1/2- Bill Gates: Cómo evitar el desastre climático (por Jan Doxrud)
En este artículo examinaré algunas de las principales ideas expuestas por Bill Gates en su libro de “Cómo evitar un desastre climático” (2021). Es un libro claro, preciso y atado a la realidad, es decir, se tiene en consideración que no existen soluciones fáciles, radicales y simplistas, par aun tema sumamente complejo. Sumado a esto, y como el mismo Gates señaló hace unos días, si bien reconoce estar ante un problema grave, evita abrazar las posturas catastrofistas. Junto con esto dio a entender que las medidas a corto plazo que buscan disminuir las emisiones de CO2 han afectado negativamente a los más pobres:
“Lamentablemente, las perspectivas apocalípticas están provocando que gran parte de la comunidad climática se concentre demasiado en los objetivos de emisiones a corto plazo y está desviando recursos de las cosas más efectivas que deberíamos hacer para mejorar la vida en un mundo en calentamiento”
Teniendo en cuenta esto, examinaremos los obstáculos que se presentan a la hora de querer reducir las emisiones de dióxido de carbono y algunas de las soluciones que Gates plantea. Para ello Gates fundó en el 2015 Breakthrough Energy que es un término paraguas que incluye diversas organizaciones que tienen como objetivo “inspirar al mundo a desarrollar y escalar las soluciones críticas que necesitamos para alcanzar emisiones netas cero, para que todos puedan disfrutar de energía limpia abundante y asequible”.
Entremos en el contenido del libro. Gates nos recuerda el problema que ya muchos conocemos y que guarda relación con el aumento de la quema de combustibles fósiles. Sucede que la energía solar atraviesa los gases de efecto invernadero (GEI: metano, dióxido de carbono y vapor de agua) cuando se dirigen hacia la tierra, por lo que no son absorbidos por estos. Debido a las cortas longitudes de onda de la radiación, los GEI dejan pasar esta energía proveniente del Sol. Pero la tierra no conserva toda esa energía, de manera que esta irradia de vuelta al espacio y es aquí donde los gases de efecto invernadero absorben calor y lo atrapan en la atmósfera (en este caso las longitudes de onda son más largas).
Es este el problema medular y, como afirma Bill Gates, 51.000 millones de toneladas es la cifra aproximada de gases de efecto invernadero que el mundo emite cada año hacia la atmósfera. Así, por ejemplo, el autor explica que, si el programa aeronáutico está eliminando 17 millones de toneladas al año, esto se traduciría en una reducción del 0,03% de las emisiones mundiales anuales. ¿A qué aspira Gates? A llegar a “cero” para frenar el calentamiento global o, como precisa el mismo autor, aproximarnos a las “emisiones netas nulas”. Esto significa que debemos llegar a un estado tal en donde los gases de efecto invernadero que son emitidos hacia la atmósfera se equilibren con su eliminación de la atmósfera. De acuerdo con las Naciones Unidas el cero neto significa:
“(…) reducir las emisiones de carbono a una pequeña cantidad de emisiones residuales que la naturaleza y otras medidas de eliminación de dióxido de carbono puedan absorber y almacenar de forma duradera, dejando cero en la atmósfera”.
En resumen, lo que busca Gates es lograr un equilibrio entre la cantidad de gases de efecto invernadero que se producen y emiten, y la cantidad que se elimina de la atmósfera. El problema es que, si bien el diagnóstico es claro y la solución también, implementarla resulta difícil por una razón que ya abordé en el artículo sobre el libro Bjorn Lomborg: el coste de oportunidad. Implementar políticas verdes no es gratis y no afecta a todos las personas y países por igual. El autor habla de las “primas verdes”, esto es, el costo adicional que significa adoptar tecnologías verdes en comparación con las fuentes tradicionales que emiten gases de efecto invernadero.
Este problema se agudiza debido a que los precios de los combustibles fósiles no incorporan el coste real del cambio climático. Como podemos leer en el sitio web de Breakthrough Energy, el precio minorista promedio de la carne molida es de $3,79 por libra. Por su parte, una hamburguesa a base de plantas es de $5,76 por libra. De acuerdo con lo anterior tenemos que la prima verde de una hamburguesa sin emisiones de carbono es la diferencia de coste entre las dos, es decir, 1,97 dólares. El problema es que la hamburguesa tradicional no refleja el verdadero costo de las emisiones generadas en su producción, por ejemplo, el metano liberado por el ganado.
Ahora bien, y como señala Gates, existe otro problema y es que los combustibles fósiles tienen una presencia generalizada, siendo así omnipresentes a tal punto que no somos realmente conscientes de su relevancia. Necesitamos combustibles fósiles para fabricar cemento, plástico y acero. Necesitamos combustibles fósiles para tener electricidad. Necesitamos combustibles fósiles para cultivar plantas y criar animales. Necesitamos combustibles fósiles para movilizarnos y movilizar mercaderías por auto, avión, camiones, etc. Necesitamos combustibles fósiles para protegernos del frío haciendo uso de la calefacción y del calor haciendo uso de aire acondicionado. En palabras de Gates:
“Pensemos en el petróleo, por ejemplo: el mundo consume más de 15.000 millones de litros al día. Cuando un producto cualquiera se utiliza en esas cantidades, no es posible prescindir de él de la noche a la mañana”.
Así, las transiciones energéticas llevan tiempo. De acuerdo con Gates el petróleo tardó 30 años en representar el 25% de la producción energética. En el caso del gas natural, en 1900 representaba el 1% y, 70 años después alcanzó el 20%. En el caso del carbón, este pasó – entre 1840 y 1900 – de representar el 5% de la producción de energía mundial a 50%. Por ende, la transición no es fácil, puesto que las ciudades modernas, las necesidades de las personas y del sistema económico requiere de energía fiable, barata e ininterrumpida.
Gates afirma que la ciudad de Nueva York funciona con algo más de 12 gigavatios o Tokio que consume 23 gigavatios. Para tener una idea de esto, el autor nos aclara que 1 kilovatio equivale 1000 mil, 1 megavatio equivale a un millón de vatio y, por último, 1 gigavatio equivale a 1000 millones de vatios. En virtud de lo anterior, Gates señala que el mundo consume una potencia de 5.000 gigavatios mientras que un país como Estados Unidos consume 1000 gigavatios, de manera que la transición energética constituye un enorme desafío. En lo que respecta a un hogar medio estadounidense, consume 1 kilovatio.
Teniendo esto en consideración, resulta claro que la energía solar y eólica no son suficientes debido a su intermitencia, de manera que necesitarían ser complementadas con las fuentes de energía que emiten gases de efecto invernadero. Gates imagina el siguiente caso: imaginemos que la ciudad de Tokio depende 100% de la energía eólica y que, de repente, se ve interrumpido el suministro debido a una fuerte tormenta. La pregunta es ¿cuántas baterías serían necesarias para abastecer a la ciudad por tres días? De acuerdo con Gates se necesitarían más de 14 millones y cuyo precio sería de 400.000 millones de dólares. Añade que, promediado a la lo largo de la vida útil de las baterías, el desembolso anual sería de 27.000 millones de dólares.
Otro concepto que aborda Gates es el de “densidad de potencia”, es decir, la potencia por unidad de área (W/m2) o, dicho de otro modo, la potencia obtenida por extensión de tierra proveniente de distintas fuentes de energía. La importancia del concepto de “densidad de potencia” es que plantea el problema del uso de un bien escaso con usos alternativos y competitivos como es el caso del espacio. Como señala Gates, si alguien nos señala que una fuente de energía puede abastecer al mundo de toda la energía que necesita, entonces habría que preguntarle a esa persona ¿cuánto espacio haría falta para generarla?
Por ende, tenemos las primas verdes, la densidad de potencia y el problema de la intermitencia que afecta a fuentes de energía tales como la eólica y solar. Gates añade otro problema, específicamente para la energía solar, que es el exceso de producción en verano y una producción demasiado baja en invierno. El autor cita el caso de Alemania, que produjo 10 veces más energía solar en junio de 2018 que en diciembre del mismo año. Este superávit energético puede llegar a tal punto que la electricidad no puede ser aprovechada en su totalidad. La consecuencia de esto es que parte de esta energía sobrante se transmite a otros países como es el caso de Polonia y República Checa.
Otro obstáculo que se presenta a la hora de transitar hacia fuentes de energías limpias es el sistema mismo de suministro energético. Gates cita el caso de Estados Unidos en donde no existe una única a red eléctrica, sino que “un mosaico enmarañado que hace esencialmente imposible enviar electricidad más allá de la región en donde se genera”. Añade Gates que, si se decidiera instalar un entramado de miles de kilómetros de líneas eléctricas especiales para conducir la corriente de alto voltajes, emergerían una serie de obstáculos.
Por ejemplo, tener que negociar los derechos de paso necesario para trazar el recorrido sería, de acuerdo con el autor, una “tarea titánica” puesto que “la gente tiende a protestar cuando alguien quiere instalar una torre de alta tensión en el parque local”. Por lo demás, lo anterior implicaría generar acuerdos entre propietarios de terrenos, compañías de servicios, gobiernos municipales y estatales. Como señalé anteriormente, los combustibles fósiles tienen una presencia generalizada y prescindir de ellos parece ser una tarea bastante difícil. Ya mencionamos el caso del suministro energético, al cual tenemos que sumar otros materiales necesarios y omnipresentes en el ámbito de la construcción como es el caso del hormigón, el cemento y el acero.
El hormigón es una parte esencial de los edificios modernos (y presas) y se destaca por su resistencia a la oxidación y al desgaste. Como explica Gates, el hormigón se fabrica a partir de la mezcla de grava con arena, agua y cemento. Lo que constituye un problema es el cemento puesto que, para elaborarlo, se requiere de cal y, para elaborar esta última, se necesita quemar piedra caliza en un horno junto con otros materiales lo cual emite dióxido de carbono.
Los principales países productores de cemento son China, India, Vietnam, Estados Unidos y Turquía. Ahora bien, ha habido avances para buscar una forma sustentable para la producción cemento. En diversas páginas especializadas en el tema se habla de un método electroquímico que busca evitar el procedo de calentar piedra caliza con hornos que se nutren de combustibles fósiles.
