4/10-Japón: una mirada panorámica: el período Kamakura-Muromachi (por Jan Doxrud
Continuemos con el período Kamakura (1185-1333). El nombre proviene de la capital del gobierno militar de Minamoto Yoritomo (1147-1199). Como afirman Pérez y San Emeterio, este período fue el primero en definirse como uno en donde existía un gobierno independiente de la corte imperial. Añade, además, que el régimen Kamakura “fue un gobierno militar en época de paz construidos con estructuras nacidas para la guerra”. Agustín Y. Kondo apunta a lo mismo, afirmando que el clan Minamoto fue el que inauguró en Kamakura el primer sogunato o “Bakufu”, lo que tuvo como consecuencia que el centro real de poder residiera ya no en Kioto, sino que en la provinciana y rural región de Kantō.
Cabe señalar que el término “Bakufu” significa “gobierno de tienda de campaña” y, siguiendo a Pérez y San Emeterio, este término usado para referirse al gobierno del sogún, fue adoptado a partir del siglo XVIII “cuando dio el salto semántico desde su sentido original de residencia del capitán de la guardia personal del emperador.
Este nuevo sistema estaba integrado por samuráis (“sirvientes”) que valoraban la frugalidad, el ethos guerrero y el honor. Hubo dos clanes relevantes a durante una parte del período Heian, los Taira que ejercían su poder en el este, y los Minamoto que se hicieron fuertes en el oeste. Primero abordemos cómo llegó Yoritomo al poder. Un problema sucesorio emergió tras la muerte del emperador Toba (1107-1123) en donde el emperador retirado, Sutoku, quizo volver al poder lo cual fue impedido por su hermano menor, el emperador reinante Goshirakawa. Se iniciaría así la denominada “rebelión Hōgen” (1156). Este último saldría vencedor con la ayuda de los Taira y Minamoto.
Taira no Kiyomori
Posteriormente se produjo otro conflicto – la rebelión Heiji (1159-1160) – de carácter faccional entre los vasallos de Goshirakawa. El resultado fue el triunfo de Goshirakawa y de Taira no Kiyomori del clan de los Ise Taira. Minamoto Yoshitomo terminó siendo ejecutado por su rival Kiyomori y su hijo, Yoritomo, fue exiliado a la provincia de Izu en donde mantuvo su autoridad lo que le permitió establecer relaciones de vasallaje con otros samuráis de la región. Kiyomori acumularía una gran cantidad de poder e influencia, llegando a ser nombrado Gran Canciller en el año 1167.
Ahora bien, de acuerdo con Kondo, este nuevo y primer gobierno militar instaurado en Japón no tuvo un carácter renovador y tampoco aportó estructuras administrativas originales dignas de ser mencionadas. A esto añade el mismo autor: “Políticamente, copió la tradicional del régimen Fujiwara, imitando a la nobleza cortesana (…) no hizo más que observar con fidelidad el sistema vigente de dominios latifundistas de tipo shōen”.
Sintiéndose amenazado por otros clanes, dio un golpe de Estado encerrando al emperador y purgando los puestos clave de sus enemigos. No bastando esto instaló en el trono a su nieto de 2 años de edad: Antoku (1178—1185). Estas acciones generaron reacciones en otros grupos lo que daría origen a las guerras Genpei (1180-1185) en donde los ideogramas “Gen” hace referencia a Minamoto y “Hei” a Taira. De acuerdo con kondo el conservadurismo de los Taira distanció a este clan de los poderosos caciques provinciales que lo habían apoyado lo que llevó a un enrarecimiento de las relaciones de mutua protección.
Minamoto Yoritomo
Estas guerras Genpei involucraron a una coalición anti-Taira compuesta por la nobleza cortesana, samuráis del este (muchos de origen Minamoto) e instituciones religiosas. Kiyomori murió producto de una enfermedad en el año 1181 y, en 1183, los Taira fueron de Kioto para continuar la lucha desde las provincias del oeste. Fue en 1185 cuando los Taira fueron derrotados definitivamente en la batalla nava de Dannoura, donde falleció Antoku.
Tras este conflicto la figura que emergió como hombre fuerte de la nación fue Minamoto Yoritomo, quien estableció su centro de mando en Kamakura. Pérez y San Emeterio explican que Yoritomo, a diferencia de los Taira, no se instaló en Kioto y no pretendió tener un poder absoluto sobre el país, por lo que lo limitó a tres puntos. El primero era ser reconocido como la única autoridad militar. El segundo era tener jurisdicción sobre los gokenin, que eran los “honorables vasallos” o miembros centrales del sogunato. El tercero consistía en gobernar en las provincias del este. Kondo explica que Yoritomo, asentado en el este, fue cortando gradualmente las relaciones existentes con las familias cortesanas que residían en Kioto.
Por otro lado Yoritomo, continuó entablando vínculos de vasallaje con acaudalados terratenientes de la zona meridional de Kantō. A estos les ofrecía ayuda mutua y favores gratuitos o compensados. Pero estos terratenientes no solo recibían seguridad de mantener sus feudos originales, sino que también podían ver aumentadas sus posesiones territoriales en base a sus méritos castrenses. En palabras de Kondo: “En suma, estos compromisos estimulaban los ánimos de los terratenientes armados y eran motivo para fortalecer los lazos en las filas militares”. En el año 1192 Yoritomo recibió del ex-emperador Goshirakawa el título de Comandante en Jefe de la expedición contra los bárbaros o Gran Sogún pacificador.
La relevancia y el aumento de guerreros confederados llevó a que se llevara a cabo una codificación de sus obligaciones hacia el sogunato. Kondo hace referencia a las más importantes denominadas “gokenin-yaku” en donde podemos encontrar varias de estas obligaciones. Por ejemplo y en primer lugar, los guerreros tenían la obligación de mandar ejércitos cuando fuese necesario. En segundo lugar debían vigilar y custodiar la corte imperial durante un período determinado. En tercer lugar debían proteger al gobierno shogunal y realizar tareas auxiliares en Kamakura. En 1232 se estableció, de acuerdo con Kondo, el primer código militar: el Código básico de Kantō.
Pasemos a examinar la administración territorial. Resulta que la nueva realidad política junto con la expansión territorial del clan Minamoto, demandó una nueva manera de administrar la nación. Pérez y San Emeterio señalan que en los territorios arrebatados a los Taira se instalaron jitō o “administradores de tierras” y shugos o “gobernadores militares”. Ambos cargos debían, por lo demás, vigilar las ciudades de Kamakura y Kito, y colaborar económicamente con el bakufu. Yoritomo también creó organismos de gobierno como la oficina especial para el control de gokenin (samurai dokoro), una oficina para asuntos generales gubernativos y financieros (mandokoro) y un comité que tenía como objetivo resolver diputas territoriales (Monchūjo)
Yoritomo dirigéndose hacia Kioto a comienzos del shogunato
Kondo señala que era absolutamente inevitable que se generar un enfrentamiento entre el poder militar oriental y las fuerzas de la zona occidental. En otras palabras se generó una tensión entre el régimen confederado de Kamakura y la corte imperial, junto con los nobles, monasterios y guerreros no confederados. Finalmente estallo la guerra estallo comenzando lo que se conoce como guerra Jōkyū (1221).
Esta comenzó cuando los señores de la guerra de la zona occidental apoyaron al ex-emperador regente Go-Toba (1198-1221), pero que finalmente terminó en una victoria de Yoritomo. Así el poder territorial de este último aumentó aún más que tras la derrota de los Taira. El gobierno de Kamakura creó en Kioto (1225) un Consejo Supremo integrado por 11 miembros que decidirían sobre los asuntos más importantes de la nación.
Kondo señala que la época de esplendor del período Kamakura fue inesperadamente breve. La causa de su declive fueron los cambios acontecidos tanto dentro como fuera del país. Siguiendo a Pérez y San Emeterio tenemos que los Minamoto no pudieron perpetuarse en el bakufu. Una vez muerto Yoritomo en 1199 asumió su hijo Yoriire (1182-1204) que no gozó del apoyo de los gokenin debido a sus tendencias autocráticas. Finalmente Yorrie fue exiliado y asesinado en 1204. Tras este episodio le sucedió su hermano Sanetomo (1192-1219) quien no mostró interés en los asuntos políticos y, más bien, su foco estuvo en la cultura cortesana (también fue asesinado en el año 1219).
La consecuencia fue que gradualmente la principal familia gokenin (y de la cual provenía Masako, esposa de Yoritomo) tomaría las riendas del poder durante el período Kamakura: el clan Hōjō. Sería la mencionada Masako quien asumiría el título de sogún y gobernaría hasta 1225 junto con su hermano Yoshitoki (1163-1224)
Tumba de Yoritomo
Esta crisis de liderazgo generaría inestabilidad y conspiraciones como la que llevó a cabo el emperador retirado Gotoba, que terminó en una derrota para este último. También hay que destacar los intentos que hicieron los mongoles – bajo el liderazgo de Kublai Khan (fundador de la dinastía Yuan en China) – de invadir Japón. El bakufu no respondió a las misiones enviadas por el nieto de Gengis Khan quien deseaba una relación tributaria con la nación nipona. Como resultado intentó invadir Japón en 1274 y 1281 utilizando tropas chinas, mongolas y coreanas. Fue en 1281 cuando la flota de líder de la dinastía Yuan se vio afectada por el “viento divino” o “kamikaze”. Ahora bien, como escriben Pérez y San Emeterio, fueron otras las razones del triunfo japonés.
En primer lugar, el imperio mongol era uno de carácter terrestre siendo muy diestros el uso del caballo en la estepa. En segundo lugar el ánimo, moral y motivación entre las tropas pudo no haber sido la más óptima ya que provenían de otras etnias no mongolas. Por último, el bakufu también se mostró alerta y preparado para estos ataques. Así, los autores concluyen que el kamikaze habría sido solo un factor más y que se podría señalar que “sin ayuda divina los ataques mongoles no habrían conseguido su objetivo”.
El samurái Mitsui Sukenaga derrotando a los mongoles
No obstante el triunfo, los problemas internos no cesaban. Sucedió que el sogunato se vio en problemas a la hora de recompensar a los guerreros que participaron en la guerra con tierras. Debemos considerar que en este caso no había ningún derrotado al cual se le pudiese confiscar la tierra para ser repartida. Sumado a esto, Kondo explica que el precio del arroz subió de manera espectacular por lo que la inflación mermó los estándares de vida de la población. Por ende, era evidente que esta situación generaría un fuerte descontento entre los gokenin hacia el clan Hōjō.
Otro punto que destacan Pérez y San Emeterio fueron las consecuencias de la expansión de la economía monetaria. De acuerdo a los autores este proceso de monetización del sistema económico se intensificó desde la segunda mitad del siglo XII. La mayor parte era importada de manera que el gobierno no necesitó emitirla pero sí controlar su equivalencia. Con esto se desarrolló el sistema financiero, surgieron prestamistas, créditos, casas de empeño y letras de cambio.
Como resultado los samuráis comenzaron a depender de prestamistas tanto para obtener liquidez así como también para cumplir sus obligaciones con el gobierno de Kamakura. Incluso algunos tuvieron que arrendar o incluso vender sus tierras. Frente a esto, como explica Kondo, el bakufu prohibió esta práctica en el año 1297 y ordenó que de manera gratuita los bienes vendidos o empeñados fueran devueltos a sus dueños originales.
Sin embargo esta medida solo dio un alivio temporal a un problema estructural que sufría el gobierno. Kondo afirma que, a medida que progresaba la pacificación militar, se reducían los terrenos que el sogunato podía ofrecer a sus seguidores. Esto afectó especialmente a los hijos segundones quienes ante esta nueva situación vieron mermado su poder ya que fue el hijo mayor el que heredaría toda la tierra. En palabras de Kondo:
“Efectivamente, a finales de la época de Kamakura, en el seno de las familias militares se agravó considerablemente el antagonismo entre el primogénito y los segundones, de tal modo que éstos comenzaron a formar entre sí las llamadas asociaciones adversas en contra del nuevo régimen hereditario”.
Estas asociaciones fueron consideradas por el gobierno como bandas malhechoras o akutō. Se fue creando así un caldo de cultivo para las tensiones, conspiraciones y luchas internas. Se tuvo que hacer frente a varias tentativas de rebelión del emperador Godaigo que finalmente logró derrocar a los Hōjō. Aquí es donde debemos destacar a dos generales que fueron los que pusieron fin a la era Kamakura. El primero es Ahikaga Takauji (1305-1358) quien se hizo con el control de la mitad occidental del país y, en segundo lugar, tenemos Nitta Yoshisada (1301-1338) quien irrumpió en Kamakura y derrotó a Hōjō Takatoki (1303-1333), quien terminó suicidándose. En palabras de Pérez y San Emterio:
“Takauji, cuya familia descendía de los Minamoto y sentía un resentimiento histórico hacia los Hōjō, se encargó de eliminar las fuerzas del bakufu en la capital a principios del quinto mes de 1333. Otros samuráis lo imitaron en Kyūshū y Kantō. Como si fuera un castillo de naipes, el régimen de Kamakuro se desmoronó en unos días, mientras que a comienzos del sexto mes Godaigo entraba triunfalmente en Kioto”.
Ahikaga Takauji
Tras este período vino la Restauración de Kenmu en donde se el emperador Godaigo asumió el poder y adoptó medidas reaccionarias que buscaron favorecer a los miembros de la corte. Por ejemplo, Kondo señala que el gobierno imperial pretendió restablecer los territorios de los ex-emperadores retirados y requisar una vigésima parte de las ganancias de los intendentes militares y guerreros de todas las provincias. Como afirman Pérez y San Emeterio, de acuerdo con Godaigo, los samuráis debían devolver al emperador las tierras que ilegalmente habían adquirido. Dentro de esta nueva realidad política, Ashikaga Takauji “se veía a sí mismo como el nuevo jefe de la clase samurái, cuyos intereses debía defender”.
…
Dicho esto, continuemos con el período Muromachi (1336-1573) caracterizado por la consolidación del shogunato de los Ashikaga. El nombre “Muromachi” proviene del nombre de un barrio de Kioto en donde el tercer sogún Yoshimitsu construyó su palacio. Para comprender este período, Pérez y Ashikaga lo dividen en 3 fases. La primera corresponde a un período de conflicto de 60 años en donde se produjo la división del trono imperial en dos ramas. La segunda corresponde a la edad de oro de los Ashikaga en donde el sogún Yoshimitsu (1358-1408) puso fin al conflicto entre las dos ramas imperiales. La tercera fase se caracterizó por el debilitamiento del bakufu, la profundización de la fragmentación y el inicio de la guerra de Ōnin (1467-1477). Esta útlima, a su vez, daría inicio al período Sengoku o período de los Estados Guerreros. Pasemos a examinar con mayor detenimiento estas fases.
Como señalé, existía una tensión entre las pretensiones de Godaigo de restaurar el poder imperial y los de Ashikaga Takauji quien era el nuevo hombre fuerte, el nuevo jefe militar quien delegaría los demás asuntos a su hermano Tadayoshi. Este úlktimo comenzó a repartir tierras y nombrar “shugo” sin autorización del emperador. Finalmente el emperador declaró como enemigo a Takauji y terminó con un enfrentamiento bélico en donde salió victorioso el shogún.
Ashikaga Yoshimitsu
Godaigo tendría que aceptar al nuevo emperador apoyado por los Ashikaga y, posteriormente, lograría escapar al Sur de Nara (Yoshino), en donde reclamó ser el soberano legítimo. Así, y como mencionamos más arriba, la corte imperial quedo dividida: las Cortes del Norte y del Sur. Sin embargo, Godaigo fallecería en 1339 sin poder retornar como soberano legítimo a la capital, aunque la corte en Yoshino perduraría hasta el año 1392.
Una división problemática fue la que se dio al interior del bakufu entre los hermanos Ashikaga: Takauji y Tadayoshi. Con el tiempo afloraron las rivalidades y cada uno de estos tuvo apoyo samuráis: Takauji, en Kioto, recibió apoyo del oeste y Tadayoshi, en Kamakura, de los samuráis del este. La guerra que duró 3 años termino en 1352 cuando Tadayoshi murió por envenenamiento. Sería el tercer sogún, Ashikaga Yoshimitsu, quien puso fin la división dinástica por medio de un acuerdo en 1392. Bajó Yoshimitsu, el bakufu alcanzaría su época de gloria pacificando el país y reforzando su control sobre este mismo clon el palacio Muromachi como cuartel general (cerca de la residencia imperial).
Período Muromachi (1538)
De acuerdo con John W. Hall, Yoshimitsu, más que cualquier otro jefe de la casa Ashikaga, pudo actuar como señor absoluto del país. Durante su mandato, explica Hall, la mayor parte de los shugo fueron cuidadosamente elegidos por Yoshimitsu en base a la confianza depositada en estos, siendo muchos de ellos parte de la familia Ashikaga o, para ser más precisos, pertenecían a ramas segundonas denominadas “inchimon”. Siguiendo a Pérez y San Emeterio, el sogún intento in fructuosamente establecer relaciones comerciales con la China de la dinastía Ming (1368-1644), hasta que asumió el poder el emperador Yongle (1360-1424) quien nombró a Yoshimitsu “rey del Japón”.
Los mismos autores se refieren a la polémica que causó este hecho y la razón por la cual Yoshimitsu aceptó esto. Después de todo, este suceso significaba refrendar la relación desigual entre China y Japón. Los autores no dan crédito a la interpretación de que Yoshimitsu buscaba legitimarse y, más bien, señalan que la razón fue económica. Específicamente lo que Japón necesitaba eran las preciadas monedas de cobre así como también sedas y cerámicas de porcelana.
Yongle
El bakufu se preocupó de mantener a la casa imperial, por medio de ayuda económica para mantener tanto el palacio y las ceremonias anuales. Como resultado de esto, Yoshimitsu consiguió un rápido ascenso en los rangos y cargos de la corte. Como afirman Pérez y San Emeterio, el sogún Ashikaga se mostraba cómodo en esos ambientes cortesanos y “él mismo empezó a actuar como un miembro de la alta aristocracia, haciendo, por ejemplo, de maestro de ceremonias que hasta ese momento estaban vedadas a miembros ajenas de a ella”.
De acuerdo con Hall, Yoshimitsu, tras recibir los títulos de Ministro del Interior y de Ministro de la Izquierda, cedió el cargo de sogún a su hijo, a fin de aceptar el cargo de Ministro de Estado. Al respecto comenta el historiador: “Mediante este movimiento, alcanzó la cumbre de los dos sistemas políticos, el militar y el civil, una condición que él hizo lo más pública posible (…)”. Hall añade que también los shugo comenzaron a abandonar las provincias para instalarse en Kioto donde “comenzaron a adoptar el estilo cultural de la antigua nobleza, construyendo palacios, protegiendo templos, vistiéndose y comportándose a la manera cortesana”.
Los dos siguientes shogunes sucesores de Takauji lograron mantener el control, pero ya no gozaban de un poder absoluto, lo que significó que tuviesen que cooptar a los shugo y reforzar el papel del sogún adjunto o “kanrei” que era ocupado por rotación por miembros de familias influyentes. Como explica Hall, las tres principales familias eran los Hosokawa, Shiba y Hatakeyama, y gozaban de un importante poder político entre los vasallos de los Ashikaga. A esto añade el historiador:
“Formaban así una línea interna de apoyo al Shōgun, de modo que cuando actuaban juntos le daban el respaldo necesario para dominar al resto de los vasallos”.
Imperio Ming
De hecho, Hall señala que Yoshimitsu sucedió a su padre a la edad de 8 años y que fue el kanrei, Hosokawa Yoriyuki quien ejerció como regente. También destaca el caso de las 4 familias – Yamana, Isshiki, Akamatsu y Kyōgoku – de donde se elegía el cargo más importante después del kanrei: el Jefe (Shoshi) del Departamento de los Samurai (Samurai-dokoro). Ahora bien, y como señala Hall, a lo largo de toda la historia política de los Ashikaga perduraría un constante conflicto entre el poder feudal y los restos del sistema imperial.
Por su parte, Kondo escribió que durante este período el feudalismo militarista fue progresando constantemente a lo largo de este período y los clanes oligárquicos “fueron medrando de modo tan rápido que llegaron a acumular la fuerza económico-militar suficiente para competir con el Shogunato e incluso superar”. Incluso el sucesor de Yoshimochi (1386-1428) fue electo de manera colegiada por los grandes señores de entre los hermanos del sogún. Así asumiría el poder Yoshinori (1394-1441) quien intentaría reforzar su poder y prescindir de los shugo, lo cual le trajo hostilidades lo que terminó con un complot y el asesinato de Yoshinori por el shugo Akamatsdu Mitsusuke.
Ante este vacío de poder comenzarían las hostilidades entre los señores de la guerra en torno al tema de la sucesión lo que desembocaría en la ya mencionada guerra Ōnin en 1467 y que se extendió por 10 años. Las tensiones, de acuerdo con Hall, comenzaron con la disputas sobre la sucesión shogunal seguida por el conflicto entre las casas Hosokawa y Yamana. En palabras de Kondo, con este conflicto aumentó rápidamente el número de jefes armados a lo largo de todo el país y que se opusieron a los gobernadores y al sogunato. A esto añade el historiador:
“No sólo eso sino que, tras las luchas y anexiones mutuas, surgió entre los supervivientes un fuerte impulso hacia la creación de una federación con el fin de estrechar los lazos de solidaridad local”.
Palacio en Muromachi
Esta nueva coalición de jefes militares ya no fueron considerados como simples malhechores, sino que como militares provinciales, militares del pueblo o samuráis rurales. De acuerdo con Pérez y San Emeterio esta guerra terminó por el desgaste y cansancio de los combatientes quienes terminaron por retronar a sus provincias. A esto añaden:
“Fue una guerra confusa, sin pena ni gloria ni grandes objetivos ni destacados héroes. Más bien los protagonistas fueron un nuevo tipo de samuráis de baja condición, los ashigaru, tropas ligeras equipadas con el armamento mínimo que hacían del botín y el pillaje su medio de vida”.
Hall añade que la casa Ashikaga junto con la nobleza de la corte quedaron completamente aislados de sus fuentes de ingresos de la tierra, por lo que su poder se vio mermado frente al creciente poderío de los señores en las provincias. La guerra Ōnin marcó el inicio del período Sengoku o de los Estados Guerreros. Como aclaran Pérez y San Emeterio este término proviene del período histórico de la antigüedad china y, como en Japón había solo un Estado, el término suele también traducirse como “período del país en guerra”.
En Kioto permanecieron los Hosokawa, bajo el liderazgo de Masamoto, mientras que los shugo retornaron a las provincias en donde tendrían que hacer frente a una nueva realidad, en donde sus vasallos ya no se mostraban leales y dispuestos a ser sus subordinados. Pérez y San Emeterio que los “kokujin” o samuráis de cada lugar lograron imponerse a los shugo y obtener así su independencia. Así comenzaría este período de los “sengoku daimyō” o “señores de la guerra” que se tradujo en una espiral de violencia que perduró durante un siglo, en donde los shogunes Ashikaga perderían cada vez más poder desde el final del gobierno de Yoshimitsu.
De acuerdo con los autores el conflicto fue, por un lado, uno de carácter horizontal, es decir, enfrentamientos entre daimios que deseaban expandir sus dominios. Por otro lado, este conflicto también fue uno vertical en donde “los principales vasallos de cada casa trataban de despoja de los dominios de sus señores”. Añaden los autores que estos daimios, a diferencia de los shugo, no gobernaban sobre distintas provincias a la vez, sino que sobre territorios compactos y eran los primus inter pares de un diversos grandes terratenientes-samuráis, que tenían sus propias tierras y vasallos.
Por su parte, Hall también hace alusión el debilitamiento de los shugo así como también sus posibilidades de control sobre sus jurisdicciones provinciales. Por lo demás, añade el autor, los territorios jurisdiccionales que habían sido asignado a los shugo fueron dividiéndose en dominio más pequeños lo que afectaría a clanes, como fue el caso de los Hosokawa que perdieron territorio a manos de los Miyoshi y Chōsokabe, o el de los Yaman que perdieron territorios en favor de los Amago y los Mori.
Otro hecho importante destacado por los autores fue la casi completa desaparición de los shōen. Otra característica de los daimios es que no dependían de nadie, de manera que eran ajenos a la política de Kioto y sus dominios era así “minireinos”, emitiendo códigos legales y produciendo censos que tenían por objetivo un control global y racional de los mismos”. Por su parte, Hall escribió que el dominio de los daimyō se convirtió en un pequeño principado. En sus dominios su poder era total, aunque también ellos estaban sujetos a los códigos legal que promulgaban. Por su parte no solo los samuráis estaban obligados a prestar servicios durante la guerra, sino que también los aldeanos ya que eran parte de la comunidad.
Pérez y San Emeterio destacan también el surgimiento de núcleos de población más concentrados en donde los aldeanos establecían relaciones horizontales de solidaridad y e n donde se tomaban decisiones – que afectaban a la comunidad – de manera colegiada. Estas aldeas tenían estatutos que reglamentaban la vida de los aldeanos, uso de la tierra, trato a forasteros o castigo a los ladrones. También tenían uno o más notables que acumularon también poder económico y adquirieron el derecho a recaudar tributos y organizar las prestaciones laborales (corvea).
Con el tiempo Japón se fragmetaría en zonas controladas por los señores de la guerra
Para defenderse de agresiones, los vecinos también se encontraban organizados ya armados. Junto con esta amenaza también Japón se vio afectado por malas cosechas, hambrunas, plagas y de las revueltas o “ikki”, que incluían a una variedad de grupos sociales. Incluso participaron ligas de creyentes de la secta de la Verdadera Tierra Pura que atacaron y se hicieron con el poder de vastos territorios.
Dentro de este contexto eran fundamentales las finanzas. En una época de tensiones y amenazas de guerra era relevante contar con ingresos. Esto llevó a los daimios a introducir nueva clases de impuestos como aquellos que gravaban las viviendas y sobre superficie cultivada. Junto con esto, los autores escriben que los daimios fomentaron la economía por medio del “desarrollo agrario, la apertura de minas, el acondicionamiento de puertos y carreteras, la eliminación de barreras al comercio, la concentración de obreros y artesanos en ciudades-castillo de nueva traza y, en algunos casos, la emisión de moneda propia”. De esta manera, este período de inestabilidad y conflictos tuvo, por un lado, una dimensión destructiva pero, por otro lado, fue una, en palabra de los autores, de “activa creación de un nuevo orden más dinámico y abierto”.
Durante el período Muromachi continuó el comercio con Estados cercanos. Ya señalé que en China el fin de la dinastía Yuan dio paso a la instauración de la dinastía Ming que se auto concibió como el centro del mundo por lo que no miraba en igualdad de condiciones Japón. Así, estableció el llamado comercio tributario y,. como escribe Kondo, en 1432 se acordó que una vez cada 10 años se podrían enviar 3 navíos con 300 tripulantes. En palabras de Pérez y San Emeterio:
“Dentro del marco geopolítico Ming, las relaciones internacionales tenían que reflejar esa desigualdad natural, demostrando a los líderes de otros países su condición de vasallos del emperador chino, el único que había recibido el mandato del cielo”.
No obstante lo anterior, continuó el fenómeno de la piratería (a ojos de los Ming) y el contrabando que los Ming intentaron combatir. Lo mismo intentaron hacer la dinastía Joseon en Corea (1392-1897) que sucedió a la Koryo y que también mantuvo relaciones comerciales con Japón. Siguiendo en el ámbito comercial, Pérez y San Emeterio destacan la relevancia del archipiélago de las Ryūkyū en donde Shō Hashi fundó en 1429 el primer reino unificado.
En palabra de los autores, Ryūkyū prospero como un “hub” comercial que unión a China, Japón y Corea dentro del sudeste asiático. A esto añaden:
“Los Shō crearon un emporio comercial en el que sus navíos viajaban desde Sumatra a Corea, intercambiando productos chinos por mercancías destinadas al comercio tributario, como armas de Japón y especias del sudeste asiático. La importancia del papel del reino de Ryūkyū para el imperio chino era tal que incluso este le proporcionaba los barcos para conducir dicho comercio”.
Otro hecho fundamental que aconteció durante el período Muromachi fue la llegada de occidentales. De acuerdo con Hall, los portugueses llegaron a India en 1498 y en 1510 establecieron una avanzada militar y un centro comercial en Goa, que se transformaría en su base de operaciones para el comercio oriental. En 1511 arrebataron Málaca a los árabes y en 1557 establecieron una avanzada en Macao. Kondo señala que el primer contacto directo fue en el año 1543 cuando el portugués Antonio Damoa encalló en Tanegashima con un barco de bandera china.
En 1546, llegaron 3 barcos mercantes portugueses en la costa meridional de Kyūshū. Así, y hasta la llegada de los españoles en 1587, los portugueses gozaron del monopolio comercial con Japón. Siguiendo a Hall, el comercio con los portugueses hizo que los daimios de Kyūshū se pelearon entre sí para atraer a los europeos a sus puertos.
Ashigaru: infantería con sus respectivos tanegashima
Los portugueses introdujeron las armas de fuego, pólvora y técnicas para su fabricación en Tanegashima en 1543. En palabras de Hall el arcabuz portugués era la primera arma de fuego de precisión que los japoneses habían visto. A esto añade:
“Diez años después de que los japoneses vieron. Por primera vez el arcabuz en Tanegashima, los daimyō del Japón Occidental estaban importándolos afanosamente, y los artesanos producían una gran cantidad de imitaciones. El Tanegashima se convirtió en la nueva arma de los daimyō que entonces accedían al poder”.
También fue de relevancia la introducción del catolicismo por San Francisco Javier que llegó a Kagoshima en 1549. Un año después fue expulsado de Satsuma por lo que se dirigió a Kioto donde no obtuvo el permiso para predicar por parte del sogún. Así, se dirigió a Kyūshū donde estableció la primera Iglesia en Yamaguchi y obtuvo el apoyo de las casas de Ouchi y Otomo. Sobre la labor de San Francisco Javier, escribió Hall: “Los dos breves años durante los cuales Javier viajó por el Japón sentaron las bases del mayor éxito misionero que los jesuitas alcanzaron en toda Asia”.
Incluso hubo daimios que se convirtieron al catolicismo como fue el caso de 3 de Kyūshū: Omura Sumitada (1533-1587), Arima Harunobu (1561-1612) y Otomo Yoshishige (1530-1587). Estos incluso enviaron cuatro mensajeros japoneses cristianos a la corte papal en Roma en un galeón español. Ahora bien la situación del cristianismo cambiaría y en 1587 este sería prohibido y sus adherentes perseguidos y asesinados.