1/10-Japón: una mirada panorámica (por Jan Doxrud)

1/10--Japón: una mirada panorámica (por Jan Doxrud)

En esta serie de artículos examinaremos de manera panorámica la historia de Japón a lo largo de varios siglos. La idea es que el lector pueda tener una mirada amplia de la evolución de esta nación en distintos ámbitos: desde la fundación del Estado Yamato, pasando por la era “feudal”, la Restauración Meiji, el final del sogunato Tokugawa y la modernización y occidentalización de Japón, hasta el surgimiento del esta nación tras la Segunda Guerra Mundial. Así, al ser una mirada amplia, no me adentraré en detalles minuciosos ya que para ello existen numerosos libros que los abordan. Por ende, esto es una introducción al tema. En el mes de junio el lector podrá acceder a los primeros  5 artículos que cubre el período de la formación del Estado Yamato, el período Azuka y Nara, el período Heian, el período Kamakura-Muromachi y, por último, el período Azuchi-Momoyama. En julio publicaré los otros 5 artículos que cubre el período Edo (1603-1868), la era Meiji (1868-1912), la era Taishō (1912-1926), la era Shōwa (1926-1989) y, por último, los períodos Heisei (1989-2019) y Reiwa (2019).

¿Por qué escribir sobre este país? La razón es que desde hace más de 20 años me ha atraído distintos aspectos de este país y su cultura. Por ejemplo, la figura de los samuráis, sus armaduras y katanas, el período sengoku, el bushido, la comida, los castillos, manga, anime, videojuegos e incluso la marca de guitarras eléctricas ESP etc. De hecho muchos de los períodos de la historia de Japón como el Azuchi-Momoyama, Edo o Meiji, los conocí por medio de animes o videojuegos y , a partir de los cuales, comencé a leer sobre estos y a informarme más. Como veremos en los últimos artículos, lo anterior es parte del “soft power” que Japón ejerce hacia el mundo exterior: el poder culinario y el poder de la cultura pop.. Hasta nuestros días continúan presentando animes en plataformas de streaming (Crunchyroll) y los juegos basados en la historia de Japón son algo común, como es el caso de Ghost of Tsushima, Rise of the Ronin,  Assassin’s Creed Shadows o Ghost of Yōtei. Toda esta industria de entretenimiento no solamente facturan miles de millones de dólares.

En lo que respecta al país, este archipiélago (conjunto de islas) con una forma curvada se encuentra localizado en el este de Asia.  Las principales  islas son 4: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyūshū. Junto con estas existen otras casi 4.000 islas más, como Okinawa o Tsushima. Otra característica es que más del 70% del territorio es montañoso  y sus ríos son cortos y caudalosos. También hay presencia de volcanes activos (Japón es parte del Cinturón de Fuego de Pacífico), por lo que sus habitantes deben resguardarse de las erupciones potenciales. Japón también debe afrontar otros riesgos socio naturales como los terremotos, tsunamis y tifones.

Otro rasgo es el escaso espacio disponible para asentamientos humanos y el cultivo, y el de ser un país que, en términos relativos, tiene pocos recursos naturales. Países cercanos a este archipiélago son actualmente: Corea del Norte (oeste), Corea del Sur (oeste), China (suroeste), Taiwán (suroeste) y Rusia (noroeste). Japón se encuentra también rodeado por mares como el de Japón, el de China oriental, el de Okhotsk y el Océano Pacífico.

Comencemos con esta historia examinando al que es considerado como el primer Estado propiamente tal: el Estado de Yamato. Cuando hablamos de “Estado”, no hay que entenderlo literalmente como los modernos “Estado-nación” europeos. Sucede que utilizamos y aplicamos categorías modernas (como el de Estado) y conceptos occidentales a épocas pasadas (y a otras culturas y civilizaciones), pero igualmente son útiles, en este caso, para dar a entender que en Japón comenzó a construirse un poder central que unificaría gradualmente el territorio. Ahora bien, y como explica el académico e historiador Agustín Y. Kondo[1], este distaba de ser un Estado unificado y centralizado, siendo más bien una confederación tribal de poderosos clanes que servían a la corte imperial.

Añade el mismo autor que, en lo que respecta al “emperador” (o gran rey), el hecho de que se situase por encima de las demás familias no radicaba tanto en su poder militar, sino en que su autoridad religiosa y el sacerdote hereditario del Shinto. De acuerdo con Kondo, existen diversas versiones mitológicas sobre este proceso de unificación, en donde intervienen emperadores mitológicos, como Jimmu, junto con dioses terrestres y celestiales. Pero estas apuntan a lo mismo y es cómo el poder imperial logró someter e integrar a diversas tribus existentes y presentar al Estado Yamato como heredero de una tradición mítica que le brinda una poderosa legitimidad

Pero no nos adelantemos y examinemos con mayor detención este período. El período Yamato se extendió desde el año 250 al 710 de nuestra era. Se suele subdividir este período en otros dos. El primero es el período Kofun (250-538) y el segundo es el período Azuka (538-710), los cuales abordaremos más adelante. El lector debe tener presente que las fuentes para el estudio de este período son muy escasas, de manera que la información respecto a años y características del período no son del todo exactas como se desearía.  Como explica Kondo, la falta de documentos históricos es “absoluta”, de manera que lo único disponible son fuentes mitológicas que, como explica el autor, designan “narraciones sobre las generaciones o genealogías de los dioses recopiladas en los primeros documentos nacionales, escritos en el siglo VIII (…)”. Kondo se refiere específicamente a la “Crónica de relatos antiguos” (Kojiki) y a la “Crónica de Japón” (Nihon-shoki). Sobre estas dos fuentes comenta Kondo:

“Ambos libros ofrecen bases para la tradicional visión histórica que sitúa el nacimiento del país en la corte imperial de Yamato, y sirvieron de base para interpretar la ideología y las políticas imperialistas desde la Revolución Monárquica de Meiji hasta la Segunda Guerra Mundial (1868-1945)”.

Más adelante añade el mismo autor:

“Con todo, ambas crónicas tienen una importancia singular desde el punto de vista paleográfico por el hecho de ser los primeros documentos escritos de Japón. Su calor entraña, además, un gran significado desde un punto de vista etnológico, ya que son una compilación sistemática sobre el origen del pueblo, cuan do todavía no existía historiografía científica. Por lo tanto, aunque carentes de pruebas avaladas por la crítica histórica, merecen ser tenidos en cuenta”.

El hecho de no tener documentación hace difícil que se pueda responder con precisión preguntas clave. Una de esas preguntas clave que no puede ser respondida empírica y científicamente es la(s) causa(s) del traslado de la civilización japonesa – en un período relativamente corto – desde el norte, en la isla de Kyūshū​ hacia la región de Kinki (más hacia el este). La isla de Kyūshū​, por su proximidad a Corea, tuvo a lo largo de su temprana historia una evolución independiente de la zona central de Japón, por lo que es importante entender por qué aconteció este desplazamiento hacia el centro. Kondo se pregunta por qué razón el primer político central se constituyó en la región de Kyoto, Nara y Osaka – localizados en la isla de Honshu –  y no el norte de Kyūshū​?”

Cabe preguntarse ahora ¿cómo se sabe que ocurrió tal traslado geográfico? La respuesta reside en los túmulos funerarios que llegaron a ser monumentales. Estos “kofun” (de ahí el nombre del subperíodo) llegaron a ser construcciones con grandes dimensiones. El más grande – el de Daisen – se encuentra actualmente en la prefectura de Osaka y, como se puede apreciar, tiene una forma de cerradura de llave. De acuerdo con los especialistas, Andrés Pérez Riobó y Gonzalo San Emeterio Cabañes[2], en Japón existen más de 10 mil de estas tumbas y en donde 330 superan los 100 metros de longitud. Estas fueron encontradas precisamente en la región de Kinai (Kinki), en la cuenca de Nara

Como explican Pérez y San Emeterio, la llanura Nara era la mayor cuenca agrícola de Japón que, por lo demás, podía soportar una alta concentración demográfica. Sumado a esto, añaden los autores que la llanura se encontraba bien comunicada con el resto del archipiélago permitiéndole acceder fácilmente al mar Interior del Seto y al Océano Pacífico entre otros. En suma, para Pérez y San Emeterio la relevancia del período de las tumbas es la información que estas proporcionan en lo que respecta a la creación de un nuevo poder centralizado: el Estado Yamato.

Los conjuntos funerarios de Mozu y Furuichi, en la llanura de Osaka, incluyen enormes túmulos con forma de ojo de cerradura. Dos de estas tumbas están asociadas con los emperadores semilegendarios Nintoku (arriba a la derecha) y Ojin (abajo a la izquierda). (https://the-past.com/feature/japans-royal-tombs-burial-mounds-and-korean-connections-in-the-3rd-8th-centuries-ad/)

Junto con esto se pueden inferir otros datos. Por ejemplo, los autores mencionados destacan que la tumba de Hashihaka constituyó una ruptura con el período anterior denominado Yayoi. Sin entrar en detalles, el período Yayoi deriva su nombre de un barrio de Tokio en donde, en 1884, en donde se encontró una cerámica particular que se diferenciaba del período anterior (Jōmon). Así, el uso de Yayoi como un período histórico, data de la primera mitad del siglo XX.

Volviendo a las tumbas, la razón de la “ruptura” con el período anterior se debe a su dimensión – 280 metros de largo – las cuales se convertirían por un tiempo en la regla, es decir, su número se mantendrían o incrementaría. ¿Qué se podría inferir de esto?  Lo anterior hace pensar – de acuerdo con Pérez y San Emeterio – que debió haber existido un sistema de administración avanzado que fuese capaz de movilizar a miles de personas, a las cuales tenían que proporcionarles alimento, técnicas y herramientas.

De acuerdo con ambos autores este fue un sistema de organización y administración sustancialmente diferente a cualquiera anterior. Otro dato importante es que las tumbas localizadas en el área de Kinai – donde enterraban a los reyes y reinas – eran más grandes en comparación con las de otras zonas más lejanas. Junto con esto aspectos del diseño de las tumbas, como, por ejemplo, la estructura de la cámara mortuoria, el ajuar funerario (objetos, utensilios que se dejaban) y la forma del ojo de la cerradura se extendió por todo Japón siendo así opiado por las élites locales. De acuerdo con los autores esto demostraría el “nacimiento de una élite a nivel nacional que compartía valores y estilos de vida entre finales del siglo III y principios del IV.

Otro dato importante que se desprende es que el Estado Yamato se diferenció de la sociedad Yayoi en lo que respecta a la transición de un sistema de competencia entre jefes locales a uno de cooperación. Explican los autores que en la sociedad Yayoi el aprovisionamiento de hierro desde Corea era fundamental para su existencia, pero para obtenerlo, los jefes locales competían para adquirirlo, lo que terminaba por ser perjudicial para el conjunto. En cambio, en el sistema jerarquizado de la sociedad Yamato hubo un sistema cooperativo entre los reyezuelos locales y la autoridad suprema central. Por lo demás, la ubicación estratégica de la llanura Nara brindaba al poder central el control del suministro de hierro a los poderes locales. Así, concluyen los autores:

“El Estado Yamato era por tanto un sistema descentralizado basado en la colaboración entre el centro y las regiones para participar de los beneficios derivados del hierro”.

El hierro desde Corea llegó a ser tan vital para el Estado Yamato, que este intervino en los conflictos que acontecían en aquella península. Cabe señalar que en aquel período la península coreana estaba fragmentada en tres reinos principales: el de Goguryeo en el norte, y en el sur el de Baejke y Silla. Así, el Estado Yamato intervino en ayuda de estos reinos (desde el siglo IV al VII) con el objetivo de recibir a cambio productos y técnicas.

Pérez y San Emeterio hacen referencia a la inscripción – parcialmente descifrada – de la “espada de siete ramas (o brazos)”, un artefacto de origen continental fabricada en el año 369. Este artefacto fue fabricada a petición del príncipe heredero de Baejke como regalo al rey de Wa. Recordemos que Wa (para designar a Japón en la antigüedad) tuvo su origen en la percepción que tenía la dinastía China de esta lejana y pequeña civilización.

Volviendo a la “espada de siete ramas”, Pérez y San Emeterio afirman que se puede deducir que, producto de la presión ejercida por el reino de Goguryeo a lo largo del siglo IV, el reino de Baejke pidió ayuda a “Wa”. Así, la espada puede ser considerada como “una muestra de amistad y símbolo de alianza entre los dos reinos”. Existe otro testimonio que videncia lo anterior como es el caso de la estela de Gwanggaeto (de más de 6 metros de altura) el Grande, monarca del reino Goguryeo (374-413).

Réplica

En los 1775 caracteres chinos grabados por los cuatro lados se narran los orígenes de ese reino, las campañas militares y hechos memorables. Como afirman Pérez y San Emeterio, en esta se puede leer que en el año 391 las fuerzas Wa atravesaron el mar para hacer vasallos a Bejke y Silla. El encuentro terminó con una derrota de Wa en el 400, hecho que se repetiría en el 404.

Las consecuencias de esto fue una oleada de inmigrantes coreanos que se instalaron en Japón. Hubo también quienes fueron traídos a la fuerza para beneficiarse de sus conocimientos en diversas materias (el know-how). El aporte coreano no era algo novedoso, ya que habían sido muy relevantes anteriormente en el ámbito agrícola y metalúrgico. Con esta nueva oleada migratoria se reforzaría este aporte el cual se evidenciaría en la aparición de cerámicas más fuertes y fáciles de producir debido a las características particulares que tenían el horno.

Ejemplo de esto es la cerámica “sueki” que tenía un color gris que la diferenciaba del color rojo y marrón de las anteriores, y se usaban tanto en la vida diaria como en las ceremonias. Junto con esto, introdujeron el telar para tejidos de cáñamo, ganadería equina, crianza de caballos, producción de sal para abastecer de minerales a estos animales y, más importante aún, la aparición de la escritura. En palabras de Pérez y San Emeterio:

“(…) la escritura en Japón aparece gracias a la contribución de los inmigrantes. Los habitantes de Wa no poseían ningún sistema de escritura hasta el siglo V, cuando comienzan a usar caracteres chinos tomando prestado su valor fonético para representar topónimos y nombres de personas”

Otro tema importante es la influencia de China. Como escribió el historiador John Whitney Hall (1916-1997), el pueblo japonés ha parecido estar totalmente sumido – dos veces en la historia – bajo la influencia influencia extranjera: por China en la antigüedad y por Occidente en la era moderna. Fue principalmente bajo la dinastía Sui (581-618) y Tang (618-907) cuando Japón vio a este imperio como un modelo a seguir, claro que adaptando sus instituciones a la realidad nacional. Hall destaca dos aspectos que impresionaron a las élites japonesas: las instituciones del gobierno y el budismo institucionalizado bajo el poder de los emperadores. De acuerdo con el historiador estadounidense el genio de la dinastía Tang fue la construcción y perfeccionamiento de una maquinaria burocrática que sostenía la autoridad del emperador. Junto con esto Hall añade:

“Sin embargo, aunque defectuoso en la práctica real, el modelo representaba un sistema centralizado y burocratizado de un modo mucho más eficiente, y, como medio de organización de los recursos del estado, mucho más eficiente que todo lo que podían imaginar los japoneses del período Yamato”.

Dejemos atrás las relaciones del Estado Yamato con el extranjero y examinemos los aspectos sociales de este. El Estado Yamato elaboró un sistema de control social basado en la cooptación de las élites y en la organización de la gente común en grupos ocupacionales. Kondo explica que la familia imperial tenía el monopolio del ejercicio de los actos rituales y que, para su sostenimiento, necesitaba cuantiosas fuentes de ingresos provenientes de la explotación de sus tierras, así como de los tributos pagados por los clanes. Por ende, era de suma relevancia ir gradualmente extendiendo la superficie cultivable, ampliación de campos arroceros, desecación e introducción del regadío

Pérez y San Emeterio explican que, bajo el gran rey, se encontraban los clanes o “uji”, siendo estos últimos grupos de linaje hereditario que concentraban el poder político y realizaban servicios específicos para el gran rey al cual estaban vinculado religiosa, militar y económicamente. En este sistema de clanes, los títulos otorgados por el gran rey. Por ejemplo, tenemos a los “omi” que se reservaba a familias antiguas de la región de Kinai como fue el caso del clan Soga, Katsuragi, Kose o Kasuga. En palabras de Kondo: “(…) los títulos de ministro (omi) fueron aplicados sobre todo a los grandes nobles de la zona central que mantenían una relación íntima con la familia imperial por afinidad conyugal”.

Por su parte, el título de “muraji” a aquellos clanes cuyos miembros expresaban funciones dentro del Estado Yamato: aquellos encargados de la ejecución de los ritos, los expertos militares, administración de la residencia real y santuarios, etc. Kondo añade que quienes ostentaban este título eran los clanes foráneos que no estaban vinculados directamente con la realeza por lazos divinos

Dinastía Tang

En lo que respecta a los demás habitantes estaba aquella capa que fue organizadas en “be”, lo que se traducía en organización basada en una función específica. Los autores citan el caso de los “be” de herreros, “be” de tejedores, “be” de alfareros, etc. En lo que respecta a una parte de la población campesina, Pérez y San Emeterio explican que fueron también sujetos a “be” rurales adscritos a tierras de la corte o de los clanes. Lo mismo sucedió con los mencionados inmigrantes coreanos, tal como señalan los autores: “Cada clan organizó a estos inmigrantes en “be” o grupos ocupacionales en los que también habría muchas gentes del lugar, facilitando su rápida asimilación”.

En palabras de Kondo, la familia imperial, en lugar de destruir el régimen señorial, integró a estos clanes subordinados dentro una nueva administración burocrática otorgándoles títulos y funciones. Pero una vez más debemos enfatizar algo señalado anteriormente y es que el Estado Yamato, como escribe Kondo, se apartaba mucho del concepto de Estado unificado y centralizado. En palabras del historiador: “En realidad, la sociedad Yamato no era más que una confederación tribal de clanes poderosos que servían a la corte mediante la distribución de trabajo hereditario, sin perder su innato espíritu de independencia”.

No obstante lo anterior, el poder imperial no estaba completamente asegurado y, como afirma Kondo, las familias más influyentes fueron gradualmente aumentando su patrimonio así como el número de operarios a su servicio, lo que los hizo superar el poder del emperador, como fue el caso de los Soga y Ōtomo. Como examinaremos a lo largo de estos artículos, el poder imperial no desaparecería, pero si comenzaría a experimentar una erosión de su poder y se vería influenciada y controlada por los miembros de las familias más poderosas como fue el caso de los Soga y, posteriormente, los Fujiwara (entre otros).

Kondo concluye lo siguiente: “En suma, aquel régimen de clanes federados, base orgánica del naciente Estado, aunque había sido válido para el gobierno hasta el siglo V, quedó desfasado en el siglo VI como régimen político”. De acuerdo al mismo autor, las reformas drásticas que se necesitaban solo se implementarían hacia el final del siglo VII.

[1] Japón. Evolución histórica de un pueblo (hasta 1650). Editorial Nerea.

[2] Japón en su historia. De los primeros pobladores a la era Reiwa. Editorial Satori.