5) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)

5) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)

¿Qué hay de la figura de Nicolás Maquiavelo a la que suele asociarse este concepto de razón de Estado? Maquiavelo es generalmente presentado como aquel que secularizó la política. Pero también tenemos otros retratos del pensador italiano, como lo señala George H. Sabine, era patriota apasionado, nacionalista ardiente, un jesuita político, demócrata convencido y adulador sin escrúpulos que buscaba el favor de los déspotas. A Maquiavelo se lo presenta también como un político práctico, un agudo analista de la situación histórica de su tiempo con un gran talento literario. 

Otra imagen común de la figura de Nicolás Maquiavelo es la de presentarlo como el primer científico de la política. Pero hay quienes cuestionan esta interpretación ya que la concepción de la política como una ciencia era una pretensión de la temprana modernidad, marcada por personajes como Francis Bacon, Descartes y Galileo. La concepción procedimental de esta primera modernidad era el método (tal como lo expuso Descartes) caracterizado por el análisis, es decir, la descomposición de los fenómenos y la deducción, vale decir, la recomposición de estos mismos. 

De acuerdo a algunos autores, Maquiavelo era ajeno a tal mandato metodológico. En cuanto al objeto mismo de esta supuesta política científica, algunos estudiosos consideran que la obra de Maquiavelo supone, más que un fundamento, una interpelación perturbadora al pensamiento político moderno. Como explica Juan Manuel Monge, en su estudio introductorio a la obra del autor, el pensamiento moderno aborda la política desde y en función del Estado moderno que, en época de Maquiavelo, era un fenómeno que aún estaba en marcha. En palabras de Monge, el Estado moderno supone la dotación de un derecho formal positivizado, la profesionalización y especialización de la administración (burocratización), así como la separación entre los medios de administración y los administradores, sumando ejércitos permanentes. A esto cabe añadir la presión fiscal, control demográfico y el censo preciso.  

Como es sabido, Maquiavelo (quien no utilizó la expresión “razón de Estado”), defendía una doctrina que presentaba la idea de una  doble moralidad, es decir, la moralidad del gobernante y la del ciudadano privado. El gobernante debe supeditar su moral al mantenimiento. La indiferencia con respecto a la moral, señala Sabine, ha sido lo que a llevado a autores a presentar al florentino como un ejemplo de imparcialidad científica, lo cual es, a juicio de Sabine, un juicio excesivo. De acuerdo al autor, Maquiavelo no era imparcial, sino que lo único que le interesaba era un solo fin: el poder político. 

Continúa explicando Sabine que, si bien Maquiavelo era un empirista, es decir, fundamentaba sus ideas en la observación, su empirismo era uno de sentido común y de astuta previsión práctica, y no un “empirismo inductivo motivado por el deseo de comprobar teorías o principios generales”. Sabine también rechaza aquella imagen que presenta a Maquiavelo como un seguidor del método histórico, ya que en realidad el pensamiento del florentino había estado marcado por el ahistoricismo, por ejemplo, cuando afirma que la naturaleza humana ha sido siempre la misma en todas las épocas.

Regresemos al concepto de razón de  Estado. Foucault trae a la palestra a otro autor, el escritor italiano Giovanni Antonio Palazzo. Palazzo descompone este concepto en sus dos partes constitutivas. El primero componente, el concepto de razón, presenta dos significados. En primer lugar la razón significa la esencia cabal de una cosa, lo que constituye la unión, el lazo necesario que mantiene las partes reunidas. En segundo lugar, desde un punto de vista subjetivo, la razón es cierta facultad del alma que permite conocer la verdad de las cosas. Continúa explicando Foucault: 

La razón es, por lo tanto, un medio de conocimiento, pero así mismo algo que permite a la voluntad ajustarse a lo que conoce, es decir, a la esencia misma de las cosas[1].

Pasemos ahora a los cuatro sentidos del concepto de Estado de acuerdo a Palazzo. En primer lugar el “estado” es un dominio.  En segundo lugar  es una jurisdicción, esto es, un conjunto de reglas, de costumbres, una institución o conjunto de instituciones. En tercer lugar el “estado” es una condición de vida o una profesión, por ejemplo, el “estado de celibato”, el “estado de magistrado” o el “estado religioso”. En cuarto y último lugar, “estado” significa la cualidad de una cosa, lo que hace que una cosa siga haciendo lo que es. De acuerdo a lo anterior tenemos que, en un sentido objetivo, se denominará razón de Estado a lo que es necesario y suficiente para que la república, en los cuatro sentidos del término “estado”, conserve intacta su integridad, explica Foucault. 

En un sentido subjetivo del concepto de “razón”, la razón de Estado sería una regla o un arte que permite conocer los medios para alcanzar la integridad, la tranquilidad o la paz de la república, escribe Palazzo. Foucault presenta a continuación cuatro rasgos, teniendo en consideración las ideas de Chemnitz y Palazzo. Tenemos, en primer lugar, que la razón de Estado no se refiere a otra cosa que al Estado mismo, de manera que no existe referencia alguna a un orden natural o a uno divino. 

Extraído de El Libro de la Sociología (Akal)

En segundo lugar,  explica Foucault, la razón de Estado se articula vigorosamente en torno a la relación esencia-saber, esto es, que la razón de Estado “es la esencia misma del Estado y también el conocimiento que en cierto modo permite seguir su trama y obedecerla. Es por lo tanto un arte, con su aspecto de práctica y su aspecto de conocimiento[2]. Llegamos aquí a un tema que ya abordamos con Pierre Bourdieu y es el papel que jugó la estadística como forma de conocimiento y control sobre la población. En palabras de Foucault:

Es preciso, entonces, que quien gobierna conozca los elementos que van a permitir el mantenimiento del Estado, el mantenimiento del Estado en su fuerza o el desarrollo necesario de la fuerza estatal, para que no sea dominado por los otros y no pierda su existencia con la mengua de su vigor o su fuerza relativa. Es decir que el saber indispensable para el soberano será un conocimiento de las cosas más que un conocimiento de la ley, y las cosas que el soberano debe conocer, las cosas que son la realidad misma del Estado, son precisamente lo que en la época se llama estadística[3].

Sobre la estadística, Foucault señala lo siguiente aclara que, etimológicamente, esta consiste en el conocimiento del Estado, el conocimiento de las fuerzas y los recursos que en un momento dado caracterizan un Estado. Ejemplo de esto es el conocimiento de la población, la medida de su cantidad, mortalidad , natalidad y la estimación de las diferentes categorías de individuos pertenecientes al Estado con su riqueza respectiva, recursos y los intercambios con otros países

En tercer lugar tenemos que la razón de estado es conservadora, su fin último es el Estado mismo, una teleología conservacionista ya que el fin (telos) apunta a la conservación del Estado. Esta ratio statustambién generó controversia y hasta rechazo, como es el caso del Papa Pío V (1504-1572), para quien la razón de Estado, era ratio diaboli o razón del diablo. Foucault cita también las palabras del jesuita Claude Clément, autor de “El maquiavelismo degollado” donde lleva a cabo una crítica a los políticos. 

Podemos leer que al reflexionar sobre la secta de los políticos, el autor afirma que no sabe qué debe decir de ella y con qué nombre debo llamarla.  Se pregunta si acaso debe designarla como un politeísmo, puesto que el político respeta todo y cualquier cosa por la sola razón política. Se pregunta también si acaso debe designarla con el nombre de ateísmo, puesto que sería justo hacerlo, ya que el político “tiene un respeto fingido sólo determinado por la razón de Estado; cambia de color y de piel es más capaz de transformaciones que Proteo”. A esto añade el mismo autor:

¿La denominaré [siempre la secta de los políticos] estatolatría? Sería el nombre más apropiado. Si en su indiferencia general el político respeta algo, lo hace para conciliar a los hombres con no se qué divinidad, dios o diosa, que los griegos antiguos invocaban con el apelativo de Ciudad, los romanos con el nombre de República y las gentes de hoy con la designación de Estado. Tal es la única divinidad de los políticos, tal es el nombre más justo para designarlos[4].

Vamos resumiendo lo expuesto. Tenemos que lo que Foucault ha estado explicando es el surgimiento de un arte absolutamente específico de gobernar, una nueva razón gubernamental propia de Occidente. Tal razón gubernamental habría dado origen a cierta manera de pensar (en el poder), razonar y calcular. El Estado representa la idea reguladora de la razón gubernamental. El Estado, explica Foucault es una manera determinada de concebir, analizar, definir la naturaleza y las relaciones de esos elementos ya dados. Así, para el autor, el Estado constituye un esquema de inteligibilidad de todo un conjunto de instituciones ya establecidas, todo un conjunto de realidades ya dada. A esto añade:

El Estado, entonces, como principio de inteligibilidad de una realidad dada, un conjunto institucional ya establecido (…) El Estado es, por lo tanto, principio de inteligibilidad de lo que es, pero también de lo que debe ser…el Estado es en esencia y ante todo la idea reguladora de esa forma de pensamiento, de reflexión, de cálculo y de intervención que se denomina política. La política como mathesis, como forma racional del arte de gobernar. La razón gubernamental postula entonces el Estado como principio de lectura de la realidad y lo postula como objetivo e imperativo. El Estado es lo que rigen la razón gubernamental, es decir, lo que hace que se pueda gobernar racionalmente de acuerdo con las necesidades; es la función de inteligibilidad del Estado con respecto a lo real y lo que hace que sea racional y necesario gobernar. Gobernar racionalmente porque hay un Estado y para que lo haya[5].

Quisiera ahora añadir algunas ideas más sobre la razón de Estado expuestas por Foucault en el curso dictado en el Collège de France en 1979. Foucault retoma el tema de la razón de Estado y señala que lo que caracteriza a esta nueva forma de racionalidad (la razón de Estado), que se constituyó durante el siglo XVI, es que el gobernante ya no tiene que preocuparse por la salvación de sus súbditos en un más allá, tampoco tiene que desplegar una benevolencia paterna hacia sus súbditos, de manera que el estado ya no es ni una casa, ni una iglesia, ni un imperio. 

El Estado sólo existe por y para sí mismo. Sumado a esto está el hecho de ser plural, es decir, existen otros Estados que operan bajo la misma lógica, que niegan someterse o fundirse a una estructura imperial, lo que lleva al autor a afirmar que el Estado sólo existe como Estados, en plural.  Menciona también Foucault el sistema mercantilista como un medio de enriquecimiento del Estado. En realidad, el mercantilismo es para Foucault no una doctrina económica, sino que más bien 

una organización de la producción y los circuitos comerciales de acuerdo con el principio de que en, primer lugar, el Estado debe enriquecerse mediante la acumulación monetaria; segundo, debe fortalecerse por el crecimiento de la población; y tercero, debe estar y mantenerse en una situación de competencia permanente con las potencias extranjeras[6].

Otro punto que aborda Foucault es el de la política exterior y la política interna de acuerdo a la razón de Estado. En lo que respecta a la política exterior, los Estados defienden sus intereses de manera absoluta, pero también reconocen que su final último es la constitución de un imperio total y global, de manera que dentro de esta pluralidad de Estados existentes y que compiten entre sí, deben autolimitarse en lo que respecta a sus objetivos. La situación cambia en lo que se refiere a la política interna ya que, en este ámbito, el Estado policía tiene objetivos que Foucault califica de ilimitados. 

Aquí podemos hacer referencia al  panoptismo  que Foucault explica en su libro “Vigilar y castigar”. Foucault comienza cuando se declara la peste en una ciudad y todos los procedimientos que se ponían en marcha. En primer lugar, comienza una estricta división espacial: el cierre de la ciudad, la prohibición de salir, sacrificio de los animales errantes, división de la ciudad en distintas secciones en las que se establece el poder del intendente. Cada calle queda bajo la autoridad de un síndico que se encarga de la vigilancia. El punto de Foucault es que la inspección funciona sin cesar y la mirada se encuentra en todos lados. En palabras del intelectual francés:

Este espacio cerrado, recortado, vigilado, en todos sus puntos, en el que los individuos están insertos en un lugar fijo, en el que los menores movimientos se hallan controlados, en el que todos los acontecimientos están registrados, en el que un trabajo ininterrumpido de escritura une el centro y la periferia, en el que el poder se ejerce por entero, de acuerdo con una figura jerárquica continua, en el que cada individuo está constantemente localizado, examinado y distribuido entre los vivos, los enfermos y los muertos – todo esto constituye un modelo compacto del dispositivo disciplinario[7].

En lo que respecta al panóptico, esta es una figura arquitectónica concebida por Jeremy Bentham, que consiste, básicamente, que en la periferia la construcción es en forma de anillo y, en el centro, se sitúa la torre de vigilancia. Para Foucault, la esencia del panóptico es inducir en el detenido, ya sea el preso, el loco o el ciudadano, un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Continúa explicando Foucault que el Panóptico

puede ser utilizado como máquina de hacer experiencias, de modificar el comportamiento, de encauzar o reducar la conducta de los individuos. Experimentar medicamentos y verificar sus efectos. Probar diferentes castigos sobre los presos, según sus delitos y su carácter, y buscar los más eficaces[8].

Más adelante añade Foucault que el Panóptico debe ser comprendido como un modelo generalizable de funcionamiento, esto es, una manera de definir las relaciones de poder con la vida cotidiana de los seres humanos. Incluso dentro de este control interno se ejerce un control aún más estricto dentro de un espacio de reclusión que es la prisión. Continúa explicando Foucault, basándose en los escritos del arquitecto Louis-Pierre Baltard (1764-1846), lo siguiente: 

“La prisión debe ser un aparato disciplinario. En varios sentidos: debe ocuparse de todos los aspectos del individuo, de su educación cívica, de su aptitud para el trabajo, de su conducta cotidiana, de su actitud moral, de sus disposiciones; la prisión, mucho más que la escuela, el taller o el ejército, que implican siempre cierta especialización, es omnidisciplinaria”[9].






[1] Michel Foucault, op. cit.., 294.

[2] Ibid., 297.

[3] Ibid., 320.

[4] Michel Foucault, op. cit., 283.

[5] Ibid., 329.

[6] Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica, 20-21.

[7] Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (Argentina: Siglo XXI Editores, 2003), 201.

[8] Ibid., 207.

[9] Ibid., 238.