2/2-Socialismo y prusianismo (por Jan Doxrud)

2) Socialismo y prusianismo (por Jan Doxrud)

Ya visto brevemente un breve perfil de Spengler y una referencia a Prusia, pasemos al libro en cuestión: “Prusianidad y Socialismo”. En la introducción el autor comienza refiriéndose a la confusión reinante en torno al significado del concepto mismo de socialismo. Así Spengler afirma que cada persona lo emplea y  comprende bajo distintas formas y lo adorna con lo que le agrada, con lo que le aborrece y con lo que desea o teme. Ya en estas primeras páginas el autor deja caer sus invectivas contra Marx quien se había limitado a ser un crítico pero no un creador, lo que lleva a que los marxistas sean “solamente fuertes en la negación y fallan en lo positivo”.

Es en la introducción donde también Spengler deja claro su cometido que es demostrar que el marxismo no era socialismo y que, por ende, se hacía necesario liberar al socialismo alemán de Marx. A esto añade: “Nosotros, los alemanes, somos socialistas,  aunque jamás nos habíamos percatado de ello. Los otros pueblos no lograrán serlo”. Es esta Alemania y su tortuosa y sufrida historia, aquella nación portadora del verdadero ideal, pero que había sido distorsionado y pervertido por Marx y sus seguidores. 

Como iremos desentrañando a lo largo de las siguientes líneas, el socialismo prusiano de Spengler es uno caracterizado por la primacía de lo político (en contraposición de lo económico), la importancia de la colectividad y la comunidad (por sobre el individuo), la relevancia del rango (frente a la clase) y el deber. Junto a lo anterior se valora al abnegación y se rechaza el liberalismo individualista representado por Gran Bretaña. También es importante dejar claro que el prusianismo de Spengler – tal como él mismo señala – no se reduce a la región geográfica, puesto que va más allá para convertirse en una “comprensión de vida, un “instinto, espíritu de solidaridad (…) un resumen de cualidades espirituales y por último, también, corporales (…)”. 

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Para Spengler la verdadera revolución se llevó a cabo en 1914 en las trincheras, en el campo de batalla y no en noviembre de 1918 que no fue más que un movimiento protagonizado por una chusma cobarde, materialista y antinacionalista. Spengler critica el hecho de que los protagonistas del levantamiento de noviembre – que pondría fin a la monarquía y pavimentaría el camino al establecimiento de la República – no participaran de la guerra y, por el contrario, se mantuvieron en las ciudades luchando contra los almacenes de provisiones, los vidrios de las ventanas y cajas fiscales, en lugar de hacerlo en contra del “capital”. Pero para el autor, estas manifestaciones de descontento no constituían una genuina revolución puesto que constituían una manifestación del descenso del ideal de las masas “a una serie de sucias exacciones de salarios sin la respectiva retribución, todo a costa del resto del pueblo, del campesinado y del empleado, a fin de poder llevar una vida parasitaria (…)”. Añadía Spengler que la palabrería heroica bolchevista y sus amenazas en contra de los magnates industriales no reemplazaban a un frente de batalla provisto de artillería pesada

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De acuerdo Spengler la verdadera revolución alemana esta permeada de la “prusianidad” en donde el todo es el soberano y el poder pertenece al todo, al cual sirven las partes. El estilo prusiano, comenta el autor, establece un fuerte y profundo sentimiento de corporación, un espíritu comunitario de trabajo en donde la clase se constituye como la comunidad de profesión y la profesión como una manifestación de ser útil al todo, al Estado.  En virtud de lo anterior, el rey no es más que el primer servidor del Estado y – añade el pensador alemán – que el primer socialista fue Federico Guillermo I y no Marx. Junto a lo anterior, el socialismo vendría a ser expresión de la civilización fáustica, “la vieja voluntad fáustica por el poder, hacia el infinito, en sus anhelos por el dominio universal incontrastable en sentido militar, económico e intelectual”. Añade Spengler que la pertenencia no viene determinada por la riqueza sino que por el rango, de manera que “el capitán es preferible al teniente aunque este sea príncipe o millonario”. A esto añade el mismo autor:

“El pueblo inglés está acondicionado sobre las diferencias entre ricos y pobres; el prusiano en conformidad al espíritu de mando y el de obediencia (…) En Inglaterra, la democracia significa la posibilidad de enriquecerse; en Prusia, la de alcanzar cualquier jerarquía. En esta forma el individuo es catalogado por sus aptitudes, y no por la tradición”. 

Marx (1818-1883)

Marx (1818-1883)

Spengler incluso habla de “socialismo millonario” representado por estadounidense Carnegie que transforma gran parte de la fortuna pública en propia, para posteriormente emplearla en la fundación de instituciones públicas. Pero esta clase particular de socialismo, que el autor califica de “administración dictatorial de la propiedad pública”, se distingue de ese otro socialismo que denomina como “del funcionario u organizador” como fue el caso del de Otto von Bismarck (1815 - 1898) o August Bebel (1840 - 1913).

En el socialismo prusiano el Estado se encuentra constituido por todo el pueblo y rige el principio del funcionariado en donde cada trabajador pasa a la categoría de empleado en lugar de la de “negociante”. Por otro lado, la figura del dramaturgo George Bernard Shaw representa para Spengler la cumbre del “socialismo capitalista”, “para quien rico y pobre siguen constituyendo constrastes en la estructura de la organización económica. En tal socialismo el obrero debe limitarse a enriquecerse, muy afin al espíritu propio del inglés para quien lo esencial es la riqueza, la competencia y la ausencia de solidaridad. Esto mismo predican los liberales alemanes o alemanes “anglófilos” que “rinden homenaje al libre cambio (…)”.

No debe llamar la atención de que Spengler defienda el intervencionismo estatal en economía o como él afirma la “regulación estatal del intercambio de productos”. Así, Spengler afirma que lo genuinamente prusiano se caracteriza por su desprecio por la riqueza, las comodidades y los goces en aras de constituir el “núcleo del espíritu militar y el del funcionario”. Así, la prusianidad se opone a aquel espíritu que guía al inglés y al estadounidense cuyo objeto es el éxito, dinero y la riqueza. 

Así también, el colectivismo es otro ingrediente de este socialismo en donde la voluntad individual se encuadra a la voluntad colectiva, pero se trata de un colectivismo excluyente que no apela a un grupo universal como lo podría ser el proletariado apátrida. De acuerdo al pensador alemán la prusianidad rechaza al obrero de los demás países, “adornado con su seudo socialismo egoísta”.

¿Qué nos dice sobre la figura de Marx? Como hombre del siglo XIX lo califica como un buen materialista pero un mal psicólogo, que observaba nada más que objetos y conceptos ingleses y que, de Hegel, solo logró comprender su método. Su sistema, su concepción de la historia como lucha de clases, toma su fuerza justamente de su superficialidad. Spengler discrepa del concepto económico que tiene Marx de las clases sociales (fruto de su raciocinio inglés puro), en contraposición al ideal prusiano en donde la obediencia  el mando eran los que distinguían una clase de otra. Añade que Marx sólo tomó un aspecto exterior de la prusianidad: la organización, el espíritu de solidaridad y la disciplina, pero las entregó como armas y finalidad al proletariado (como si estas fueran propias de una clase en particular).

También Spengler critica el concepto de burguesía de Marx, puesto que habría que especificar cómo debemos entender tal concepto ¿Cómo el polo opuesto de los privilegiados en los tiempos feudales? ¿conforme al criterio de las masas urbanas proletarias? En cuanto al “cuarto estado”, esta es una minoría que resulta compleja d separar o aislar, puesto que, de acuerdo a Spengler, sus límites “varían según su designación, trabajador manual, industrial, proletario o masa”. Junto a lo anterior, Spengler afirma que la moral de Marx es de origen inglés, lo cual queda plasmado en el carácter teológico de su sistema. Al respecto escribe el autor:

“Los términos socialismo y capitalismo indican lo bueno y lo malo de esta irreligiosa religión. El burgués es Satanás, el trabajador a jornal el ángel de una nueva mitología, y basta escarbar un poco en lo patético y vulgar del manifiesto comunista para reconocer el cristianismo independiente bajo su careta”.

Marx también desprecia el trabajo duro, lo concibe como una desgracia por su “sesgo” inglés y judío, esto es, que el trabajo sólo sirve para adquirir fortuna, carente de profundidad moral y cuyo “telos” es únicamente el éxito. El trabajo es solo una mercancía y el obrero es reducido a un entidad explotada que debe aprender a luchar por su salario, a saber negociar con la mercadería “trabajo”. Pero para el Estado prusiano, el trabajo no es una mera mercancía sino que una obligación respecto a la colectividad y no existe “diferencia en la dignidad moral del trabajo: el juez y el científico trabajan al igual que el minero y el tornero”. A esto añade el autor:

“Si Marx hubiese comprendido la razón del trabajo, de la labor por ella misma, como servicio que se presta a la colectividad y no para sí, sino como una obligación que ennoblece, sin consideración al trabajo que se ejecuta, posiblemente no habría redactado su manifiesto”.

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En virtud de lo anterior Spengler asevera que “el marxismo constituye el capitalismo del proletario”. Pero dentro de este sistema perdura el egoísmo de clase:

“Marx quisiera sustraer al capital el derecho a sus intereses particulares, pero sólo sabe reemplazarlo por el derecho del trabajador en pro de sus propios intereses particulares . Esto no es socialismo, sino un temperamento inglés genuino”. A esto añade el autor:

Como corolario de lo anterior, Spengler señala que el protagonista del sistema marxista , esto es, la clase redentora proletaria, no es más que un proletario holgazán que todo lo posee sin mayor esfuerzo. Este es el ideal inglés, es decir, el éxito comercial evitando el trabajo corporal que termina por transmutar al individuo en un “gentlemen”. Frente a este idea Spengler comenta: “Para nosotros, proceder de esta forma es ordinario, el gusto de la chusma y el esnob”.

La huelga, es decir, la privación al productor de la “mercancía” trabajo, no es el arma adecuada, puesto que dentro de la concepción del socialismo de Spengler, esto es un acto de egoísmo que perjudica a la colectividad. Como alternativa a esto, el pensador alemán propone su concepción prusiana en donde es el Estado, por medio de un Consejo Económico, el que fija los salarios para cada especie de trabajo los cuales se encuentran escalonados en virtud de la situación económica general, y siempre en interés del pueblo y de una clase determinada. Incluso en una nota a pie de página el autor desliza la idea de que cada trabajador tuviese una cuenta en un banco o caja de ahorro en donde se traspasarían los montos.

Spengler

Spengler

En suma para Spengler, Marx es un pensador que se encuentra influido por el pensamiento inglés – opuesto al prusiano – el cual permea todo su sistema y, peor aún, pretende aplicarlo a toda la humanidad. Es por ello que en esto Spengler afirma que Marx se asemeja a Darwin o a Malthus en el sentido de que su sistema es aplicable a toda la humanidad. Así, Spengler rechaza esta concepción inglesa y este intento de extrapolar la situación de la Inglaterra industrial hacia otros escenarios o contextos. El autor rechaza el dualismo marxista que divide al mundo en una infraestructura y superestructura. Específicamente, Spengler critica el que la situación económica se la causa (infraestructura o base económica) y que el derecho, el arte, las costumbres y la ciencias sean sus consecuencias. Esta primacía de lo económico o el colocar la economía como eje de la evolución mecanicista y darwinista del materialismo histórico marxista, es solo un reflejo de la vocación anglófila de Marx.

Otra crítica de Spengler a Marx radica en la inexistencia del Estado dentro de su sistema o, para ser más precisos, de que Marx “piensa la historia sin Estado”. Para Marx el Estado es un instrumento  de explotación o arma de los partidos. El Estado solo será útil bajo la denominada dictadura del proletariado, pero una vez exterminado los últimos vestigios del capitalismo, este Estado se disolverá porque su existencia ya no tendrá justificación ni sentido. En cambio para personalidades como Hegel, era el Estado el causante de la historia.

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Tenemos entonces que Spengler se propuso liberar el socialismo de las cadenas de la ideología marxista, para así retornar al verdadero socialismo: el prusiano. El socialismo prusiano de Spengler era uno nacionalista y caracterizado por la primacía de lo político, lo que se traduce en la subordinación de la esfera económica a la estatal. Sumado a esto, el autor resalta la idea de comunidad, rechazando así la lucha de clases de Marx. En tercer lugar Spengler rechaza la concepción superficial de las clases sociales de Marx basado en criterios económicos para sustituirla por una sociedad basada en el rango. En cuarto lugar Spengler rechaza la civilización inglesa (y estadounidense) puesto que refleja el materialismo, la superficialidad, el consumismo, la cultura del éxito y la primacía de lo económico.

El marxista húngaro György Lukács criticó a Spengler por no comprender el marxismo que criticaba y de ser parte de una serie de intelectuales que pretendían haber superado (infructuosamente) al marxismo. En el caso de Spengler, este solo representaría a aquella rama socialista del conservadurismo alemán que desembocaba inevitablemente en la glorificación del Estado prusiano. Por su parte , Arthur Herman explica que la tradición prusiana dotaba al socialismo de  unos elementos esenciales para poder construir una comunidad moderna  y unificada de hombres iguales: disciplina y autosacrificio. Así, añade Herman, este verdadero socialismo “destruiría el capitalismo y el marxismo, pues ambos eran ideologías del pasado, falsas y degeneradas”. 

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