2/6- Libro: La guerra del retorno. Cómo  la indulgencia occidental con el sueño palestino ha obstaculizado el camino hacia la paz. (por Jan Doxrud)

2) Libro: La guerra del retorno. Cómo  la indulgencia occidental con el sueño palestino ha obstaculizado el camino hacia la paz. (por Jan Doxrud)

Schwartz y Wilf señalan que el Plan Dalet – accesible a cualquier para consultar – es claro en que su propósito es militar y que no discriminó en base a la etnia, puesto que el criterio utilizado no era étnico, es decir, si las personas eran o no árabes. Lo medular era si estos se mostraban hostiles o no (lo cual no debió de ser algo fácil de determinar). Si uno lee el Plan Dalet, no se encontrará con ningún plan de limpieza étnica y, en lo que respecta al objetivo del plan, tenemos que consistía en:

-Hacerse con el control de las áreas del estado hebreo y defender sus fronteras.

-Obtener el control de las áreas de asentamiento y concentración judía que se encuentran fuera de las fronteras [del estado hebreo] contra fuerzas regulares, semirregulares y pequeñas que operan desde bases fuera o dentro del estado.

El plan operaba bajo una serie de supuestos sobre la composición de las fuerzas enemigas, sus operaciones y tácticas. En cuanto a las fuerzas armadas, estas tenía asignadas las siguientes funciones:

(1) Fortalecer el sistema defensivo fijo diseñado para la defensa de las zonas, y coordinar su despliegue a nivel regional. Además, las principales vías de acceso del enemigo a las tierras del Estado deben ser bloqueadas mediante operaciones y medidas adecuadas.

(2) Consolidación del aparato defensivo.

(3) Despliegue en las principales ciudades.

(4) Control de las principales arterias de transporte a nivel nacional.

(5) Cerco de ciudades enemigas.

(6) Ocupación y control de posiciones enemigas de primera línea.

(7) Contraataques dentro y fuera de las fronteras del país.

Finalmente las fuerzas judías obtuvieron una inesperada victoria, de manera que la totalidad del territorio asignado a los judíos pasó a estar efectivamente controlado por estos. Sumado a esto, entre trescientos y doscientos mil palestinos abandonaron sus hogares. Israel, por su parte,  pasó a ocupar alrededor del 78% de Palestina, mientras que Cisjordania fue anexada por Jordania y la franja de Gaza quedó bajo control de Egipto. En palabras de los autores:

“Aunque la huida de muchos árabes no respondió a una expulsión y se produjo cuando empezaron a caer las bombas, o cuando las fuerzas del Haganá se acercaron, también hubo algunas expulsiones forzosas. La milicia árabe-palestina se había mezclado con la población que no luchaba en muchas de aquellas ciudades y, en el fragor de la batalla, las fuerzas israelíes no tenían ni el tiempo ni la capacidad de distinguir entre ellos”.

Hay que entender que en la fase post declaración de independencia israelí la violencia obviamente se recrudeció, lo que significó el incremento en el número de muerto y el odio entre las partes, lo que se tradujo en asesinatos, violaciones y mutilaciones. Como explican Schwartz y Wilf, dentro de este ambiente muchos árabes temían que si caían en manos de las fuerzas judías serían asesinados o castigados de una manera. El caso emblemático fue el del pueblo de Deir Yassin, en donde civiles árabes fueron asesinados por milicianos israelíes. Ahora bien, los autores destacan que el factor más relevante que explica la huida de los árabes fue la “naturaleza de la guerra”, más que un hecho específico que se haya dado dentro de este conflicto (por ejemplo Deir Yassin).

Añaden que el bando árabe había definido desde un principio la guerra como una de vida o muerte y la Liga Árabe había declarado que el conflicto bélico sería “una guerra de exterminación y de masacre histórica , de la que se hablará como la masacre mongola y las Cruzadas”. Por su parte, el general de origen irakí, Ismail Safwat (1896-1972), quien se ocupaba de la coordinación de las distintas fuerzas árabes, declaraba que los objetivos de la guerra eran “eliminar a los judíos de Palestina y limpiar de ellos el país por completo”.

En la misma línea, en marzo de 1948 Haj Amín al Huseini (1895-1974, Gran Mufti de Jerusalén, simpatizante de Hitler y que había ayudado a fundar la División de Montaña SS Handschar integrado por musulmanes bosnios) declaró que los árabes seguirían luchando hasta la eliminación de los sionistas y que Palestina sería en su totalidad un Estado puramente árabe. A esto agregan los autores:

“Lo indudable es que no quedó ni un solo judío en las zonas conquistadas por las fuerzas árabes. Los combatientes palestinos se propusieron expulsar a los judíos y destruir sus comunidades, como sucedió con Gush Etzion, o en las afueras de Jerusalén del sur, donde los judíos habían vivido durante miles de años. Las doce ciudades y pueblos judíos capturados por los árabes quedaron arrasados (…)”.

El punto es que estamos ante una guerra de aniquilamiento en donde los judíos tenían claro que se estaban jugando su existencia y que los árabes no tendrían piedad con ellos. El líder de una facción socialista sionista Yitzhak Tebenkin (1888-1971) comentaba que, mientras ellos habían planteado la pregunta sobre si había o no que expulsar a los árabes, resultaba que estos últimos ni siquiera se habían planteado tal cuestión, puesto que su único objetivo era aniquilarlos.

Haj Amín al Huseini junto con Hitler

Otro punto que destacan los autores es que esta situación que se generó con los refugiados no gozaba de ninguna excepcionalidad como trataban de hacer creer los árabes. Las expulsiones e intercambios de población voluntarios o forzosos fueron bastante comunes a lo largo del siglo XX. Por ejemplo, tenemos los casos de refugiados posterior a la Primera Guerra Mundial. En 1919 el tratado de paz greco-búlgaro se tradujo en la transferencia de 46 mil ciudadanos griegos desde Bulgaria a Grecia, y 96 mil ciudadanos búlgaros fueron transferidos a Bulgaria. Cuatro años más tarde Grecia y Turquía también firmaron un tratado por medio del cual se realizó un intercambio forzoso de población.

Hubo también miles de refugiados después de la Segunda Guerra Mundial (11939-1945), tanto en Europa como en otros países fuera de ese continente, como India, la cual sufrió una partición que dio origen a Pakistán occidental y oriental (futura Bangladesh). Las masacres y represión entre grupos étnicos estuvieron a la orden del día en las dos postguerras en Europa y continuaron durante el siglo XX y el siglo XXI (uigures, tibetanos, rohinyas, yazidíes, tamiles, etc). Así, y en palabras de Schwartz y Wilf, la derrota palestina tuvo un coste humano, pero no fue ni necesario (fueron ellos los que rechazaron la creación del estado de Israel) ni excepcional. Pero esta no fue la lectura que hicieron los árabes y palestinos sobre los hechos y culpaban a Israel de prohibir el retorno de los palestinos a sus tierras tras la guerra. En palabra de los autores

“Si los países occidentales quieren que exista al menos una pequeña posibilidad de que algún día aparezca un líder palestino que le diga a su pueblo, claramente y sin vaguedades, como lo hizo el premio Nobel de la Paz Willy Brandt al explicar a los refugiados alemanes de Europa del Este, en relación con los territorios de los que habían sido expulsados brutalmente después de la Segunda Guerra Mundial, que esos territorios «se perdieron en una apuesta hace mucho tiempo», y que «tienen que mirar hacia adelante» porque volver allí constituye una «exigencia irrealizable» y que al hacerlo están «poniendo en práctica una política no de rendición sino de sentido común», entonces los países occidentales deben dejar de apoyar la actitud palestina actual”.

¿Por qué no permitirles regresar? La respuesta es que esta idea se encontraba subordinada a otra mayor y más relevante: no reconocer el Estado de Israel. Incluso en un principio los líderes árabes no se mostraron de acuerdo con el retorno ya que esto significaba reconocer la legitimidad del Estado de Israel. Así, lo que restaba por hacer era recuperar el territorio por medio de la guerra y solo después promover el retorno de los palestinos.

No obstante lo anterior, con el tiempo el mundo árabe cambió su parecer y comenzó a apoyar la idea de la repatriación pero el problema fue que fue un cambio de táctica que no cambiaba el objetivo final: desestabilizar y aniquilar el Estado de Israel. En octubre de 1949 el Ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, Muhammad Salah al Din declaró que cuando los árabes exigían el regreso de los refugiados a Palestina, se referían a un regreso como señores y no esclavos y hacía un llamado explícito a la “liquidación del Estado de Israel”. Por su parte, el semanario libanés Al Sayyad publicó en febrero de 1949 un tema que sería motivo de preocupación de las autoridades judías:

“No podemos hacer que regresen [los refugiados] con honores. Tratemos entonces de convertirlos en una quinta columna de la lucha aún está ante nosotros. Hasta ahora ellos [los judíos] han argumentado que estamos en un estado de guerra entre nosotros y que no podemos pedirles que acepten soldados, enemigos, en su seno. Pero en realidad, si nos presentamos como gente de paz, no tendrán argumentos”.