7/13-El “Socialismo del Siglo XXI: Fernando Atria, del neoliberalismo al régimen de lo público (por Jan Doxrud)

(VII) El “Socialismo del Siglo XXI: Fernando Atria, del neoliberalismo al régimen de lo público  (por Jan Doxrud)

En Chile han habido otros autores, además de Moulián, que han intentado reivindicar el socialismo como  una  opción  viable  frente a un escenario nacional dominado por el neoliberalismo impuesto por la fuerza durante  la  dictadura de Augusto  Pinochet. Tomemos  el  ejemplo de Fernando Atria, quien es Doctor en Derecho por la Universidad de Edimburgo y licenciado  en  ciencias  jurídicas y sociales  por   la   Universidad   de   Chile. En   el   año   2013 publicó el libro titulado: “Veinte años después.  Neoliberalismo   con   rostro   humano”[1],  que   trata   principalmente   sobre  la realidad económica, política y social de Chile. Atria se refiere a la hegemonía neoliberal que sufrió el país bajo la dictadura de Pinochet y la influencia años después del golpe, de los economistas provenientes de la Universidad  de  Chicago, aunque  no  necesariamente todos provenían de aquella, igualmente estos compartían una ideología económica en común, y que Atria denomina como neoliberalismo.

El   autor   explica  cómo   el   neoliberalismo  ha   permeado   distintos   ámbitos, penetrando en el Estado,  en  la  economía   y  en  el  funcionamiento   de  la  sociedad en general. Atria nos habla de un “neoliberalismo  descarnado” que  es aquel que se implantó en Chile bajo la dictadura y que fue implementado   por   los   Chicago Boys, siendo   su obra fundante “El Ladrillo”. Entre estos últimos podemos   destacar   personajes   como   Sergio   de   Castro  (Universidad  de Chicago), Jorge Cauas (Universidad  de  Columbia), Miguel  Kast (Universidad de Chicago), Rolf  Lüders (Universidad  de Chicago),  José   Piñera (Universidad   de   Harvard) y Hernán   Büchi (Universidad   de Columbia), entre   otros. En   cuanto   a   los   ideólogos   y   formadores de algunos de estos economistas destaca principalmente la figura de Milton Friedman, George Stigler, pero en realidad el académico que tuvo un estrecho vínculo con Chile fue Arnold Harberger. Otros ideólogos del neoliberalismo, de acuerdo a  Atria, serían   el   filósofo   y   economista  austriaco Friederich Hayek y el filósofo norteamericano Robert  Nozick. Atria hace una breve aclaración yes que en  su libro  no  tiene  relevancia  lo  que un determinado   autor  neoliberal pueda pensar acerca de las objeciones que hace el autor. De acuerdo a Atria:  “Lo  primero  es  notar  que  lo  nos  importa  no  es  si, para  un determinado autor neoliberal, los individuos  son  o  no  cosas, sino si mirar la acción de un Estado neoliberal como si lo fueran iluminan su practica[2].

De  acuerdo   a   Atria   est  e neoliberalismo descarnado es literalmente inhumano, ya que no es solamente   indiferente   ante   la   desigualdad  sino  que  también   está dispuesto a mantenerla y fomentarla si resulta ser económicamente conveniente. Esta ideología también se caracteriza por someter absolutamente todo a los dictados del mercado, incluyendo lo que deberían ser considerados como “derechos  sociales”, tales  como  la   educación   o la salud. Otras características es la visión del ser humano como un “homo economicus” maximizador de utilidades, la visión de los seres humanos como recursos  humanos y la casi absolutización de la eficiencia como criterio. En otro libro, del cual Atria es coautor, se presenta también un panorama de la situación en la que se encuentra Chile.

El mismo título del libro nos adelanta algo sobre el contenido  de  este mismo: “El otro modelo. Del   orden   neoliberal   al   régimen   de   lo   público (2013)”.  Atria  y los demás autores señalan que   en   los   últimos   años  se  ha  generado  un  “malestar”  en  Chile, y que ellos han identificado con   cierta   precisión   las  causas   de  este  malestar. Los   autores  critican el régimen liberal que ha imperado  en  Chile  desde  la dictadura militar. Critican el dogma de la propiedad privada que, para los neoliberales, parece ser la solución a todos los problemas. Critican la exaltación de lo privado y el desprecio de lo público. En resumen, Atria y los demás autores pretenden romper con el hechizo neoliberal  que  nos  ha  acostumbrado  a  considerar  como  normal una manera de entender lo social, lo político y lo económico.

Tenemos que, bajo el neoliberalismo, todo se mercantiliza y nada se “descomodifica”, se deja que el   mercado   opere   como  mecanismo   de   distribución   y   la  red  de  seguridad estatal sólo tiene como   objetivo   garantizar   un   standard   mínimo   de   vida,  por   lo   que  cualquier desigualdad posterior   es   políticamente   irrelevante. Dentro   del   mundo   neoliberal   el   Estado sólo tiene funciones   delimitadas   que   ya   habían   sido  esbozadas  por   Adam   Smith  y  que   guardan relación   con   la   protección, obras   públicas   y   el   respeto   de   los  contratos. En  cuanto al neoliberalismo  con  rostro  humano, este  fue  resultado  de   la  vuelta  a  la   democracia   y   el triunfo   de   la  Concertación   de   los   Partidos   por   la   Democracia   en  las elecciones. Atria explica   que   se   generó   una   incompatibilidad   entre   el   nuevo   discurso   o   narrativa   de   la Concertación   con  las  características  fundamentales del régimen del Estado neoliberal de bienestar. En   lo   que   respecta   al   “liberalismo” Atria   señala   que   este   fue   una    doctrina   construida para   combatir   a   la tiranía   y   arbitrariedad, y   que   posteriormente fue secuestrada por aquellos que  defendían   los   privilegios   de   la   elite. ¿Qué  sucedió   con   el   liberalismo   una   vez que el enemigo, el  antiguo régimen, fue derrotado? Atria afirma que la monarquía, al ser derrotada, dejó de constituir   un   hostis   políticamente   relevante, por   lo   que   aquella   teoría   que   fue  formulada originalmente para combatir tal hostis, pasó a ser una pieza de museo que sobrevivió en los manuales de filosofía política y quedó vacante.

Acá es donde entra esta “teoría del secuestro”. Resulta que tenemos una “teoría vacante”, que se encuentra disponible para el momento en que surja una nueva oposición que le dará nuevamente contenido. Si la derrota de las monarquías fue el evento político del siglo XIX, el surgimiento del socialismo y de la socialdemocracia fue uno de los eventos principales del siglo XX, y lo que realizó el neoliberalismo fue apropiarse de la teoría liberal para hacer frente esta vez a un “hostis” distinto: el socialismo y el Estado de bienestar. Pero ahora el neoliberalismo se ha convertido en aquello mismo que siglos atrás combatió el liberalismo. De acuerdo a Atria, el neoliberalismo es conservador en el sentido de que acepta la desigualdad como un hecho natural, que es el resultado de las aptitudes o la productividad de los individuos.

El neoliberalismo tiene como núcleo central la propiedad, lo que significa que en circunstancia concretas de la política, el neoliberalismo defiende el derecho de los ricos, ya que son estos los que detentan la propiedad. De esta manera afirma Atria:

Por eso los que defienden un orden natural (tradicional) en el cual hay algunos arriba y otros abajo (es decir, quienes creen que el paso del estatus al contrato fue nefasto para la humanidad); los que eran, en otras palabras, los enemigos originales del liberalismo, y son por eso los enemigos teóricos del neoliberalismo; ellos son de hecho sus aliados[3].

De acuerdo a esto no resulta extraña la alianza entre el neoliberalismo y sectores conservadores de la Iglesia, específicamente con aquellos subgrupos dentro de esta como los Legionarios de Cristo u Opus Dei.

Después de esta breve reseña acerca del neoliberalismo, pasemos a abordarel capítulo 6 del libro, donde se aborda el socialismo, que es lo que nos interesa. Comencemos por aclarar qué entiende el autor por “socialismo”. De acuerdo a Atria, el socialismo no puede se entendido como una determinada forma institucional, ya que sería caer en el error de identificar el socialismo con, por ejemplo, la planificación central o la propiedad estatal de los medios de producción. En otras palabras la “idea” de socialismo no puede reducirse a las instituciones que han encarnado o han intentado encarnar tal idea. En palabras de Atria:

“…la identificación de una determinada idea con una institución da cuenta del hecho de que esa institución es la manera de hacer probable esa idea[4]. ç

De acuerdo a esto, debemos entonces siempre distinguir entre la idea y la institución en que la primera se puede realizar. De esto se desprende entonces que, por ejemplo, si el Estado de bienestar en lugar de fomentar la autonomía del ciudadano, lo transforma en un ser dependiente, esto no significa que la idea deba ser apresuradamente declarada como muerta, porque es su correlato institucional es el que ha fallado. A partir de esta idea el autor afirma:

“… es un error identificar al socialismo con la propiedad estatal de los medios de producción o con cualquier otra forma institucional. Lo correcto es entender que esta es una forma institucional que intentaba hacer probable la idea socialista. La forma institucional (hoy lo sabemos) fracasó, per o eso no quiere decir que la idea fracasó. La idea retiene todo su valor político, pero debemos explicar el hecho del fracaso; es necesario mostrar, en otras palabras, que el fracaso es imputable a las formas institucionales realmente existentes, no a la idea misma[5].

Una vez purificada la idea de todos sus males, pasemos ahora a revisar cómo define Atria el socialismo. A continuación cito algunas ideas sobre este concepto que da el autor:

El socialismo se define por una determinada comprensión de la comunidad, es decir, por una determinada comprensión de la forma en que los seres humanos han de vivir juntos si sus vidas han de desarrollarse en plenitud[6].

El socialismo es entonces la consecuencia política de una determinada comprensión de la naturaleza humana o, en otros términos, de la realización humana, es decir, de la manera en que ha de ser vivida una vida plenamente humana. La diferencia entre neoliberalismo y socialismo es una diferencia entre dos concepciones de qué es lo que constituye una vida realizada. Mientras el neoliberalismo insiste en que la realización es individual, y que por consiguiente que la contribución que cada uno ha de hacer a la realización de los demás se limita a no atacarlos, el socialismo insiste en la dimensión recíproca de la realización. El neoliberalismo entiende que el paradigma de relación humana es la interacción de mercado…, mientras que el socialismo entiende que el paradigma de relación humana es la amistad, en la que lo que mueve a cada uno es el bienestar del otro[7].

El socialismo no e s entonces una institución, es más que eso, el socialismo tiene una concepción determinada acerca de la forma en que los seres humanos han de vivir , el socialismo busca la realización del ser humano y promueve una relación de amistad o fraternidad entre las personas.

Otra característica importante es la igualdad, considerada como el régimen de la libertad. En opinión de Atria existe una suerte de falso dilema cuando se presentan la libertad y la igualdad como dos opciones excluyentes entre sí  y entre las cuales hay que escoger, siendo la libertad identificada con la derecha política, mientras que la igualdad con la izquierda política. Atria critica el hecho de que se presente esta constatación “libertad o igualdad” como si fuese políticamente neutral, desideologizada y realista. De acuerdo al autor, aceptar esta constatación “libertad o igualdad” es una manera de neutralizar la demanda por igualdad. Es un error identificar la libertad con la derecha ya que, de acuerdo a Atria, es una identificación que esta no se merece. Atria se refiere a la libertad como una condición necesaria para la realización, de manera que soy yo el realizado y no otro a través mío. La libertad que defiende Atria no es l a “libertad neoliberal”. Dentro del concepto de libertad como realización juega un papel importante las condiciones materiales, ya que estas pueden condicionar fuertemente la libertad de las personas.  De acuerdo a lo anterior escribe Atria:

No se trata, entonces, de preguntarse o pretender solucionar la cuestión de cuánta libertad vale la justicia o la igualdad. Se trata de vivir en libertad, de vivir bajo instituciones que hagan probable que las condiciones para una vida realizada sean para todos, y no solamente para los ricos. El valor fundamental para el socialismo no es la igualdad sino la libertad. La igualdad no es sino el régimen de la libertad”[8].

Relacionado con este tema es la relación entre el mercado y el socialismo. El autor afirma que el mercado es, en un sentido bastante evidente, una institución contraria a la idea socialista de realización recíproca. Para entender el concepto de mercado también debemos referirnos a lo que Atria entiende por “derechos sociales”:

La idea de derechos sociales es la idea de que hay ciertos aspectos del bienestar de cada uno que son responsabilidad de todos, porque son aspectos demasiado fundamentales en una vida realizada y la realización de uno es cuestión de otros[9].

Aquí entra en escena el concepto de “descomodificación”, vale decir, si existen aspectos del bienestar de uno que es responsabilidad de todos, entonces, tal aspectos del bienestar deben ser descomodificados, eliminando así a la contingencia del mercado, del cruel criterio de distribución del mercado. En palabras del autor: “«descomodificar» puede significar remover algo de la esfera de intercambio no forzado”[10]. Atria distingue dos aspectos en el mercado. El primero es el ya mencionado, es decir, el mercado como criterio de distribución, donde presenta su cara más cruel, y es el aspecto que la izquierda debe desconfiar. De acuerdo a esta primera dimensión, lo que el mercado hace es llevar alos “individuos a ver que sus intereses están en oposición, y por consiguiente les enseña a querer lo que va en sus intereses individuales y a mostrarse indiferentes ante el interés ajeno[11].

Una segunda dimensión del mercado es la de presentarse como la forma institucional de un espacio de intercambio no forzado. Esta es la dimensión emancipatoria del mercado, según el autor. De acuerdo a lo anterior, Atria explica que para una izquierda que ha aprendido del fracaso de los «socialismos reales», lo que debe importar es la segunda dimensión del mercado, es decir, el mercado como un espacio de intercambio no forzado. Añade  que la provisión de lo que es necesario para todos sea hecho por medio de un mecanismo que sustituya el mercado, que para Atria son los programas estatales, claro que teniendo en consideración los peligros latentes que son dos. El primero es la corrupción que puede diseminarse a través del aparato estatal. El segundo es que el Estado ignore lo que las personas quieren. De manera que hay que descomodificar ciertos bienes y servicios considerados como fundamentales para la realización de las personas.

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Ejemplo de esto es el tema educacional, sobre el cual Atria ha dedicado varios escritos. En este ámbito, no existe verdadera libertad ya que tenemos por una parte, una porción minoritaria de la población que envía a sus hijos a colegios de calidad pero con un alto precio , lo que excluye a una porción mayoritaria de la población chilena. Este problema se debe en parte a que el sistema educacional chileno es un sistema de mercado entendido en su primera dimensión. Esto significa que unos pocos se benefician de una educación de calidad mientras que otros padres y madres deberán enviar a sus hijos a colegios no de calidad, sino que a aquellos que puedan costear, lo que significa que estas personas no han elegido libremente la educación para sus hijos, sino que han escogido lo que sus condiciones materiales les permiten costear.

Tenemos entonces que la izquierda y el socialismo deben desconfiar del mercado como mecanismo de distribución (primera dimensión) y aceptar el mercado como espacio de intercambios no forzados (segunda dimensión). También tenemos que existen ciertos bienes y servicios que, considerados como fundamentales para la plena realización del ser humano, no pueden ser dejados al mercado y deben ser producidos y distribuidos por otros mecanismos, como por ejemplo, programas estatales. En relación al los conceptos de libertad e igualdad, Atria afirma que no se trata de limitar la libertad para garantizar mayor igualdad, sino que se trata, como en el caso específico de la educación, de restringir una libertad políticamente irrelevante (la del sostenedor), para universalizar una libertad fundamental, que la constituye la segunda dimensión del mercado, donde los padres sean libres de elegir un establecimiento educacional de calidad para sus hijos. En relación al tema del Estado y la democracia, Atria se aleja de la postura de Moulián.

Concuerda con el diagnóstico del sociólogo chileno que, en esencia, es la falta de representatividad de la sociedad en el actual sistema político. No concuerda con la vocación antiestatista del socialismo que propone Moulián. Otro punto de descuerdo es que lo que Atria considera como un déficit de la democracia, Moulián lo considera como el desempeño de su misión básica. Moulián asevera que la misión básica del Estado es la de favorecer los intereses de ciertas clases, de ahí su desconfianza con respecto al aparato estatal y la idea de proponer la existencia de un semi-Estado. De acuerdo a Atria este déficit no consiste en que exista demasiada mediación institucional, sino que esta no es suficiente, ya sea cuantitativa como cualitativamente, para purgar los intereses particulares de las elites que concentran el poder.

[1] Fernando Atria, Veinte años después. Neoliberalismo con rostro humano (Santiago: Catalonia, 2013).

[2] Ibid., 77.

[3] Ibid., 93.

[4] Ibid., 135.

[5] Ibid., 136.

[6] Ibid., 139.

[7] Ibid., 140.

[8] Ibid., 139.

[9] Ibid., 152.

[10] Ibid., 156.

[11] Ibid., 154.