10/10-Japón: una mirada panorámica. De la era Heisei a la era Reiwa (por Jan Doxrud) (Copy)

10/10-Japón: una mirada panorámica. De la era Heisei a la era Reiwa (por Jan Doxrud)

La larga era Shōwa llegaría a su fin en el simbólico año 1989 dando inicio a la era Heisei. Tenemos que la era Heisei (1989-2019) fue de grandes cambios. En 1989 murió el emperador Hirohito de manera que su hijo Akihito ascendió al poder iniciándose la nueva era. Pero también este fue el año de la caída del Muro de Berlín y las señales de que el bloque del este en Europa libraría del control de la Unión Soviética. Esta última, en 1991, pasaría a denominarse como Federación Rusa, enterrando así la ideología comunista que comenzó a construirse e instaurarse bajo la violencia en 1917. Estados Unidos retomó su liderazgo en el nuevo orden mundial post-Guerra Fría y otros países asiáticos comenzarían hacerle sombra a Japón como lo fue la China comunista de Deng Xiaoping, Taiwán y Corea del Sur.

Esta fue una era que estuvo marcada, en primer lugar, por la inestabilidad política en donde hubo 17 primeros ministros s en el poder. Junto con esto, la era Heisei fue testigo del fin del dominio del Partido Liberal Democrático (PLD), puesto que en 1993 llegó al poder un primer ministro no pertenecía al PLD como fue el caso Morihiro Hosokawa, algo que no había sucedido en casi 40 años.

Como señalé anteriormente, se inició en Japón un período de crisis económica que marcaría la década de 1990. De acuerdo con Rodao, en febrero de 1991 se apilaban las deudas impagadas, los precios inmobiliarios se desplomaron al igual que el de las acciones (un 80% hasta 1993) y la producción industrial un 11% hasta 1995. Ni la reducción de los tipos a 0% ni los aumentos masivos del trabajo en construcción funcionaron para salir de la crisis.

Tenemos, pues, que tras una fase de crecimiento se formó una burbuja financiera e inmobiliaria que forzó al Banco Central a aumentar los tipos de interés en 5 ocasiones (mayo 1989-agosto 1990) desde el 2,5 al 6%. Esto traería como resultado la caída del PIB, del precio de la vivienda y del Nikei (índice de bolsa) y contracción del crédito. Yergin y Stanislaw señalan durante gran parte de la década de 1990 Japón estuvo sumida en una prolongada depresión económica en donde “los mercados de capitales comenzaron a desconfiar de la voluntad y de la capacidad del gobierno japonés para llevar a cabo una reforma”.

Para Rodao, las razones del auge de posguerra de Japón no sólo habían perdido su validez, sino que pasaron a ser hándicaps. Por ejemplo, la obsesión por exportar ya no daba los resultados esperados debido a que otras empresas, como las coreanas o taiwanesas, habían imitado a Japón, poniendo presión a este último en materia de competitividad. El hábito del ahorro de los ciudadano se había transformado en un problema ya que el principal problema que afectaba al país era la merma en el consumo de los hogares. Sumado a esto, el gasto en investigación ofrecían sólo mejoras marginales que no se correspondían con las inversiones.

Por último la ya mencionada burocracia se había transformado en un problema y su rol como guía, en materia económica, se hacía cada vez menos necesario. Algunas críticas a este grupo vinieron de libros como “El enigma del poder japonés” del periodista y académico Karen van Wolferen o la “Sociedad en camisa de fuerzas” del psiquiatra japonés Masao Miyamoto (1948-1999). Este último lanzó duras críticas a esta élite que resultaba ser todo menos noble y eficiente. Otro hecho que causó críticas a este funcionariado fueron los hemofílicos contagiados con VIH en donde se acusó a funcionarios del Ministerio de Salud de ayudar a la compañía farmacéutica Green Cross a acabar con sus existencias. Así estos funcionarios esperaban poder trabajar en la empresa como jubilados, lo que se conoce como “amakudaris” (“bajar del cielo”). En 1996 el gobierno japonés, específicamente el Ministro de Salud, Naoto Kan, acabó por reconocer su responsabilidad en estos hechos

Añade Rodao, que el terremoto de 1995 también tuvo como efecto el desprestigio de los burócratas debido al descubrimiento de la existencia de construcciones defectuosas que habían recibido el visto bueno. El terremoto de Kobe que fue de 7,3 en la escala de Richter, tuvo como consecuencia la muerte de 6.437 personas. Por último se pueden mencionar los casos de corrupción y sobornos, como fue el caso de licitaciones fraudulentas, tráfico de influencias, información privilegiada, etc.

Tras la crisis, Japón entraría en una prolongada fase caracterizada por la deflación, creándose en la población japonesa una verdadera “mentalidad”, “cultura” o “mindset” de que los precios no subirían (y así respondían las empresas). En resumen, las expectativas deflacionistas estaban arraigadas o “ancladas” en las mentes de la población. Así, Japón atravesaría por dos décadas con un crecimiento muy bajo, una inflación inexistente, una población envejecida y  tasas de fertilidad muy baja y, por último unos tipos de interés que llegaban cero o que llegaron a ser negativos. Ahora bien, en los periódicos digitales y otros sitios web del año 2024 pudimos leer cómo Japón puso fin a la era de los intereses negativos (World Economic Forum) debido al aumento de la inflación.

Siguiendo dentro del ámbito económico, de acuerdo con Pérez y San Emeterio (que siguen los datos del FMI), el índice de deuda pública sobre el PIB pasó del 37% en 1991 a 236% en el 2018. El tema demográfico es uno de los principales desafíos, puesto que Japón es el país con la población más envejecida. Esto trae como consecuencias un futuro en donde se deberán abordar temas relacionados con la fuerza laboral, salud, impuestos, cuidado de los ancianos, edad de jubilación, pago jubilaciones, etc. En palabras de los autores:

“La subida del IVA al 8% en 2014, y hasta 10% en 2019, se ha defendido como una medida necesaria para mantener la sanidad y las pensiones. La prolongación de la vida laboral más allá de los 65 años y la plena incorporación al trabajo de la mujer (…) pueden contribuir a aliviar esas tensiones”.

Un hecho importante que tuvo que afrontar Japón el desastre en el complejo Fukushima Daiichi tras el terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter y el posterior tsunami que causó, de acuerdo a algunas estimaciones, a 20.00 muertos. En palabras de Rodao: “La indignación popular fue inmediata y masiva. En el plano social, Fukushima volvió a resquebrajar la confianza en los funcionarios. La desconfianza en los comunicados de las autoridades creció en poco tiempo a niveles muy pocas veces visto, del 63% al 8%, en parte porque las mediciones de radiactividad hechas por las organizaciones civiles dejaron a la vista las gubernamentales”. Sin embargo, Japón fue un ejemplo de eficiencia en la reconstrucción

Fue en el año 2012 cuando el Primer Ministro Abe Shinzō  (1954-2022)  implementó medidas económicas conocidas bajo el nombre de “Abenomics” que se enfocó en tres áreas. La primera era la implementación de una política monetaria expansiva lo que se tradujo en que el Banco Central aumentara la oferta monetaria (hablamos de la emisión de trillones de yenes).  En segundo lugar estaba la política fiscal que, al igual que la monetaria, busco estimular la demanda agregada por medio de estímulos fiscales. En tercer lugar estaban las reformas estructurales, más complejas y que implicaban reformas en diversos ámbitos: flexibilidad laboral, competencia, agricultura, empleo femenino, regulaciones, gobernanza corporativa, etc. Al respecto comentan Pérez y San Emeterio:

“Hasta la crisis del coronavirus se estaba consiguiendo un crecimiento más sostenido, ligeramente superior al 1%. El desempleo era casi nulo y la Bolsa de Tokio había doblado su valor entre 2013 y 2019, aunque el nivel de consumo seguía renqueante: los japoneses desconfiaban de un futuro que estructuralmente presentaba grietas”. 

En suma, y tal como lo describe Rodao, Abenomics se propuso combatir la deflación por medio de la “barra libre de liquidez” y promover tanto el empleo como el crecimiento mediante inversiones estatales en obras públicas. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados en generar una espiral de crecimiento, lograr una inflación sostenida en torno al 2% y disminuir la deuda pública.

Regresando a la cultura pop y al soft power tenemos que en el año 2002 surgió la iniciativa estratégica conocida como “Cool Japan”. Como explica el especialista en cultura cinematográfica y audiovisual de la Universidad de Harvard, Alexander Zahlten en el mencionado libro “Cine de animación japonés”, “Cool Japan” se refiere a un artículo escrito por el periodista Douglas McGray en la revista Foreign Affairs (2002). Aquí, explica Zahlten, el autor hacía referencia a la cultura popular japonesa, su presencia global y su potencial de ser comerciable. McGray hace alusión al manga y al anime como un instrumento para exportar y diseminar parte de la cultura popular japonesa.

Por ejemplo tras la invasión y derrocamiento de Sadam Hussein, los camiones cisterna de las fuerza de  autodefensas japonesas en Irak tenían pegado un logo de los “Super campeones” (Captain Tsubasa). Incluso la Japan Foundation donó una temporada de esta serie traducid al árabe a la principal emisora de televisión en Irak. Esta es una forma de “soft power” término acuñado y popularizado por Joseph Nye, que consiste en la habilidad de un Estado para persuadir a otros países evitando el uso de la fuerza o la coerción y valiéndose de medios  como la cultura, valores políticos o económicos. Ejemplos de esto son la diplomacia del Panda, los institutos Confucio, Cervantes o Goethe.

En el ámbito internacional, el año 1997 fue de gran relevancia para el cine japonés, puesto que "Unagi" de Shohei Imamura, ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes. También tenemos el caso del "El viaje de Chihiro" de Hayao Miyazaki, el cual  ganó el Óscar a la Mejor Película de Animación en el año 2003 lo que significó también el éxito de Studio Ghibli. Como podemos leer en el ya citado libro “Cine de animación japonés”, los autores Miguel García y Luis Puertas comentan que, de acuerdo con el Ministerio de Economía, el número de peliculas animadas producidas por Japón llegó a 346 en el año 2001, una cifra que era más de 8 veces superior a la producida en 1998. A esto añaden:

 “El presupuesto de producción de El viaje de Chihiro fue de 23 millones de dólares y el riesgo era palpable, pero afortunadamente superó las expectativas y la película fue un exitazo. Ese éxito ha acabado inspirando a otras compañías como la Toei Animation a reanudar la producción de largometrajes e intentar conseguir una taquilla de unos 9 millones de dólares para ganar suficiente pasta para seguir invirtiendo”

En el 2010 se estableció la Oficina de Promoción de Cool Japan dentro del Ministerio de Economía, Comercio e Industria (MITI en inglés). Tal política tenía tenía dos objetivos explícitos, siendo el primero impulsar las exportaciones culturales. El segundo era presentar una imagen internacional positiva. Ahora bien hubo algunas críticas ante esta suerte de mercantilización de la identidad nacional.

Zahlten cita el caso del crítico cultural, Hiroki Azuma, quien en un artículo titulado “Cool Japan is not Cool” llama la atención de que el fenómeno del anime no es uno de los últimos cinco años y hace ver la ironía de la similitud de “Cool Japan” con “Cool Britannia” de Tony Blair y otros lanzaron en la década de 1990. Azuma concluye que si existe una parte “cool” de Japón, esta se encuentra en un lugar oculto e invisible para quienes hacen propaganda en favor de “Cool Japan”.

Los anime y mangas japoneses siguen siendo relevantes. En un artículo publicado en el Financial Times (2024) titulado “How anime took the world”, Leo Lewis nos recuerda cuando, en el año 2018, el primer ministro Shigeru Ishiba se disfrazó de “Majin Buu”, un personaje de Dragon Ball Z . Esto podría ser un dato anecdótico, pero es un reflejo del soft power del que hemos hablado.

De acuerdo con Lewis, en el año 2024 se calcula que existe un total de 800 millones de fans de la animación japonesa a nivel mundial, y se proyecta que  esa cifra ascienda a los mil millones, lo que equivaldría aproximadamente a la afición mundial al tenis. Por ende, el gobierno japonés se ha propuesto potenciar y promover este activo, algo que ya hizo cuando la plataforma de streaming online (de anime) “Crunchyroll” fue adquirida por Sony en el año 2021.

Aquí cabe referirse a un artículo de “emol” titulado “El ambicioso objetivo de Japón: Buscará cuadriplicar exportaciones de anime, manga y videojuegos para 2033” (2024). Japón se propone  cuadruplicar su comercio exterior de mangas, anime y videojuegos con el objetivo de llegar a un volumen de 130.000 millones de dólares en una década y “se proyecta un aumento esperado hasta los 20 billones de yenes anuales (unos 130 millones de dólares) de ahora a 2033”.

Cambiando de tema, un desafío que tiene que afrontar es el ya mencionado envejecimiento poblacional y la caída de la natalidad. Esto significa, a futuro, una merma de la población económicamente activa y en los ingresos del Estado. Darrell Bricker y John Ibbitson en su libro “El planeta vacío” (2019) explican que más de una cuarta parte de los japoneses vivos son de edad avanzada. Existen más mujeres de 40 años que de 30 años y estas últimas, a su vez, superan a las de 20 años. Junto con esto tenemos  la población japonesa descenderá hasta poco más de 100 millones de personas y, a finales de siglo, a 83 millones. En el año 2023 el gobierno afirmó que más del 10% de la población tenía 80 años o más

Todo este cambio en materia demográfica trae cambios en educación (incluyendo el futuro de las guarderías), en los patrones de consumo, patrones de empleo, la cantidad de población en edad de trabajar, en el crecimiento económico, en la recaudación tributaria, etc. Como afirman los autores, en japón hay menos trabajadores para financiar los programas sociales destinados a ancianos (asistencia médica) y jóvenes (educación). Por último, los autores añaden otro problema adicional y es la estricta política migratoria de Japón, la cual podría compensar su situación demográfica. Sucede que Japón es un Estado jus sanguinis, es decir, que la nacionalidad se otorga por sangre, de manera que queda excluido el jus solis. En palabras de  Bricker y Ibbitson:

“Obtener la ciudadanía japonesa es posible en teoría, pero el papeleo es desalentador y ha de cumplimentarse en katakana, uno de los sistemas de escritura japonesa. Unos inspectores visitan tu casa y tu lugar de trabajo, y si eres aceptado, debes renunciar a tu ciudadanía anterior”.

En un artículo del FMI titulado “Economía en regresión. Lecciones de Japón” (2020)

Gee Hee Hong y Todd Schneider explican que el potencial de mano de obra de Japón (personas entre 15 y 64 años) alcanzó, como porcentaje de la población total, su nivel máximo en 1991–1993: apenas por debajo del 70%. Añaden que desde entonces tal número ha disminuido para situarse por encima de 59%. Esta última cifra constituye el nivel más bajo entre los países del Grupo de los 7 . Junto con esto añade:

“La continua demanda de mano de obra ha estimulado la incorporación a la fuerza de trabajo de más mujeres y más adultos mayores (fuera de la tradicional edad activa de 15 a 64). La automatización, la inteligencia artificial y la robótica (incluida la tecnología para aumentar la productividad por trabajador) también serán fundamentales en la repuesta de Japón a la regresión de la economía”.

El año 2019 marcaría el fin de la era Heisei con la abdicación de Akihito quien cuenta hoy con 91 años de edad. Este retiro en vida del emperador fue un gran hito ya que, como afirma Rodao, era la primera vez que sucedía en dos siglos. Con la ascensión del nuevo emperador, Naruhito, comenzaría la era Reiwa y el año 2020 Japón nuevamente sería sede de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Reiwa, compuesto por dos ideogramas y que vendrían a significar “orden” y “paz” (o “armonía”).

Tenemos así las 4 eras: Meiji (1868-1912), Taisho (1912-1926), Showa (1926-1989), Heisei (1989-2019) y Reiwa (2019). A pesar del significado de esta última era, debido al contexto geopolítico, Japón ha comenzado a preocuparse por su defensa y el 2022 anunció el mayor rearme desde la Segunda Guerra Mundial. El primer ministro Fumio Kishida anunció que en los próximos cinco años, implementaría un programa de desarrollo de defensa por valor de 43 billones de yenes –  unos 314.000 millones de dólares, para poder así robustecer sus capacidades de defensivas.

El escenario geopolítico ha cambiado y esto ha traído consecuencias a Japón tal como lo explica Fernando Delage,  director del Departamento de Estudios Internacionales en la Universidad Loyola Andalucía. En un artículo titulado “La transformación geopolítica de Japón” (2023), Delage explica la potencial alteración del statu quo en Asia oriental. En primer lugar esta la amenaza representada por China, su modernización militar y nuclear, así como también sus pretensiones sobre Taiwán así como también marítimas. A esto hay que sumar la amenaza norcoreana y rusa. No es de extrañar que en el 2024 Japón aprobara un presupuesto histórico de USD 710.000 millones.

Mientras escribo se suman la inestabilidad económica mundial producto de la irracionalidad del presidente Donald Trumo y la imposición de aranceles. Aquí vale la pena detenernos en un artículo de Nada Tawfik publicado en la BBC titulado “Por qué Japón está detrás de la obsesión que tiene Trump con los aranceles desde hace 4 décadas” (2025). En el artículo se aborda como el predominio comercial japonés durante la década de 1980 pudo haber influido en la visión que Trump tiene del comercio internacional. Aquí la fuente es Barbara Res, ex-ejecutiva de la Fundación Trump. De acuerdo con Res, Trump tenía un profundo resentimiento hacia Japón y sentía que su país “no estaba recibiendo suficiente a cambio de asistir con ayuda militar a su aliado Japón”.

Incluso Trump incluso afirmó en la década de 1980 en una entrevista con Larry King que estaba cansado de ver a otros países aprovecharse de los Estados Unidos. Trump incluso  gastó alrededor de US$100.000 para publicar una "carta abierta" en los tres principales periódicos de EE.UU. En esta, el actual presidente se quejaba de como Japón (y otros países) llevaban décadas aprovechándose de su país. En la misma carta añadía:

"El mundo se ríe de los políticos de EE.UU., mientras protegemos barcos que no nos pertenecen, transportando petróleo que no necesitamos, destinado a países aliados que no nos van a ayudar"

 

 Llegamos aquí al final e estos artículos dedicados a Japón