2) Irving Fisher: Capital, Interés y Tiempo (por Jan Doxrud)

2) Irving Fisher: Capital, Interés y Tiempo (por Jan Doxrud)

La “renta real” es para Fisher el cobijo que nos proporciona los bienes que adquirimos como una radio, un auto o una casa. En relación con este disfrute es bastante claro que no se puede medir en unidades monetarias, vale decir, el placer que me proporciona la música, mi auto o mi casa, no son expresados en una medida  de valor objetiva. Lo único que sí podemos hacer es medir lo que se paga por conseguir tales bienes, de manera que la únicia medida que podemos realizar es en “dinero”. 

Es aquí donde Fisher introduce el concepto de “coste de vida” que es la medida en dinero de la “renta real”. De acuerdo a esto, el “coste de vida” es una partida negativa puesto que son pagos efectuados por bienes y servicios. Hasta aquí tenemos entonces 3 conceptos que constituyen 3 fases diferentes del proceso de renta: renta de goce o disfrute, renta real y coste de vida. Ahora bien lo que se “gasta”, nos dice Fisher, es el pago en dinero por algo que se disfruta en breve, mientras que “invertir” es “pagar” algo cuyo disfrute lleva más tiempo. 

En virtud de lo anterior, la diferencia entre “gastar” e invertir” es el “tiempo que separa el gasto de su disfrute”. Otro concepto introducido por Fisher en su libro es el de “renta monetaria” la cual incluye todo el dinero recibido que no se dedicará por completo a la inversión, por lo que será “gastado” para el disfrute o goce. Así, si una persona gana 10.000 y puede arreglárselas para vivir con 6.000, entonces el ahorro voluntario será de 4.000 y los 6.000 serán su “renta real”. Recordar que, de acuerdo a lo señalado anteriormente, esos 4.000 también constituye un “gasto”, pero cuyo disfrute requerirá mayor tiempo. Las personas así pueden vivir por debajo o por encima de su “renta monetaria”, siendo este último caso, cuando la “renta real” es superior a la “renta monetaria”. 

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Fisher explica que es esta “renta monetaria” la que se denomina por regla general como “renta” (no así la renta material o de goce). A continuación, el autor introduce el concepto de “capital”, en el sentido de “valor capital”, que es su valor como fuente de renta, y que se puede obtener ya sea descontando o capitalizando la renta esperada. De acuerdo a lo anterior, podemos ir en dos direcciones, desde el presente hacia el futuro o desde el futuro hacia el presente. Como señala el autor, en esto último caso, el valor del capital actual debe ser calculado a partir de las estimaciones de su renta futura. 

Una precisión importante que introduce el autor es que la “ganancia de capital” no constituye renta, por lo que se hace necesario separar estos dos conceptos y no confundirlos. Las “ganancias de capital” vienen a ser actualizaciones de rentas futuras (valor actual de flujos futuros) y esto no debe confundirse con la renta que ese mismo bien material genera. Así, la acumulación de los intereses compuestos tampoco sería renta y el aumento o disminución del valor capital de una inversión (o un bono) no depende de la variación de la renta esperada, sino que del tipo de interés. 

En pocas palabra, Fisher nos dice que la “renta” puede ser “invertida” y ser transformada así en “capital”, mientras que, por otro lado, el “capital” puede ser “gastado” y ser transformado así en “renta”. Es por ello que señalaba que si Henry Ford recibía 100 millones de dólares en dividendos y reinvierte todo salvo 50 mil dólares, entonces su renta real serían esos 50 mil dólares.

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Otro concepto medular es el de “tipo o tasa de interés”. definido por Fisher como “el tanto por ciento de prima  que pagamos por el dinero en una fecha, a entregar dinero constante un año más tarde”. En este aspecto, Fisher se adhiere a la teoría de la preferencia temporal de manera que, como afirma en el capítulo II de su obra, el tipo de interés constituye un prima en porcentaje de los “bienes presentes” sobre los “bienes futuros” de la misma naturaleza. Todos valoramos, a igualdad de condiciones, tener 100 dólares hoy que 100 dólares mañana.  Ahora bien, si esos 100 dólares se pueden cambiar por 105 dólares en un año, entonces la prima sobre los 100 dólares (presente) en términos de los 105 dólares (futuro), como porcentaje de esos 100 dólares es de un 5%, que es la tasa o tipo de interés. Lo anterior, dicho en otros términos, significó que la persona renunció al consumo presente por un valor de 100 dólares con el objetivo de recibir, en el futuro, una suma mayor. 

Regresemos al tema abordado más arriba: el valor del capital. Señalamos que este no constituye parte de la renta sino que es y, ahora podemos añadir, que si la tasa de interés desciende, entonces el valor de capital (valor capitalizado de la renta esperada) subirá y viceversa. Tal subida, añade Fisher, es relativamente más grande para los bienes duraderos como la tierra, y más pequeña para los bienes de consumo finales . Otro punto importante incluye al “ahorro” y es que cuando el “ahorro” aumenta, la renta desciende y la cantidad de capital aumenta, por lo que el ahorro es una condición necesaria para la acumulación de capital. Por último, Fisher  agrega que aquella suma que desviamos de la renta – el ahorro – y que son transformados en capital, constituye la base de la renta real futura.

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Regresemos al tema del interés. ¿Qué no sería interés para Fisher? De acuerdo al economista el flujo que recibe una persona por concepto alquiler de una vivienda o una maquinaria no es interés. El interés tampoco es el beneficio, como es el caso, por ejemplo, de los dividendos. En el capítulo III añade Fisher, y en contra de la teoría marxista, que el interés no es sinónimo de explotación ni tampoco una actividad inmoral y antinatural tal como lo concebía Aristóteles o los Padres de la Iglesia. Ahora bien, el autor es consciente de la potencia y lo fuertemente arraigada que se encuentra la teoría de la explotación marxista, en el sentido de que el capitalista se apropia de un valor adicional que le correspondería al trabajador. Por ejemplo Fisher señala que podemos tener un árbol de 25 añós que vale 15 dólares, pero que cuando fue plantado, al trabajador solo se le pagó 5 dólares. 

Un socialista señalaría que el capitalista no debería quedarse con esos 10 dólares adicionales, que es el interés de su inversión adicional, y debería abonarse a quien plantó el árbol y que sólo recibió 5 dólares. Pero frente a esto, Fisher echa mano a la argumentación ya esgrimida por Eugen Böhm-Bawerk y es que, si quien plantó el árbol quiere embolsarse los 15 dólares, entonces deberá esperar 25 años, es decir, el trabajador no puede recibir en el presente el valor futuro, sino que recibe en el presente el valor actual descontando los flujos futuros. Como señalé anteriormente, el interés tampoco es algo antinatural sino que es parte de la vida, de la economía y de la acción humana. Es por ello que Fisher aseveraba que “no hay ni nunca ha habido tiempo ni lugar alguno en la historia que no constate la existencia del interés”. 

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Otra aclaración relevante en relación con el interés radica en el rechazo de Fisher de la idea de que el interés es el reflejo de la productividad de los factores como la tierra o el trabajo, ya que esto significa confundir la “productividad física” con el “valor del rendimiento”. Por ejemplo el autor podemos tener una huerta por un valor de 100 mil dólares, cuya cosecha anual de manzanas des de 5 mil dólares, por lo que su tasa de rendimiento es de un 5% en términos de valor. 

Explica Fisher que el hecho de que la tierra tenga un valor de 100 mil dólares no significa, por lo tanto, que su cosecha anual sea de un valor de 5 mil dólares. Todo lo contrario, esa tierra vale 100 mil dólares porque su cosecha anual de manzanas vale 5 mil dólares. Esto se relaciona con lo señalado anteriormente, y es que los 100 mil dólares constituyen el valor descontado de la renta esperada de 5 mil dólares netos al año, lo que implica un tipo de interés del 5%.

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En palabras de Fisher:

“Lo importante, y una de las cosas que pierde de vista la ingenua falacia de la productividad, es que el valor de la tierra no es independiente del valor de las cosechas y esta dependencia oculta implícitamente la tasa de interés en sí misma”.

Así, como afirma el mismo autor, la huerta es el origen de las manzanas y el valor de las manzanas es el origen del valor de la huerta. Fisher resume la idea anteriormente expuesta como sigue

“La tasa de productividad física no es evidentemente lo mismo que la tasa de interés , incluso ni siquiera es la misma clase de magnitud. El número de quintales por hectárea no es lo mismo que el valor del rendimiento neto respecto al valor de la tierra. El tipo de interés es un tanto por ciento, un némuero abstracto. La productividad física expresa una relación entre una cosa concreta y otra que no se puede medir por la primera”.