país con Japón no disminuyó y el yen se fortaleció. Por su parte, Rodao explcia que con el tiempo el yen se apreció frente al dólar llegando, en 1988, a los 120 yenes por dólar.

Como afirman Pérez y San Emeterio, el fin de la bonanza de Japón sería fruto de su propio éxito y se haría sentir durante la década de 1990. Comenzó a generarse una burbuja financiera e inmobiliaria lo que forzó al Banco Central a aumentar los tipos de interés en 5 ocasiones (mayo 1989-agosto 1990) desde el 2,5 al 6%. Esto provocó la caída del PIB, del precio de la vivienda y del Nikei (índice de bolsa) y la contracción del crédito. Finalmente, la crisis de 1991 que significó un colapso de los mercados financieros e inmobiliarios. En 1995 Japón fue golpeado por un terremoto y, en ese mismo año, lo que aumentó la preferencia por la liquidez. Por último podemos mencionar ocurrió el ataque terrorista con gas sarín en el metro de Tokio por miembros de una secta liderada por Shōkō Asahara quien fue ahorcado.

Rodao señala que la masa monetaria aumentó a un ritmo de entre 9 y un 12% anual entre 1987 y 1989, lo que se tradujo que todo ese dinero en circulación fuese prestado a intereses muy bajos. Añade el autor que con intereses bancarios y bonos del Estado al 0% permitió a Japón comprar el 30% de los bonos, financiando así la deuda del país.


[1] Coordinado por Antonio José Navarro