1) Federico Finchelstein: el Fascismo (por Jan Doxrud)

1) Federico Finchelstein: el Fascismo (por Jan Doxrud)

En este nuevo artículo, el sexto dedicado a la temática del fascismo, me referiré al libro del historiador argentino Federico Finchelstein titulado “Del fascismo al populismo” (2017). Finchelstein estudió Historia en la Universidad de Buenos Aires y, posteriormente obtuvo su doctorado en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos. Actualmente se desempeña como académico de Historia en The New School for Social Research y en Eugene Lang College of Liberal Arts(Nueva York).  Entre sus libros destacan: Fascismo Transatlántico, La Argentina Fascista, El cánon del Holocausto, y Fascismo, liturgia e imaginario. Finchelstein ha defendido en sus obras lo que el  “fascismo transnacional”  en contraposición de la “interpretación genérica” marcadamente eurocéntrica. Así, en primer lugar   me referiré a aquella concepción genérica del fascismo para, posteriormente,  referirme al concepto de “fascismo transnacional” que constituye el enfoque adoptado por Finchelstein.

Comienza el autor señalando en la introducción que el fascismo (y el populismo), suelen servir para designar el mal absoluto,  desde liderazgos autoritario hasta el racismo. Así, dentro del saco del fascismo suelen meterse a líderes como Erdogan (Turquía), Nicolás Maduro (Venezuela) Putin (Rusia) y a Donald Trump. El tema es que el “fascismo está de vuelta” señala Finchelstein pero, ¿por qué razón? Las respuestas son variadas e incluye el islamofascismo, el surgimiento de grupos ultranacionalistas como Amanecer Dorado (Grecia), la aparición de figuras como el asesino en masa Anders Breivik, etc. Pero la figura de Trump  es, quizás, la que ha puesto nuevamente en el tapete este término y, cabe preguntarse, ¿es Donald Trump un fascista?

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Finchelstein trae a colación al académico de la Universidad de Columbia (y estudioso del fascismo), Robert Paxton,  para quien Trump no es un fascista. En primer lugar, y lo obvio, es que el contexto es diferente, es decir, no estamos en un período de entreguerras (1919- 1939) que fue el que dio nacimiento al fascismo. Ahora bien, igualmente habían ciertos “ecos de fascismo” que preocupaban a Paxton, algunas ideas, técnicas y estilos por parte de Trump. Así, para Paxton, Trump representa un cuasifascismo populista que aún no se convertía en fascismo. Otro autor que menciona Finchelstein es Roger Griffin, académico en el Oxford Brookes University y autor, entre otras obras, de “Modernismo y fascismo” (obra a la que me referiré en un artículo posterior). Griffin, dejando de lado el lenguaje academicista señala: “se puede ser un asqueroso macho chauvinista racista xenófobo y aún así no ser fascista”. Griffin no ve en Trump un fascista puesto que no se acomoda a su propia teoría de lo que es el fascista. A esto añade Griffin: “Mientras Trump no abogue por abolir las instituciones democráticas norteamericanas y reemplazarlas por algún tipo de orden posliberal nuevo, técnicamente no será fascista”.

Además un aspecto central de la definición de fascismo de Griffin es el concebir el fascismo como una forma “paligenética” de populismo ultranacionalista. Con paligenético (renacer), Griffin quiere dar a entender que el “make America great again” de Trump no llega los niveles de refundacionalismo propio del fascismo que busca, no reformar, sino que abolir el status quo. Otro autor citado por Finchelstein es el reputado  experto en la España de Franco y en fascismo europeo: Stanley Payne.  Payne votó por Trump y en entrevistas con medios señala que votó por él confiado en que, si se pasase de la raya, podría ser destituido. En otra entrevista aseveraba que existía un miedo exagerado a la figura de Trump y llamaba a la calma. En palabras de Payne:

"Una cosa es su personalidad y su estilo de hablar, y otra lo que pueda hacer en cuanto a la política presidencial. Eso está mucho más restringido" por el "excelente" equilibrio de poderes en EE.UU."

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Para Payne, Trump es un reaccionario y populista de derecha. Podrá jugar la carta del nacionalismo, pero el fascismo es más que nacionalismo: es un proyecto nacionalista revolucionario que pulveriza todos los estándares y barreras. Por lo demás, Trump se aleja de esa violencia sacralizada y redentora propia del fascismo que fue predicada por el sindicalista francés Georges Sorel (1847 - 1922, admirado por Mussolini), aunque Sorel predicaba la lucha de clases.  Frente a estas opiniones, Finchelstein muestra reparos en lo que respecta a la relación entre fascismo y populismo. No es objeto de este artículo introducir la temática del populismo, pero cabe decir que, de acuerdo a Finchelstein, si bien por un lado el fascismo y el populismo han estado históricamente ligados entre sí, por el otro lado ambos fenómenos responden “ a contextos distintos y se convirtieron en experiencias históricas globales muy diferentes”. Así, para el historiador argentino fascismo y populismo constituyen capítulos de una misma historia: la resistencia antiliberal a la democracia constituciona moderna y Trump se inserta en esta tradición. (En la siguiente nota al pie podrá encontrar la entrevista a estos estudiosos sobre el fenómeno Trump1.)

Sigamos con el concepto de fascismo. El fascismo nació en un lugar espeífico del globo y con un personaje específico en Italia: Benito Mussolini. Históricamente le fascismo es una ideología política que incluyó otros fenómenos tales como el totalitarismo, el terrorismo de Estado y el racismo. Finchelstein hace también referencia al  origen del término fascismo. Por un lado tenemos que “fascio” puede ser entendido como “agrupación” o “liga”. Por otro lado  puede ser concebido como el símbolo imperial romano de autoridad que, en la actulaidad, peude verse en el monumento de Abraham Lincoln, en el Congreso de Estados Unidos y en la Guardia Civil epañola. 

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En lo que respecta a su contenido ideológico, Finchelstein explica que este precede al nombre, puesto que el afscismo nació como una impuganción ideológica global del orden liberal previo a la Primera Guerra Mundial (1914-1918). El fascismo constituía también un rechazo a la Ilustración y sus ideales, así como también a las revoluciones progresistas del siglo XIX. El fascismo, en palabras de Finchelstein  “representaba un ataque contrarrevolucionario a las libertades políticas, sociales y económicas, a la tolerancia y a la igualdad”.  Sin duda la Gran Guerra y el golpe de Estado de los bolcheviques en Rusia tuvieron una importante repercusión en el fascismo italiano: del miedo a la invasión de los bárbaros del este y el constante temor a la decadencia nacional. Si bien es posible hablar de una ideología fascista e identificar ciertos rasgos, Finchelstein señala que esta no constituye un sistema ideológico cerrado, puesto que sus ideas cambiaban con el tiempo. 

Así, el historiador argentino explica que, si bien Mussolini era un estratega que creía que las necesidades políticas debían determinar las construcciones teóricas, igualmente  “las necesidades políticas que moldearon su visión estratégica del fascismo estaban fundadas en un conjunto de ideas y objetivos inmaculados”. Esto útlimo es para ser cautelosos a la hora de cocnebir a Mussolini como un “antiteórico”. El punto es que la ideología fascista era plástica y no dogmática, tal como lo destacaba el teórico marxista Antonio Gramsci quien destacaba el “concretismo” de Mussolini. Tal cocnretismo se encontraba ligado a la idea de la primacía de la política sobre las fórmulas dogmáticas rígidas. En palabras de Finchelstein:

“La teoría fascista nunca llegó a ser un sistema de creencias articulado. Siempre fue un conjunto cambiante de figuras e ideas. En este sentido, Mussolini consideraba que el fascismo era único en el bloque de los ismos. A él personalmente no le gustaban los sistemas de creencias: los consideraba disfuncionales por definición”.

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Un rasgo particular del fascismo era la  estética unida al culto a la violencia regeneradora y la ritualización de la política. Aquí Finchelstein trae brevemente a la palestra a Walter Benjamin (1892-1940) para quien el resultado lógico del fascismo era la introducción de la estética en la política. La subjetividad y las experiencias internas, la pasión y el emocionalismo exacerbado eran parte del repertorio fascista. Comoe explica el autor, Mussolini llegó a postular la existencia de una suerte de matriz fascista, una especie de dimensión fundante. En palabras del autor:

“El fascismo proponía ante todo una forma radical de sujetividad política. El sentido interno fascista representaba la matriz fascista, su sagrada dimensión fundante. Esta concepción de una intuición inconsciente , preracional, expresaba la supuesta pureza del ideal fascista, el sentimiento fascista que mantenía unidos los universos del pueblo y las ideas fascistas”.

Otro rasgo del fascismo era su desprecio por la democracia representativa, liberal y constitucional. En el universo fascista sólo existía el líder carismático, la nación, el pueblo y el “antipueblo”. En cuanto a la democracia, esta debía ser destruida utilizando las herramientas que la propia democracia otorgaba y hacerla así etallar desde su interior. Desde este punto de vista el fascismo era revolucionario por su deseo de instaurar un orden nuevo. No obstante lo anterior, sus relaciones con el sistema económico no se tradujo en un traspaso total de los medios de producción a manos del Estado. En su lugar, la economía quedó subordinada a la política, de manera que había un respeto nominal a la propiedad privada, emergiendo así un capitalismo de Estado que fue reduciendo las libertades a medida que avanzaba la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). No me referiré a cómo Finchelstein repasa el enfoque de otros historiadores sobre el fascismo ya que abordaré tales autores por separado en posteriores artículos. 


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1 I asked 5 fascism experts whether Donald Trump is a fascist. Here's what they said.

 https://www.vox.com/policy-and-politics/2015/12/10/9886152/donald-trump-fascism