2/6- El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)

2) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)

“En algunos casos, podemos tener un conocimiento suficiente de los límites del rango de posibles consecuencias, e incluso un conocimiento adecuado para determinar las probabilidades estadísticas (empíricas) de los diversos conjuntos posibles de consecuencias, pero es imposible predecir con certeza resultados en cualquier caso particular”.

Robert K Merton. “The unanticipated consequences of purposive social action”

Ya que mencioné al sociólogo  Robert K. Merton anteriormente (1910 - 2003), me referiré brevemente a algunas de sus ideas que guardan relación con lo abordado en estos artículos. En su paper titulado “The unanticipated consequences of purposive social action” Merton aporta ideas de relevancia para el tema que estamos abordando. Merton señala que el tema de las consecuencias no previstas no es un tema nuevo puesto que había sido incluso abordada en sus propios términos por la teología y en la economía como por ejemplo, la “mano invisible” de Adam Smith en virtud de la cual un sujeto promueve un bien que no estaba dentro de sus propósitos. Sin embargo tal temática no había sido objeto de un análisis sistemático y científico.

Continuaba explicando que al abordar la “acción intencional”, lo que se debía tener en consideración era la "conducta" (conduct) en lugar de la "comportamiento" (behaviour), puesto que la acción que involucra motivos y, en consecuencia, la elección entre varias alternativas. Tal acción intencional, por lo demás, no implicaba la racionalidad de la acción humana entendiendo esto como la utilización de medios objetivamente más adecuados para alcanzar un fin determinado. Tampoco es correcto pensar que una acción exitosa necesariamente lo era porque era racional y aquella acción que fracasaba lo era debido a que era irracional

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Otra aclaración importante es que cuando Merton se refería a las consecuencias no previstas advertía que estas no debían identificarse con consecuencias que eran necesariamente indeseables. El punto es que no podemos predecir con facilidad los fenómenos sociales con la misma facilidad como la que sí se puede hacer en otras ramas de las ciencias “duras”. El conocimiento con el que contamos es limitado. Como señalaba Merton, el cientista social, en su estudio del comportamiento humano, se encontraba con asociaciones estocásticas (no deterministas, conjeturales) y no con asociaciones funcionales como sucede en la ciencias físicas. 

Otro factor que dificulta la predicción y la no anticipación de ciertas consecuencias es la ignorancia, puesto que muchas veces actuamos sobre la base, no del conocimiento científico, sino que sobre estimaciones y opiniones. Pero incluso para aquellos expertos, la sociedad se les presenta como un sistema complejo compuesto, por lo demás, por subsistemas (económico, político, cultural y biológico)  en donde sus componentes interactúan y de cuya interacción emergen propiedades que sus partes carecen. Otro impedimento además de la ignorancia, nuestra escases de tiempo, energía y conocimiento es el, claro está, error.

En cuanto al  concepto de incertidumbre, podemos tomar prestada la definición introducida por el filósofo y economista de la Universidad de Chicago: Frank Knight (1885-1972). Knight diferenciaba entre riesgo e incertidumbre en el ámbito económico. El riesgo era un tipo de aleatoriedad que podía ser objeto de medición y cuantificación, mientras que la incertidumbre era un tipo de aleatoriedad en donde lo anterior no era posible. Por su parte, el científico social noruego, Jon Elster, diferencia 4   actitudes cognitivas: certeza, riesgo (donde los agentes asignan probabilidades), incertidumbre ( no se puede asignar probabilidades) y la ignorancia (“en el que tanto la gama de resultados posibles como su probabilidad de aparición son desconocidos, en parte o por completo)”

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En el plano económico y social, Friedrich Hayek una y otra vez insistió (como lo plasmó en su discurso al recibir el Premio de Ciencias Económicas en Estocolmo) en lo fútil y peligroso que resultaba ser la manía planificacionista y la mentalidad ingenieril encarnada por el sistema de planificación socialista. El punto de Hayek iba más allá del argumento de la “imposibilidad del cálculo económico” de Ludwig von Mises. El austriaco dejó en evidencia la existencia de un límite epistemológico en virtud del cual el ente planificador no podía hacerse con toda la información existente en una sociedad, información dispersa en millones de individuos. Así, resultaba ser más eficiente dejar al mercado funcionar, es decir, dejar que la planificación descentralizada sustituyera a la planificación central, y que el sistema de precios emergiera del mercado y no de la imposición arbitraria de la élite del estatal (que determinaba el qué, cómo y para quién producir)

Como ya señalé en otro artículo, Hayek en  “La arrogancia fatal”,  llevó a cabo una reflexión acerca de  cómo el ser humano ha dado respuesta al desafío de vivir en un mundo que se caracteriza por ser sistémico, complejo y cambiante. El libro constituye así  una crítica a todas aquellas doctrinas planificacionistas que han pretendido diseñar las sociedad hasta en sus más últimos detalles, incluso proponiéndose crear un “hombre nuevo” (como Trotsky o Ernesto Guevara). Tal tradición que ignora la incertidumbre, la espontaneidad, la causalidad sistémica y el azar las hemos vistas encarnadas no solamente en escritos utópicos y distópicos, sino que también en las diversas formas de socialismo como el soviético, camboyano o norcoreano. 

Así, esta tradición utópica ha tenido como hilo conductor la idea de que, ante la incertidumbre y la complejidad, las sociedades deben y pueden ser diseñadas en su totalidad de acuerdo a un plan preestablecido, por medio de la razón y un fuerte voluntarismo. Tal tradición puede ser apreciada en Platón, Tomás Moro, Comte y en el mal llamado socialismo “científico” de Marx. La complejidad social es así ignorada y abandonada en favor de un mundo simple, predecible, una verdadera masa de greda informe que puede manipulada a voluntad por las élites diseñadoras. Pero aun existen personas imbuidas del espíritu de  Pierre -Simon Laplace (1749-1827)  quien creía que si éramos capaces de conocer todas las causas y condiciones antecedentes, entonces podríamos predecir el futuro (el “Demonio” de Laplace) Es por ello que Taleb señala que Hayek (junto a J. M. Keynes y G.L.S Shackle) es uno de los pocos miembros célebres dentro de la profesión de los economistas puesto que puso el foco en la incertidumbre y en los límites del conocimiento

Este paradigma reduccionista se encuentra en las antípodas de lo que plantea Taleb en sus libros en donde la incertidumbre, la impredictibilidad, la probabilidad y la complejidad son temas recurrentes así como también las críticas a lo que el autor denomina como “arrogancia epistémica”. Comencemos entonces explicando qué quiere decir Taleb con “Cisne Negro” para así poder evaluar si los sucesos acontecidos en Chile a partir de octubre de 2019 constituyeron efectivamente un “Cisne Negro” (en adelante CN). Este mismo tema lo aborda Yuval Noah Harari en su libro “De animales a dioses”. En el capítulo 13 se refiere a la falacia retrospectiva a propósito de quienes pretenden describir procesos históricos como si estos hubiesen sido inevitables. Es más puede suceder que el pasado sea manipulado para que encaje en la narrativa de quien pretende explicarlo.

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Pero como bien señala el autor, en historia, una regla básica es que lo que en retrospectiva parece inevitable, no lo era n absoluto en aquella época. En el caso de la historia, esta no se puede explicar de manera determinista debido a que esta es caótica, en el sentido de que es un caos que reacciona a las predicciones que se realizan sobre este. Es similar a lo que ocurre en los mercados cuando se pretende predecir el precio de algún activo. Si un programa señala con precisión que el precio de un activo aumentará el día de mañana, tal información será incorporada por el sistema, específicamente por los especuladores quienes comprarán con anticipación ese activo en particular. Lo mismo sucede con la pretensión de realizar pronósticos los cuales han resultado ser desastrosos, especialmente teniendo en consideración el triunfo de Trump, el Brexit, el triunfo del No en Colombia o el triunfo de Bolsonaro en Brasil. Tampoco nadie pudo prever que caerían dictadores tales como Hussein (Irak), Gadafi (Libia), Mubarak (Egipto) o que un presidente de EE.UU se reuniría en la frontera de las dos Coreas con el dictador norcoreano (nada más ni nada menos que Trump)

Hasta finales del siglo XIX nunca se había avistado cisnes negros hasta que en 1967 una expedición al mando del holandés Willem de Vlamingh vieron por primera vez a estas aves negras terminando así con la creencia de que los cisnes eran blancos. El descubrimiento del cisne negro tuvo una repercusión que trascendió a la zoología puesto que tuvo repercusiones en materia epistemológica y metodológica. Para ser más específico, constituyó un golpe a uno de los pilares de la ciencia, esto es, a la inducción y, como afirma Taleb, la inducción es el nombre técnico del Cisne Negro.