8/10-Japón: una mirada panorámica. De la era Taishō a la era Shōwa  (por Jan Doxrud)

8/10--Japón: una mirada panorámica. La era Taishō  (por Jan Doxrud

Siguiendo la periodificación tradicional, continuaremos ahora con la era Taishō (1912-1926), en donde gobernó el emperador Yoshihito entre 1912 y 1926, y la era Shōwa (1926-1989) en donde asumió como emperador Hitohito (1901-1989). Hay que tener presente que Yoshihito  fue un emperador enfermizo por lo que tuvo que delegar en 1921 en su hijo, Hirohito, para que asumiera las obligaciones imperiales. Tal como explican Pérez y San Emeterio, este período se conoce como “la democracia Taishō” debido a que Japón entró a combatir en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en el bando de Inglaterra, Francia y Estados Unidos (que ingresó en 1917), a pesar de que eran imperios coloniales.

Ya en agosto de 1914 Japón declaró la guerra a Alemania y ocupó sus posesiones en Asia: Qingdao, la provincia china de Shandong y varios archipiélagos del Pacífico. También consolidó su posición en Manchuria en donde logró concesiones del gobierno republicano chino como la ampliación de los derechos ferroviarios y mineros. Así, la guerra fue beneficiosa para los japoneses, puesto que el país logró fomentar el desarrollo de empresas navieras producto de la alta demanda de buques de guerra y barcos mercantes. Sumado a esto, Pérez y San Emeterio explican que se amplió la industria siderúrgica creándose complejos mineros y fabriles en Taiwán y Corea. Otra industria que experimento una expansión fue la textil la cual vino a satisfacer la demanda proveniente desde los Estados Unidos y China.

Japón en 1914

A esto añaden Pérez y San Emeterio que la guerra aceleró los procesos de urbanización e industrialización iniciados en el período Meiji. Si bien la población en las zonas rurales se mantuvieron estables, las ciudades comenzaron a expandirse de forma constante durante al segunda y tercera década del siglo XX.  En palabras de los autores: “Para 1925 las ciudades comprendían ya un 20% de la población total del país, que ascendía a sesenta millones de personas, produciéndose una revolución en la forma de vida en el medio urbano”.

Tras el final de la guerra y los tratados de paz en 1919, Japón logró mantener las posesiones de Alemania, pero los beneficios económicos desaparecieron, lo que se tradujo en que el país nuevamente se volvió dependiente de las importaciones. Esto afectó negativamente a la balanza comercial y produjo una contracción económica. Frente a este nuevo panorama comentan los autores: “Con el fin de sobrevivir a la crisis, las grandes compañías formaron diversos cárteles y trust que, en última instancia, dejaron cuatro ganadores que conformarían los gigantes conglomerados industriales (zaibatsu) por excelencia: Sumitomo, Mitsui, Yasuda y Mitsubushi”.

Junto con lo anterior, surgió una tensión entre Japón e  Inglaterra, ya que esta última veía a los nipones como un peligro para sus intereses en la región, Por su parte, estados Unidos veía a Japón como un competidor comercial en lo que se refería al mercado chino. Ahora bien, las potencias occidentales realizaron gestiones para mantener a raya a Japón, tal como escriben Pérez y San Emeterio:

“Sin aliados entre las potencias, Japón corría el riesgo de quedarse solo en la defensa de sus intereses a nivel internacional. La Conferencia de Washington, que se celebró en 1921 con el fin de mantener la paz mundial y frenar el avance comunista, ofreció a Japón una oportunidad para mejorar su imagen. El gobierno reconoció la independencia y la soberanía territorial de China, devolviéndole las adquisiciones hechas durante la guerra (…) Asimismo, aceptó límites al número de buques de guerra de gran tonelaje que cada potencia podía disponer y la promesa de no construir nuevas bases militares en el Pacífico”.

El Emperador Yoshihito

En materia de política interna, durante este período se continuó con la profundización de los ideales occidentales en materia política. Por ejemplo, los medios de comunicación y los líderes de opinión comenzaron a cobrar fuerza. Algunos sectores comenzaron a cuestionar el sistema político imperante, particularmente las intromisiones del ejército y la hegemonía ejercida por facciones como era el caso de Satsuma y Chōshū.

Así, de acuerdo con los autores, lo que caracterizó a las dos primeras décadas de este período fue la promoción de la constitución, el sufragio, así como los valores del Estado democrático. En 1928 se hizo efectivo el sufragio universal masculino que permitía a votar a los mayores de 25 años, por lo que las campañas políticas para captar al electorado se tornaron fundamentales y así también el financiamiento de las mismas.

Volviendo a lo económico, y como destacan Pérez y San Emeterio, durante la década de 1920 la economía japonesa creció debido al aumento de la población urbana, los cambios en los patrones de consumo y el avance en la producción y distribución de energía eléctrica. Esto último implicó grandes inversiones estatales y conglomerados industriales en sistemas de producción hidroeléctrica y en redes de cableado. A su vez esto permitió la modernización de compañías de hilado y molino arroceros, y posibilitó que los japoneses por primera vez pudieran acceder a los electrodomésticos y artefactos como estufas, ventiladores y radios entre otros..

Tokio en los primeros años de la década de 1920

Sin embargo esta fue también una época con problemas económicos como el alza del precio del arroz en 1918 lo que generó una revuelta nacional que tuvo que ser reprimida. Otro hecho que destacan Pérez y San Emeterio fue la violencia, específicamente el asesinato de políticos, industrialistas, líderes sindicales e incluso un atentado contra el heredero de la casa imperial en 1923.

Japón no fue ajeno a la inestabilidad propia del período de entreguerras (1919-1939) que afectó a Europa en donde Rusia se había transformado en una dictadura socialista bajo Stalin, en Italia había ascendido Mussolini desde 1923 y Hitler en 1933. En el caso de Japón, la ideología nacionalista se transformaría en la principal enemiga del sistema parlamentario. Otro factor que influiría en erosionar la democracia serían los problemas económicos En palabras de Pérez y San Emeterio:

“Este cambio de mentalidad obedeció en parte a la progresiva extinción en todo el mundo de las corrientes cosmopolitas que habían caracterizado a los años veinte y que, tras la Gran Depresión, dieron paso a políticas proteccionistas y nacionalistas.”

En Japón, durante la Primera Guerra Mundial, entidades financieras participaron en actividades especuladoras lo cual se tradujo en la entrega de préstamos durante este período de frenesí económico. Pero, ya en 1920, la burbuja pincharía lo cual llevaría a la quiebra a numerosas de estas entidades que sólo se vería interrumpida por el terremoto de Kantō en 1923 lo que supuso un programa de reactivación de la economía. Ahora bien, de acuerdo con Pérez y San Emeterio, a pesar de que el gobierno implementó un programa de préstamos especiales para empresas y bancos, sucedió que las entidades fueron incapaces de capitalizar adecuadamente ese flujo de dinero debido a las deudas que tenían.

Así, en 1927, ante esta situación de incumplimiento crediticio por parte de estas instituciones, la población comenzó a temer lo peor por lo que comenzaron a retirar en masa sus ahorros generando así un pánico bancario. La situación tuvo que ser combatida por medio de un cierre bancario de tres semanas, prohibir las actividades especuladoras y el inicio de un proceso de absorción de las entidades financieras por parte de los zaibatsu. Respecto a esto último comentan Pérez y San Emeterio:

“Es de esta forma como se consolidan los zaibatsu como poderosas estructuras piramidales dominadas en su vértice superior por una familia en posesión de las acciones de una gran compañía que tiene, a su vez, ramificaciones inferiores en forma de empresas y bancos interconectaos entre sí”.

Los autores se refieren a las repercusiones de la crisis económica de 1929 que, desde Estados Unidos, afectó al resto del mundo. Entre las consecuencias de la crisis fue la depresión con todo lo que esto implicó: caída de la actividad económica, quiebras bancarias, quiebra de comercios, aumento del desempleo, incertidumbre y  desesperación entre la población. Otra consecuencia fue la adopción de sistemas económicos proteccionistas como el de industrialización por sustitución de importaciones, lo que terminó por ralentizar el comercio internacional.

En este contexto, si bien Japón logró recuperar relativamente rápido,  de igual forma no logro escapar de la inestabilidad política, tal como comentan Pérez y San Emeterio: “Para 1933 la economía japonesa ya se había estabilizado. A pesar de ello, la Gran Depresión dañó la imagen del gobierno parlamentario a nivel popular y puso en duda los sistemas socioeconómicos inspirados en los modelos occidentales”. Hall añadía que para muchos ciudadanos japoneses lo que se necesitaba era un gobierno autoritario que pusiera énfasis en la preparación militar y la atención humanitaria de las masas.

Un tema relevante fue el resurgimiento del nacionalismo. Los autores destacan un hecho representativo de este fenómeno lo que nos lleva a Mukden, cerca de Manchuria (1931). A pesar de los compromisos por la paz, los japoneses siguieron reforzando sus intereses en Manchuria y su antigua colonia china de Qingdao. Sucedió que el ejército japonés de Kwantung (en la península de Liaodong) realizó un autosabotaje de unas vías de ferrocarril de propiedad japonesa al sur de Manchuria, para posteriormente culpar a los chinos de aquel hecho a los chinos.

El objetivo era tener un pretexto para invadir las principales ciudades de Manchuria y construir un nuevo estado denominado Manchukuo que sería gobernado por el “último emperador” (como se titula también la película) de la dinastía Qing: Puyi (1906-1967). Todo esto se traduciría en una campaña en favor de la invasión e Manchuria. De acuerdo con John W. Hall las operaciones a gran escala en Manchuria tuvieron profundas repercusiones en la política interna de Japón,  sobre su economía y en su posición dentro del escenario internacional. Con respecto a esto último escribió Hall:

“El ataque contra Manchuria había constituido, evidentemente, un desafío a los acuerdos internacionales del Japón con las potencias occidentales. En especial la Gran Bretaña y los Estados Unidos se mostraron inquietos ante la acción japonesa, pero no decidieron adoptar ninguna medida, salvo la de señalar al Japón con el dedo de la censura moral, por medio de la Sociedad de Naciones”.

La Sociedad de las Naciones, creada tras el final de la Primera Guerra Mundial, consideró que Japón estaba violando los tratados suscritos, lo que provocó la salida de Japón de esta organización en 1933. Dentro de este nuevo panorama Japón necesitaba tanto contra las democracias occidentales como la Unión. Soviética de Stalin. Paradójicamente ese aliado lo encontró en aquella nación  a la cual la había despojado de sus territorios en el continente asiático: la Alemania nazi. Esta alianza quedó formalmente sellada en 1936 con el Pacto Antikomintern.

Los autores destacan que, dentro de este ambiente, los militares actuaban con total libertad frente al temor de la clase política que temía un intento de golpe como ya había sucedido en 1931. Y fue justamente en el año 1932 donde acontecería un golpe militar que, en palabras de Pérez y San Emeterio terminaría por “liquidar la democracia parlamentaria, instaurándose a continuación gobiernos de unidad nacional conformados por una combinación de nacionalistas, militares y una parte de la oligarquía”. En materia económica Japón dependería aún más del extranjero en lo que respecta a la importación de crudo, hierro y algodón. Se establecieron medidas proteccionistas con el objetivo de promover la industria nacional como fue el caso del rubro automotriz y la industria química.

Dentro del mundo militar los autores destacan dos corrientes, siendo la primera la “kōdōha” o “facción del camino imperial”. Esta era más radical y abogaba por la supresión total del sistema político para dejar como soberano absoluto al emperador. La segunda facción era la “tōseiha” que defendía el rol supervisor del ejército junto con la implementación de reformas que buscaban el crecimiento y grandeza de la nación por medio de la expansión territorial. Finalmente sería la facción tōseiha la que prevalecería y establecería un gobierno que actuaría bajo el lema “Estado centrado en la defensa nacional” o “kokubō kokka”.

Reunión de Adolf Hitler con el embajador Hiroshi Ōshima (1942)

Las tensiones con China continuaron y fue el incidente del Puerto de Marco Polo (1937) – un incidente poco claro en donde se generó un tiroteo – que escaló a tal punto que Japón ocupó el territorio colindante con Manchkuo y bombardeo la capital Nanking. Fue aquí donde se generó la masacre de ciudadanos y violación masiva de mujeres – por parte de los japoneses –  en Nanking. Finalmente China dejó a un gobierno simpatizante con Japón en las zonas que controlaba con su ejército.

Bajo el régimen autoritario, el control de la económica por parte de la política continuó y el sistema económico quedó subordinado a los intereses castrenses. Como escribió Hall: “A finales de 1937 el Japón dio los primeros pasos importantes hacia una creciente centralización del control del gobierno sobre los sectores privados del país, principalmente sobre los partidos políticos y sobre los intereses comerciales particulares”.

Comenzaron a importarse relacionados con las necesidades bélicas y, por medio de la Ley de Movilización Nacional (1938) el gobierno adquirió la facultad cualquier tipo de actividad económica sin previa discusión en la Dieta. Al año siguiente se promulgó la Ley de Reclutamiento Popular en virtud de la cual los trabajadores que se desempeñaban en industrias claves para el sector militar tendrían unos salarios fijos y se limitarían los beneficios de los accionistas.

De esta forma, la población japonesa experimentaría una disminución de los estándares de vida puesto que a industria estaba orientad hacia el sector militar y no la producción de bienes considerados – por los lideres militares –como suntuarios e innecesarios. Así, la vida bohemia en los cafés, salones de baile y de jazz fueron criticados por sectores nacionalistas puesto que promovían la mala influencia de los valores occidentales.

Con el tiempo se impuso el racionamiento del consumo de maquinarias, materias primas, gasolina, café, azúcar y cerillas. Japón incurría así en un enorme gasto público y escasez de bienes. Peor aún las tensiones con otras potencias occidentales se tensionaron, como el caso de los Estados Unidos. Como explican Pérez y San Emeterio, este país rompió sus acuerdos comerciales con Japón a partir de finales de 1939. La razón fue la política proteccionista y, principalmente expansionista y agresiva en Extremo Oriente.

En palabras de Pérez y San Emeterio, la etapa que va desde la década de 1930 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, se caracterizó por un Japón que se desvió “de una supuesta línea de progreso hacia la formación de un Estado democrático e igualitarios, transformándose en cambio en un Estado opresor y militarista”. Los mismos autores clarifican que no es exacto hablar de fascismo en el caso japonés ya que no existió un partido de este tipo ni ningún líder carismático que acaparase los medios de comunicación.

Por su parte, John W. Hall calificaba de ”exceso” el calificar al Japón de finales de la década de 1930 y 1940 como fascista. No había nada parecido a un Hitler o un partido nazi. Lo que en Japón se desarrollo fue efectivamente un nacionalismo extremo, junto con “Estado defensivo” así como también un socialismo de Estado. No se trata de un socialismo que abogue por un sistema de planificación centralizada, pero sí por la existencia de un Estado que interviene fuertemente en diversos aspectos de la sociedad.

Pasemos ahora al Japón de la post-Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En primer lugar cabe señalar que ya a finales de la década de 1930 era Estados Unidos la que atisbaba con preocupación el expansionismo japonés. Este país tenía cómo presionar a Japón ya que era desde ese país donde salían los suministros de hierro y petróleo. Sería a comienzos de la década de 1940 cuando el Presidente Roosevelt, ante las incursiones japonesas en la Indochina francesa, dejó expiar el tratado comercial que tenía con Japón.

Durante la  guerra, Japón fue parte del Eje tripartito (1940) junto con la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, lo cual empeoraría aún más la relación con los Estados Unidos y otros países, lo que resultaría en un embargo que pondría en jaque a Japón. Como explica Hall, hacia 1940 los partidos políticos japoneses habían sido obligados a disolverse siendo sustituidos por una Asociación para la Asistencia a la Autoridad Imperial”, por lo que el país pasaba a ser una suerte de régimen de partido único. Tal Asociación debía movilizar popular que implicaba un reordenamiento del frente interno, es decir, a los ciudadanos en unidades jerárquicas.

También debía llevar a cabo una movilización nacional que suponía, en palabras de Hall, “llevar a cabo una fusión de todas las organizaciones políticas, sociales y culturales del país”. Otro objetivo era la movilización espiritual que buscaba reafirmar la identidad y la seguridad en sí mismos dentro de un contexto de problemas internos y amenazas externas.

Confraternización de marineros alemanes y japoneses en una base naval de Penang, Malasia, c. 1943. (https://archivoshistoria.com/el-eje-berlin-tokio-una-fragil-amistad/)

Con respecto a la comparación con el nazismo, el mismo Hall aclara que lo anterior no debe verse como un reflejo de lo que acontecía en la Alemania nazi, ya que la Asociación no era un partido que buscaba apoyo para apoderarse del gobierno sino que era “un mecanismo mediante el cual los dirigentes del Japón podían imponer el consenso nacional”.  Sobre la Asociación escribió Hall:

“(…) la Asociación se proponía la unificación de todo el esfuerzo burocrático y político del Japón en torno a los objetivos imperiales. Todas las diferencias de opinión debían supeditarse a una causa colectiva y única. Al propio tiempo los pocos sindicatos que aún quedaban, fueron aglutinados en una sola asociación patriótica consagrada al esfuerzo de guerra”.

Respecto a la comparación a la Alemania nazi, comenta el mismo autor:

“(…) mientras en Alemania el Partido Nazi, primero, se apoderó del control del gobierno, luego creó un estado totalitario y después entró en guerra, el estado e consenso ene l Japón fue el resultado de una reacción ante la guerra total y de un creciente sentimiento de inseguridad nacional”.

Producto del quiebre en las relación con Estados Unidos y el embargo, en diciembre de 1941 lanzó un ataque contra la base naval estadounidense en Pearl Harbor en Hawai lo que significó la entrada de este país a la guerra. Tras la derrota de Italia y Alemania, Japón continuó su batalla en el Pacífico. Las ciudades japonesas fueron arrasadas por las bombas incendiarias. Como explica Florentino Rodao, Japón, previo a su derrota, parecía estar en una situación límite debido a la estrategia adoptada por la Marina y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, lo cual se tradujo en destrucción, escasez y hambre. Sucedía que la marina impedía la movilización de recursos por lo que las materias primas transportadas en buques privados eran en su mayoría destruidas. Añade Rodao que la navegación costera era muy limitada debido a los ataques de los submarinos. A esto añade el mismo autor:

“(…) el daño causado por los B-17 (las Fortalezas Voladoras) , y sobre todo por los B-29 (las Superfortalezas), con mayor autonomía de vuelo, fue letal. Comenzaron con bombardeos y la aplicación de estrategias convencionales; después pasaron a usar bombas incendiarias y se mejoró la precisión arrojándolas a baja altura aprovechando la noche. Finalmente, los ataques se extendieron a las sesenta y seis principales ciudades japonesas, dejando sin casas a un total de veinte millones de personas – una quinta parte del total –, según calcula Richard Frank ”.

Sin embargo en el interior del país había una fuerte resistencia promovida por la propaganda del gobierno y la censura. Explica Rodao que los suicidas recibían el nombre de gyokusai o “joya destrozada”, las madres eran objeto de agradecimiento por parte de las autoridades y la censura en distintos niveles impidió que se impusiera el derrotismo. Las autoridades japonesas incluso criticaron a los alemanes por la derrota y, como escribe Rodao, esta actitud de los alemanes de no dar su vida los puso, en ojos de los japoneses, en una posición de “inferioridad espiritual”.

Finalmente serían las bombas atómicas las que pondrían fin al conflicto. El 6 de agosto de 1945 fue lanzada la bomba de uranio “Little Boy” en Hiroshima, y el 9 de agosto del mismo año se lanzó la bomba de plutonio “Fat Man” en Nagasaki. Existen distintas razones de por qué se lanzaron las bombas a pesar de que Japón estaba destruido. En primer lugar tenemos que esta nueva arma ahorraba recursos monetarios y humanos que suponía otro desembarco. En segundo lugar era un mensaje que EE.UU enviaba al dictador soviético Stalin.  En tercer lugar tenemos que EE.UU quería evitar que la Unión Soviética desembarcara en la isla (en la Conferencia de Yalta se había acordado que Stalin declararía la guerra a Japón), por lo que el presidente Truman no quería presencia rusa en la isla en un escenario de posguerra.

En cuarto lugar está simplemente la venganza  por Pearl Harbor y otros crímenes de guerra cometido por los japoneses y el deseo de probar estas nuevas armas. El hecho es que Japón fue derrotado y se abría una era de incertidumbre. Al respecto escribió Mikiso Hane:

“Al escuchar al Emperador anunciando la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945, según el escritor Oe Kenzaburó: «Los adultos estaban sentados alrededor de los aparatos de radio y lloraban. Los niños se reunían en la polvorienta calle y murmuraban su perplejidad. Pero lo que más nos sorprendió y decepcionó fue descubrir que el Emperador hablaba con voz humana. ¿Cómo podíamos creer que una augusta presencia con tanto poder se había convertido en una simple voz humana?»”.

Más adelante añade el mismo autor:

“Itami Jüzo, director de cine, recordaba: «Nos dijeron que toda la nación lucharía hasta la muerte. Pero un mes después de finalizar la guerra, de repente todo se convirtió en: "¡Banzai, democracia"; "¡Banzai, MacArthur!". Las fuerzas estadounidenses eran tratadas como si fueran nuestros libertadores. Todo lo americano era digno de elogio»!”.

De acuerdo con Rodao, el lanzamiento de las bombas ayudó a cambiar la narrativa en lo que respecta a las causas de la derrota de Japón. Ahora era la ciencia la que había derrotado al país lo que hacía de esta derrota una más aceptable puesto que permitía culpar al sector castrense sólo de manera indirecta. El hecho es que Japón había quedado destruido a tal punto que el fotógrafo John Swope llegó a señalar que la destrucción europea era insignificante en comparación con la de Japón. Rodao cita las siguientes palabras del fotógrafo:

“Si en Alemania seguía habiendo muros en pie y muchas de las casas habían quedado reducidas a la armazón, aquí no hay nada que no haya sido abatido; ni siquiera se ven cráteres provocados por las bombas ni montones de escombros: todo está completamente plano, como si el humo se hubiera llevado a la ciudad entera”.