12/13- Rusia: de la Revolución de Febrero de 1917 a la dictadura de Octubre (por Jan Doxrud)
Pero aquí falta otro ingrediente, me refiero al aporte de Lenin, me refiero a la existencia de una vanguardia que guiara al proletariado. Como Lenin sabía que, dejado a su libre arbitrio, los proletarios no tomarían “conciencia de clase”, hacía falta que unos profesionales e iluminados (burgueses en su mayoría) despertara esa fantasmagórica conciencia.
El proletario por sí solo no era capaz de darse cuenta de su situación y, menos aún, tener un plan de acción para romper con las cadenas de la opresión. Es ahí donde entra Lenin y el grupo selecto de bolcheviques, encargados de conducir a todo el pueblo hacia el paraíso socialista. En virtud de lo anteriormente señalado, para Lenin. la experiencia de la Comuna de Paris en 1871 fue crucial.
El contexto de la formación de la Comuna fue el final de la guerra franco -prusiana, cuando la Francia de Napoleón III fue derrotada por la Alemania de Guillermo I y su Canciller Otto von Bismarck. Frente a esto , los trabajadores y otros sectores de París se negaron a admitir la derrota y formaron su propio gobierno. Este constituyó un experimento novedoso que se extendió desde el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871.
Obviamente este relato romántico de la Comuna no está exento de violencia y purgas internas en París en contra del enemigo de clase. Pero finalmente las fuerzas del gobierno provisional masacraron a los parisinos llegando el número de muertos a superar los 15 mil . El hecho es que este hecho histórico fue abordado tanto por Marx así como también por Lenin.
De acuerdo a Marx, uno de los errores de los comuneros parisinos fue el de no haber destruido la maquinaria estatal, limitándose sólo a apropiarse de esta. Es esta la lección con la que se queda Lenin y que pretendió aplicarla (fallidamente) en Rusia. El punto es que, para Lenin, una de las enseñanzas fundamentales del marxismo era el “romper la máquina burocrático-militar del Estado”. Irónicamente los bolcheviques, al hacerse con el poder, adoptaron las estructuras del zarismo y las llevaron a un nivel de perfeccionamiento en lo que respecta al ejercicio de la violencia, el control y la represión.
Por ende, los revolucionarios rusos no debían cometer los mismos errores de quienes dirigían la Comuna. En primer lugar debía abolirse la burocracia estatal y el ejército debía ser abolido para armar al pueblo y, en segundo lugar, la violencia debía usarse sin ningún tipo de frenos para alcanzar los fines deseados. Así, la Comuna de Paris ni fue lo suficientemente violenta e implacable con sus enemigos lo que terminaría por precipitar su caída.
Como señalamos, con el pasar de los días los bolcheviques conseguirían ampliar su poder e influencia en el Soviet de Petrogrado, llegando a alcanzar la mayoría en la sección obrera el 25 de septiembre. Ahora bien, como explica Pipes, los bolcheviques estaban en una guerra contra el tiempo puesto que tenían que hacerse con el poder antes de la convocatoria de la Asamblea Constituyente, ya que sabían que no podrían manipularla para obtener de esta el poder. Para ello presionaron para que celebrase un Segundo Congreso de los Soviets, ante lo cual los mencheviques y socialistas revolucionarios no reaccionaron de buena manera.
La razón de esto, explica Pipes, se debió a que los bolcheviques podrían contar con un numeroso contingente a su favor y, por lo demás, se superpondría a la celebración de la Asamblea Constituyente. Esta negativa también era compartida por los demás soviets y las fuerzas armadas. De hecho la sección de soldados del Sóviet de Petrogrado votó contra la celebración del Congreso propuesto por los bolcheviques. Finalmente se celebró un Congreso regional en Petrogrado el cual creó un Comité Regional del Norte, el cual tenía como misión garantizar la celebración de un Segundo Congreso de los Soviets.
Por ende los bolcheviques querían imponerse infiltrándose en los soviets para lograr mayoría e imponerse en el Segundo Congreso. Y el Congreso terminaría siendo justamente eso: un de soviets pro bolcheviques. Otro hecho importante fue la creación del Comité Revolucionario de Defensa por motivo del acercamiento de las tropas alemanas a Petrogrado con la aprobación del Ispolkom (solo modificó el nombre a Comité Militar Revolucionario).
Se aceptó la propuesta bolchevique de que tal comité se hiciera cargo completamente de la defensa de la ciudad, tanto contra el enemigo “externo” como contra el “interno”. Pipes cita la evaluación que hizo Trotsky sobre lo anteriormente acontencido. De acuerdo a Trostky se había sellado el destino del Gobierno Provisional, puesto que se había puesto en marcha una revolución «silenciosa» o «seca» que aportó a los bolcheviques «las tres cuartas, si no las nueve décima de la victoria consumada el 25 y 26 de octubre.
De acuerdo a Pipes, para el 16 de octubre, los bolcheviques contaban a su disposición dos organizaciones, ambas en teoría subordinadas al sóviet: el Comité Militar Revolucionario para llevar a cabo el golpe y el próximo Segundo Congreso de los Sóviets para legitimarlo. Ahora bien se generaron divisiones entre los bolcheviques en el Comité Central en donde Lenin, y su postura de una toma inmediata del poder sin considerar el Segundo Congreso y la Asamblea Constituyente, representaba una minoría.
Frente a esta propuesta habían otras 2 opciones. Una era la de Kámnev y Zinoniev quienes estaban directamente en contra de un golpe. La tercera postura era la de Trotsky, que seguía el mismo objetivo de Lenin, pero mediante otra táctica. Esta postura defendía la idea de efectuar el golpe pero que debía ser efectuado conjuntamente con el Segundo Congreso de los Soviets. Pipes cita las siguientes palabras de Trostky:
“En esencia, nuestra estrategia era la de la ofensiva. Preparábamos un asalto al gobierno, pero nuestra agitación se basaba en afirmar que, como el enemigo se preparaba para disolver el Congreso de los Sóviets, era necesario darle una respuesta implacable“.
A continuación Pipes cita las palabras del Stalin sobre el mismo tema:
“La revolución [léase: el Partido Bolchevique] disimuló su ofensiva detrás de una cortina de humo de defensas a fin de que le resultara más fácil atraer a su órbita a los elementos inseguros y vacilantes”.
Pipes, siguiendo al periodista Curzio Malaparte (1898-1957), se refiere a una particularidad de las revoluciones modernas del siglo XX. Al respecto, afirma que el rasgo característico de estas es la toma incruenta y casi silenciosa de puntos estratégicos por destacamentos de tropas de asalto bien entrenadas. A esto añade que el ataque se lleva a cabo “con tanta precisión quirúrgica que la población en general no tiene idea de lo que está sucediendo”.
Tal fue el caso que dejó perplejo novelista inglés Israel Zangwill en el caso de la llegada de los fascistas al poder en Italia. Comentaba Zangwill lo sorprendido que se encontraba por la ausencia de barricadas, combates callejeros y cadáveres en las aceras. Así, Zangwill se negaba a creer que estaba frente a una revolución. Lo mismo sucedería en el caso de la toma del poder por parte de los bolcheviques.
En palabras de Pipes, la descripción de Zangwill se ajusta al golpe de octubre en Rusia. A esto agrega que, en octubre, los bolcheviques “renunciaron a las manifestaciones armadas masivas y a las escaramuzas callejeras, que, a instancias de Lenin, habían usado en abril y julio, porque las multitudes se habían revelado difíciles de controlar y habían suscitado una reacción negativa”.
En lugar de ello, Pipes explica que los bolcheviques buscaron apoyo en pequeñas unidades disciplinadas de soldados y obreros bajo el mando de su Organización Militar (bajo la apariencia del Comité Militar Revolucionario). De esa manera pudieron ocupar los principales centros de comunicación y transporte, así como también los servicios públicos y las plantas impresoras de Petrogrado, en pocas palabras, los centros neurálgicos de las metrópolis modernas. Kerenski, subestimó a los bolcheviques y pagó el precio, cuando fue derrocado el 25 de octubre de 1917. Más sorprendente resulta ser esto cuando se toma en consideración que el golpe era un secreto a voces y Kerensky había sido advertido. Como comenta Pipes:
“Kérenski subestimaba enormemente la amenaza planteada por los bolcheviques: no solo no temía un golpe de estos, sino que en realidad lo esperaba, confiando en que esto le permitiría aplastarlos y liberarse de ellos de una vez por todas. A mediados de octubre, los comandantes militares le enviaron un informe tras otro sobre los inconfundibles preparativos bolcheviques para una insurrección armada”.