2/3-Socialismo y Comunismo….y los intelectuales. (por Jan Doxrud)

Socialismo y Comunismo….y los intelectuales. Parte 2 (por Jan Doxrud)

Regresemos al concepto de socialismo. Como explicaba Émile Durkheim en su curso sobre el socialismo, éste término fue acuñado en Inglaterra hacia el año 1835 cuando se fundó, bajo los auspicios de Robert Owen, la “Asociación de todas las clases de todas las naciones. La palabra socialismo y socialista se habrían empleado por primera vez en el curso de las discusiones que tuvieron lugar en aquella asociación. Cabe agregar que Durkheim consideraba socialismo y comunismo como conceptos contrapuestos, pero no en el sentido que señalamos en un comienzo en este escrito, esto es,  en que el socialismo constituye una fase anterior al advenimiento del comunismo. Para Durkheim las teorías comunistas sólo aparecen en la historia de manera esporádica, como manifestaciones aisladas unas de otras y con lapsos temporales considerables, como es el caso del que existe entre Platón y Moro, y de esta última con la de Campanella. Los pensadores inspirados por el comunismo son figuras solitarias cuyas teorías representan más bien la personalidad del teórico que un estado general y constante de la sociedad.

Otra particularidad del comunismo es su método de exposición. Escribe el sociólogo francés:

Todos, más o menos, escogen el marco de un país absolutamente imaginario, situado al margen de toda condición histórica. Eso prueba que sus sistemas sólo se refieren débilmente a la realidad social y sólo débilmente aspiran a reaccionar contra ella[1].

Otra diferencia en palabras de Durkheim:

El socialismo…consiste en una incorporación de las funciones industriales en el Estado…El comunismo tiende más bien a poner la vida industrial al margen del Estado[2].

Más adelante continúa Durkheim:

 “Identificar el socialismo con el comunismo es pues, identificar contrarios. Para el primero, el órgano económico debe convertirse casi en el órgano director de la sociedad; para el segundo, toda distancia es poca entre esos dos órganos. Entre estas dos manifestacionesde la actividad colectiva, los unos ven una estrecha afinidad y casi identidad de naturaleza; los otros, en cambio, no perciben sino antagonismo y repulsión. Para los comunistas, el Estado sólo puede cumplir su papel si se le substrae por entero al contacto de la vida industrial; para los socialistas, ese papel es esencialmente industrial y el acercamiento nunca será demasiado completo. Para aquellos, la riqueza es maléfica y hay que ponerla al margen de la sociedad; para éstos, en cambio, sólo es temible cuando no está socializada. No cabe duda de que una y otra parte propugnan una reglamentación y, sin duda, eso es lo que induce a engaño; pero esa reglamentación se ejerce en sentido opuesto. Aquí, tiene por objeto moralizar la industria incorporándola al Estado; allá, moralizar al Estado excluyéndola de la industria”[3].

En cuanto a las similitudes entre socialismo y comunismo, Durkheim señala que ambas se asemejan por una vaga tendencia a atribuir a la sociedad una mayor preponderancia que al individuo. En palabras del sociólogo, el socialismo y el comunismo “se parecen en que se oponen igualmente al individualismo radical e intransigente…”[4]. Ambas doctrinas muestran preocupación por el potencial peligro que el interés particular representa frente a la interés general. Por último añade Durkheim: “Uno y otro están animados por la doble sensación de que el libre juego de los egoísmos no basta para producir automáticamente el orden social y que, por otra parte, las necesidades colectivas deben predominar sobre las comodidades individuales[5].

Vemos que las definiciones de comunismo y socialismo no siempre coinciden y colocan el énfasis en distintos aspectos. Tenemos el comunismo como un concepto ligado a la política, estrechamente vinculado a las doctrinas de Marx y Engels, como una interpretación de la historia, una meta que alcanzar, una forma de organizar la sociedad, como la abolición de la propiedad privada, como un sistema totalitario, como la ideología oficial de la Unión Soviética y como un sistema humanista, leninista y revolucionario. Siguiendo a Durkheim el comunismo tendría un carácter sentimental y artístico, y que es movido por razones intemporales y morales, y no por razones de orden económico como es el caso del socialismo.

A pesar de lo anterior, un tema central dentro del comunismo es “lo común”. Comencemos examinando las ideas expuestas en un libro titulado “Sobre la idea del comunismo”[6]. Este libro compila una serie de reflexiones por parte de distintos pensadores sobre el comunismo. En realidad debo decir que lo que más llama la atención no son los argumentos que esgrimen muchos de esos autores, sino que el despliegue de una jerga filosófica confusa y una manía por los neologismosque, al menos desde mi punto de vista, carecen de sentido y no aportan nada al debate. Creo que en esto sí concuerdo con Noam Chomsky cuando lanza sus ataque al pensador esloveno Slavoj Žižek. Chomsky lo considera como el representante típico de aquellos intelectuales cuyas ideas carecen de contenido y que abusan del lenguaje extravagante. La influencia de Žižek, señala Chomsky, se debe más bien a sus poses y a sus puestas en escena. En el libro “Sobre la idea del comunismo” vemos las opinión de varios intelectuales, entre los que destacan Alain Badiou, Antonio Negri, Michael Hardt, Gianni Vattimo, el mencionado Žižek, Jean-Luc Nancy y Jacques Rancière entre otros. Sólo haré una breve referencia a algunos de estos personajes.

Žižek piensa que el capitalismo global contiene en sí una serie de contradicciones que impedirían su reproducción indefinida. Nombra cuatro antagonismo. El primero es la creciente amenaza de una catástrofe ecológica. El segundo es la inadecuación de la propiedad privada aplicada a la llamada propiedad intelectual. El tercero tiene relación con los nuevos desarrollos tecnocientíficos. El cuarto se refiere a las nuevas formas de apartheid actualmente existentes. Algo similar postulan Hardt y Negri sobre la amenaza a “lo común”. Con esto se refieren a lo común de la cultura, lo común de la naturaleza externa (desastre ecológico) y lo común de la naturaleza interna (los desafíos producto de los avances biotecnológicos). De acuerdo a Žižek, es esta referencia a lo común lo que justifica la resurrección de la noción de comunismo, “pues nos permite ver el cerco que gradualmente se cierra sobre lo común como un proceso de proletarización de aquellos que, como consecuencia quedan excluidos de su propia sustancia[7]. Žižek cree que necesitamos contar con una noción más radical del sujeto proletario y aquí viene la jerga filosófica propia de esta clase de autores:  “un sujeto reducido al punto evanescente del cogito cartesiano, despojado de su contenido sustancial[8].

Pero el capitalismo, señala Žižek,  puede salvarse o al menos postergar su colapso final y evitar de esa manera la solución comunista, reinventando algún tipo de socialismo al estilo del comunitarismo, el populismo o el capitalismo con valores asiáticos del que habla el pensador alemán Peter Sloterdijk. Pase lo que pase, para Žižek existen dos opciones futuras: el socialismo o el comunismo. En lo que se refiere al status actual de la clase trabajadora, Žižek señala que existen tres “facciones”: los trabajadores intelectuales, la vieja clase de los trabajadores manuales y los proscritos, es decir, marginados, desempleados que viven en barrios precarios. Cada una de estas facciones tiene su propio estilo de vida y su propia ideología que, de acuerdo al esloveno, son: el hedonismo y multiculturalismo liberal en el caso de los intelectuales, el fundamentalismo popular en el caso de los trabajadores manuales y formas singulares más extremas en el caso de los excluidos. Así, el autor trae a la palestra (innecesariamente) la figura de Hegel y su tríada, donde queda representada cada una de las facciones de trabajadores de Žižek: lo universal (facción intelectual), lo particular (lo trabajadores manuales), y lo singular (los desterrados). Al respecto concluye Žižek:

Por consiguiente, el proletariado ha quedado dividido en tres partes, cada una de las cuales se enfrenta a las otras dos: los trabajadores intelectuales, llenos de prejuicios culturales contra los trabajadores reaccionario que exhiben su odio populista contra los intelectuales y los excluidos, y estos últimos, en permanente antagonismo con la sociedad como tal[9].

Pero a continuación Žižek parece recobrar el optimismo: “El viejo grito“ «¡Proletarios unidos!» hoy adquiere más actualidad que nunca: en las nuevas condiciones del capitalismo «postindustrial», la unidad de las tres facciones es ya su victoria”.

El viejo gurú de la izquierda, Antonio Negri, nos presenta su versión de lo que es el comunismo añadiendo nuevas ideas a las definiciones dadas anteriormente. De acuerdo a Negri, existe una serie de rasgos a destacar. En primer lugar, ser comunista es estar contra el Estado, ya que este último representa a aquella fuerza “que organiza, siempre normalmente y sin embargo siempre excepcionalmente, las relaciones que constituyen el capital y disciplinan los conflictos entre los capitalistas y la fuerza laboral proletaria”[10]. Así, ser socialista es estar “contra lo público”, es decir, contra el Estado y las configuraciones nacionales de todas estas operaciones de alienación de la potencia de trabajo[11]. Para Negri, el comunista debe ver en el Estado y en lo público una forma de alienación y explotación del trabajo. Desde esta perspectiva, tenemos que el comunismo es enemigo de los socialismo reales que existieron en el siglo XX. De acuerdo a lo anterior, el pensador italiano cree haber resuelto el problema de “asociación” entre el comunismo y los socialismos reales, rompiendo cualquier vínculo entre la idea del comunismo y las masacres de los distintos socialismos existentes en el pasado, o en el presente, como es el caso de Cuba y Corea del Norte. En segundo lugar, ser comunista es para Negri

construir un nuevo mundo en el que se eliminen la explotación del capital y la subordinación al Estado. Ser comunista es también tener una ética particular, una ética de lucha contra el Estado, lo que implica también la importancia de la militancia y la construcción común de una lucha contra la exclusión y la pobreza, la alienación y la explotación[12].

De acuerdo a Negri, la organización es fundamental dentro de los movimientos comunistas, ya que sin organización no puede haber revolución. La organización es para Negri “un ser colectivo contra algo”, la “esencia misma de la creación de la multitud[13].  En otro libro Negri junto a Michael Hardt se proponen realizar una crítica del Estado así como el complejo de aparatos legales y económicos que lo componen, teniendo en consideración la definición que Marx y Engels hacen del comunismo: “el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”. Los autores apuestan por el “comunismo jurídico” como un “método de pensamiento ajeno a toda dimensión de la racionalidad instrumental del derecho y del Estado, un método que destruye esa racionalidad”[14].

En resumen, para los autores el comunismo jurídico toma el comunismo como “punto de partida y a la vez de llegada de la crítica de la forma-Estado”. Para Hardt y Negri nos encontramos en la fase de un “capitalismo posmoderno” que lo asocian a lo que Marx identificaba como la fase de “subsunción real de la sociedad en el capital”. Esto significa que el capital ya no encuentra límites, no existe un “más allá del capital” ya que el capital ha terminado por salir de las fábricas para penetrara hasta en los últimos rincones de la sociedad. Esto se traduce, de acuerdo a los autores, en que las relaciones capitalistas de producción en la época posmoderna se presenten como una suerte de “trascendental social”, donde el capital parece no tener otro. En palabras de los autores: “Todos los procesos productivos surgen dentro del capital mismo y, por lo tanto, la producción y la reproducción de la totalidad del mundo social tienen lugar dentro del capital”[15].

 

[1] Émile Durkheim, El Socialismo (España: Edicones Akal, 2010), 44.

[2] Ibid., 45.

[3] Ibid., 48-49.

[4] Ibid., 56.

[5] Ibid., 55.

[6] Analía Hounie, comp., Sobre la idea de comunismo (Buenos Aires: Editorial Paidós, 2010).

[7] Ibid., 235.

[8] Ibid., 236.

[9] Ibid., 249.

[10] Ibid., 158.

[11] Ibid., 159.

[12] Ibid., 164.

[13] Ibid., 163.

[14] Michael Hardt y Antonio Negri, El trabajo de Dionisios (España: Akal, 2003), 12.

[15] Ibid., 23.